miércoles, 30 de octubre de 2013

El federalismo (ahora) y las izquierdas del siglo XX (Por José Luis López Bulla)


(Borrador para los amigos)
Mucho se ha escrito sobre las diferencias que, a lo largo del siglo pasado, han distinguido a las diversas izquierdas europeas. Bruno Trentin, en su obra canónica La ciudad del trabajo, izquierda y crisis del fordismo nos propone una investigación original y, se diría, a ras de tierra. El autor, en este caso, se esfuerza en documentar minuciosa y argumentadamente las similitudes que negativamente las han caracterizado. En mi opinión el pluriverso federalista debería tomar buena nota de ello para, precisamente, alejarse de esos modelos de las izquierdas del siglo XX, aquellas que el autor denomina «la sinistra vincente».
Trentin destaca una serie de principales elementos, todos ellos bien presentes en las formaciones que lideraron desde Ferdinand Lasalle y Auguste Bebel a Felipe González pasando por Togliatti y Miterrand, Willy Brand y Enrico Berlinguer, aunque pueda ser piedra de escándalo para algunos. Cierto, todos ellos diversos entre sí, pero con una matriz común: el carácter lassalleano del partido y las consecuencias que se extraen de ese troquel. Un carácter que expresa la autolegitimación del partido (socialista o comunista, tanto monta) que de instrumento transitorio de análisis y mediación pasa a ser un agente histórico autónomo, capaz de forzar el curso de la historia mediante la conquista del Estado.
Ello que implica algunas consecuencias de tono mayor: 1) la separación entre  «la política»  y las vicisitudes de la sociedad y, especialmente, del trabajo heterodigirido. O, lo que es lo mismo: se ponen las basas para el divorcio entre la política y la sociedad civil. 2) El partido (socialista o comunista, monta tanto) es el principal guía de las transformaciones; de ahí que el conjunto de sujetos críticos (por ejemplo, el sindicalismo) son la prótesis de papá-partido, bajo la siguiente regla: la política, en tanto que tal, es –sólo y solamente--  tarea del partido «de la clase»; en esa sintaxis, los adjetivos quedan reservados (siempre bajo la vigilancia del deus ex machina) al sindicalismo y los movimientos sociales. 3) Y comoquiera que el partido adopta acríticamente el sistema de organización del trabajo del ingeniero Taylor (que atraviesa culturalmente el conjunto de la sociedad) impone a su correa de transmisión ese modelo autoritario como definitivamente dado. Así las cosas, esa izquierda lassalleana estaba incapacitada para aprehender la semilla del federalismo, dado el carácter centralizador del partido lassalleano en el contexto del Estado-nación, la centralidad del partido con relación a sus adjetivos y del núcleo centralizante de la producción fordista. Dicho castizamente: de aquellos polvos de antaño vinieron estos lodos de hogaño.
¿Cuáles son las novedades de un tiempo a esta parte?:  la práctica desaparición del sistema fordista; la crisis del Estado-nación en el marco de la globalización; y la ruptura de las tradicionales relaciones entre los sujetos sociales y las izquierdas políticas (léase la llamada correa de transmisión). Que explican aproximadamente la crisis de la política y, por supuesto, de las izquierdas. Porque las izquierdas se empeñan en reproducir los esquemas arcaizantes como si siguiera vivo el fordismo y el Estado-nación estuviera en plena forma.  De ahí viene, a mi juicio, la desubicación de la izquierda del actual paradigma y, como consecuencia, su distancia de la sociedad.
  Esos rasgos negativos que han caracterizado a las izquierdas políticas y sociales del siglo XX no deben contagiar al federalismo. La acción federalista debe encuadrarse en el nuevo paradigma que, por comodidad expositiva, llamaremos postfordista. Debe ser, al mismo tiempo, postnacionalista. Tiene que establecer relaciones de igualdad en la diversidad con todos los movimientos sociales a través de la independencia y autonomía de ambas. 
Una última consideración: el federalismo (especialmente el de izquierdas) debe considerar que, más allá de la sinistra vincente hay vida, hay semillas para iniciar un nuevo itinerario. Una lectura atenta del libro de Bruno Trentin nos ilustra hasta qué punto hubo prácticas (dispersas, ciertamente) a lo largo del siglo XX y un potente almacén teórico en base a tales prácticas que estuvo atrapado --y ahogado posteriormente--  por las izquierdas (socialista y comunista). En ese sentido, la detallada exposición de Bruno Trentin en La ciudad del trabajo de personalidades como Simone Weil y Karl Polanyi, el mismo padre del autor (Silvio Trentin, un federalista de gran formato), entre otros no menos distinguidos, ilustra un elenco de grandes pensadores y gentes de acción que pueden ser muy tenidos en cuenta en este nuevo itinerario social, cultura y político que hemos emprendido en Federalistes d'Esquerres y sus amigos, conocidos y saludados. 

viernes, 25 de octubre de 2013

Encrucijada del socialismo, encrucijada europea (Por Joaquim Coll)


Sostengo que resulta imprescindible diferenciar lo que ha sido la experiencia socialdemócrata en Europa durante la segunda mitad del siglo XX de aquello que denominamos socialismo democrático. Aunque suena igual y lo primero parece casi una derivada o abreviatura de lo segundo, no es lo mismo. Y no lo es porque mientras el socialismo es una corriente de pensamiento que viene de lejos, cuyo eje central es la idea de igualdad como principio y objetivo, la socialdemocracia, en cambio, no es propiamente una ideología. Debemos entenderla como la realización en un momento determinado de los valores de progreso y justicia del socialismo en perfecta simbiosis, eso sí, con el liberalismo político y la defensa de la democracia como un fin en sí mismo.
Por eso creo que es importante separar ya lo uno de lo otro. Separar en el doble sentido de diferenciar y de dar importancia. No me cabe ninguna duda de que la experiencia socialdemócrata ha sido muy prolífica: conoció un gran éxito durante tres largas décadas, hasta mediados de los años 70 del siglo XX, y alcanzó un consenso enorme, hasta el punto de que incluso los conservadores británicos anteriores a Margaret Thatcher no tenían ningún reparo en hacer vivienda protegida. Por otro lado, es justo reconocer que, si bien el socialismo democrático (enfrentado ya al comunismo) fue el ingrediente fundamental de la fórmula socialdemócrata europea, hacia ella convergieron también otras culturas políticas, como la liberalprogresista o la democristiana.
Como es sabido, el consenso socialdemócrata ha ido rompiéndose hasta hacerse añicos. Primero fue la constatación de que la crisis económica de los 70 no podía solucionarse a corto plazo estimulando la demanda desde el importante sector público, sino que había problemas de productividad de la economía europea que exigían innovación y mejoras tecnológicas. Segundo, porque los conservadores vieron en la crisis, el paro y las protestas sindicales una ocasión de oro para frenar el dominio ideológico y cultural de la izquierda, muy marcado hasta entonces. Empezó, pues, una ofensiva contra el excesivo papel del Estado, al que se descalificó como agente regulador, mientras iba in crescendo un elogio de los mercados y de la iniciativa privada. Tercero, el fin de la guerra fría y el hundimiento de la URSS marcó una frontera decisiva, el final del corto siglo XX. Con la desaparición del bloque soviético se produjo el triunfo del capitalismo anglosajón, del modelo norteamericano como referencia universal, y se inició el llamado consenso de Washington: las políticas neoliberales fueron impuestas en todo el mundo, y poco a poco también llegaron a Europa, exigiendo mercados laborales flexibles, desregulación y la disminución del Estado del bienestar. Y cuarto, a finales del siglo XX la globalización económica se intensificó y el crecimiento de los mercados financieros alcanzó proporciones incontrolables. Desde entonces y hasta hoy, el retroceso de las posiciones socialdemócratas ha sido una constante, incluso contando con los intentos de adecuación fallidos que impulsaron en los años 90 Tony Blair y Gerhard Schröder.

En resumen, la izquierda reformista abrazó de una manera demasiado acrítica el capitalismo de la globalización, legitimó cambios fiscales que debilitaron la lógica redistributiva y perdió su identidad: la cultura transformadora. Frente a la agresividad ideológica neoliberal que exhibían los partidos conservadores, la izquierda cayó en la trampa de la llamada ley de Hotelling, conforme a la cual conviene siempre desplazarse hacia el centro para capturar votos del adversario. A corto plazo es cierto, pero a la larga es suicida porque a medida que parecen esfumarse las diferencias el votante de izquierdas pierde motivación. En este escenario era muy difícil que el estallido de la crisis financiera en EEUU en el 2008, que rápidamente se extendió a todo el mundo, nos acabase devolviendo a esquemas socialdemócratas. De manera que, pese a la evidencia de que el capitalismo debía ser refundado, las derrotas electorales de la izquierda continuaron en toda Europa, pues su credibilidad estaba muy dañada. Tras más de un año en el poder, la victoria de François Hollande no ha sido la señal del cambio que muchos esperábamos sino sólo una excepción ligada a variables locales. La posibilidad de que por primera vez el Frente Nacional pueda convertirse en la primera fuerza política en Francia, según las encuestas de cara a las elecciones europeas de mayo próximo, señala la fragilidad del proyecto del PS, sus desaciertos y contradicciones, y la gravedad de la crisis política del país galo. Por su parte, en Alemania, la nueva victoria de la conservadora Angela Merkel y el pacto de gobierno que se anuncia con el SPD, partido que pese obtener otro mal resultado logró esta vez un pequeño avance electoral a costa del retroceso de los Verdes y La Izquierda, plantea enormes dudas en el plano ideológico y estratégico.  
Pese a todo, estoy convencido de que el relanzamiento del proyecto socialista se producirá, pero sobre unas nuevas bases, porque el mundo que hizo posible el consenso socialdemócrata ya no existe. Avanzamos velozmente hacia un capitalismo hiperglobalizado que pone gravemente en cuestión la democracia política en el marco del viejo Estado-nación. La izquierda europea necesita hoy una nueva narrativa. Primero, porque la lógica económica no es tan inexorable ni la única posible, como tampoco lo es la globalización a ultranza ni el imperativo de unos mercados cada vez más libres. Y segundo, porque la construcción política y social de Europa es lo único realmente importante y decisivo, tal como nos recordaba recientemente Martin Schulz, candidato del PSE a asumir la presidencia de la Comisión Europea tras las elecciones de mayo próximo. El proyecto federal europeo ha de ser la divisa de los socialistas y los liberalprogresistas sobre el que fundar otro consenso: el único que garantiza un futuro con dignidad a la sociedad europea.

jueves, 17 de octubre de 2013

A sota les llambordes, Europa (i no Catalunya), o per què els independentistes no tenen suport internacional (Per Francesc Trillas)



Els promotors de la campanya independentista  a Catalunya esmercen enormes esforços i recursos per tractar d'obtenir suport internacional per la seva causa. Hi ha almenys dos llibres en anglès a les llibreries que expliquen els arguments a favor de la independència, escrits per partidaris locals (pel que sembla no van aconseguir trobar prestigiosos experts estrangers, que haurien augmentat la credibilitat de l’esforç). El govern  català mateix gasta recursos públics en aquesta campanya internacional, per exemple mitjançant el desplegament d'una organització de partidaris internacionals (d'origen català) anomenada "Diplocat". S’han enviat cartes al President Obama (que han rebut una resposta més aviat freda).

Els resultats de tots aquests esforços han estat molt escassos. Bàsicament, no hi ha suport extern rellevant per a la independència catalana. Portaveus oficials de les institucions de la Unió Europea han declarat en repetides ocasions que una Catalunya independent començaria la seva vida fora de la UE i publicacions de prestigi com The Economist i el Financial Times han expressat el seu suport a una millor integració federal de Catalunya a Espanya en una Europa unida. Els promotors de la independència haurien de reflexionar sobre les raons del seu fracàs. Potser les conseqüències distributives de la campanya independentista i de la independència real  (si és que alguna vegada es produeix) d'un territori relativament ric, on es respecten plenament els drets humans i la identitat, no són les que normalment encenen les campanyes internacionals de solidaritat. Estem parlant de la Catalunya del segle XXI, no de l’Índia, Sud-àfrica o Tibet al segle XX. Cap pacifista activista internacional no desitjaria un brot d’inestabilitat a Europa, sobretot al sud d'Europa i la Mediterrània. El federalisme és alhora una alternativa més realista i més ambiciosa. Els secessionistes sovint argumenten que els federalistes no tenim seguidors fora de Catalunya (sense tenir en compte l'opinió de 40 % dels espanyols, segons una enquesta recent, o  els partidaris internacionals esmentats anteriorment), suposant implícitament que l'ajuda externa no és necessària per a la independència. Però les noves fronteres són una qüestió internacional. El canvi climàtic, la inestabilitat financera, o la pobresa al món no es poden arreglar des de qualsevol dels actuals estats nacionals a Europa (com  sol dir Daniel Cohn – Bendit), i molt menys des d'un petit i nou estat-nació (sobretot si no s'accepta com a membre de la Unió Europea, cosa que ja sabem oficialment que d’entrada no passarà).

En un article molt revelador avui al New York Times  (NYT), diversos empresaris catalans manifesten la seva discrepància amb la campanya secessionista. El periodista només recull l'opinió d'un executiu a favor de la independència. Es tracta de Jordi Bagó i Mons, president executiu de Serhs, empresa proveïdora de càtering per a hotels i institucions públiques i altres serveis de turisme. Bagó és membre d'una associació empresarial que dóna suport a la secessió. El Sr Bagó argumenta que amb la independència "podem construir un model econòmic molt millor per a Catalunya". Un es pregunta si la mateixa  Serhs serà una font d'inspiració per a aquest model, ja que el president de la companyia i ex-polític , el Sr Ramon Bagó i Agulló, ha estat investigat per l'Oficina Antifrau catalana (vegeu El País , 29 de gener, 2013). Molt apropiadament, el reportatge de NYT explica com el govern català que promou la campanya secessionista, ell mateix ha estat debilitat per escàndols de corrupció. Llavors no és d'estranyar que aquest moviment tingui tantes dificultats a inspirar partidaris estrangers, com anteriors lluitadors catalans per la llibertat sí que van merèixer el suport de persones com George Orwell.

lunes, 14 de octubre de 2013

Deixi de fumar per Catalunya (Per Lluís Bosch)


Perdut en el núvol trobo una persona que escriu coses sobre el procés cap a la independència de Catalunya. No escriu amb eslògans ni amb tòpics. Explica quins temors sent dintre seu, i jo diria que està una mica espantada per l'eufòria que sembla dur-nos, endur-nos.
La N. fa sis anys que escriu un blog íntim i personal. Rares vegades parla de fenòmens socials, ni de res del què parla la premsa. Es qüestiona qui és, com actua, com sent, com pensa. I de sobte, a finals de setembre de 2013, la N. parla de banderes als carrers.
Com a mi, li fan por les masses humanes que desfilen uniformades i amb banderes. Les banderes fan por quan s'agrupen i desfilen. Totes i sense excepció. No sé quan vaig aprendre que les masses de persones amb banderes fan por. Podria ser una por atàvica, gravada als gens d'un descendent de jueus. D'un descendent de republicans exiliats i morts als camps de la vergonya.
Podria ser la por que vaig aprendre un dia en què, per inconsciència, em vaig trobar rodejat per un munt de gent que cridava i onejava banderes del Barça. Jo havia sortit a passejar i a sopar amb la noia que m'agradava –per allà al Raval--, i quan ens començàvem a posar íntims vam girar una cantonada plena de crits.
L'autora del blog es qüestiona unes quantes coses. Una d'elles és quin deu ser el cost en diners de la campanya promoguda per les intitucions: quant val obrir delegacions diplomàtiques, quant val publicar anuncis a la premsa internacional, quant val el desplegament de TV3, quant valen les dietes dels Consell Nacional per a la Transició... I quant val suprimir mestres a les escoles. Perquè a la N., que té un fill amb discapacitat, li han dit que ja no el podran atendre com fins ara, que potser més val que el dugui a l'escola especial --i privada.
M'endinso després en els comentaris que els lectors i les lectores han deixat en aquest blog, i en trobo un que em posa la pell de gallina:

t'ho has currat perquè tothom es plantegi aquestes preguntes que a molts inquieten tant... Jo també me'n faig algunes, però per primera vegada a la vida he vist que moltes persones es posaven d'acord per intentar assolir un somni... Per això he decidit que ja me les faré més endavant les preguntes, ara vull gaudir d'aquesta petita il·lusió...

És ara quan m'espanto del tot. Quan penso que a Europa aquesta mena de somnis s'han somiat altres vegades. Unes quantes vegades. Deixem les preguntes per després.
Si fóssim feliços amb nosaltres i a casa, Déu meu, si fóssim una mica feliços... penso. Si ens fes feliços saber que al meu replà el veí menja cada dia, i que dos carrers més enllà aquells xiquets tenen un àpat diari. Si ens calmés el neguit enorme saber que la universitat és per a tots, que hi ha ambulàncies per a les urgències, que la família marroquina que veig cada dia al matí du una vida digne. Que la dignitat de totes les vides és allò que ens pot fer feliços de veritat.
Perquè ni la indignitat ni la fam dels veïns no es mereixen cadenes humanes?
Pocs dies després descobreixo un article del Jordi Llovet, un autor que fa apenes dos anys va ser lloat per sectors molt amplis d'aquesta societat arrel del seu magnífic Adéu a la universitat. Ara ha escrit un article sobre les sensacions i pensaments que li desperta l'estètica independentista, simptomàticament propera a l'irracionalisme i el totalitarisme. Li plouen unes respostes extenses, que dupliquen i tripliquen l'extensió del seu text. Arguments, rèpliques, raonaments. El més lluminós dels quals és : ja ha passat el temps de la racionalitat i del diàleg. L'adjectiu que no li diuen però que es percep oscil·la entre ignorant i traïdor.
Hem retornat al temps del botifler. Tan senzill, tan fàcil. Ja no goso tornar a llegir aquelles pàgines de Stefan Zweig.
Fins fa ben poc hauria jurat que les societats democràtiques d'Europa i del segle XXI mai no creuarien de nou la porta que du a les banderes plenes de vent. I molt menys encara que oblidarien –en nom dels somnis-- les escoles sense mestres o els hospitals sense metges ni infermeres. Els nens i nenes sense esmorzar. Ja ho arreglarem després, em diuen. Això mateix ho vaig dir en un blog, i vaig rebre una resposta  laberíntica. Al final de la qual em deien:

si tant et preocupa la fam infantil, deixa de fumar i dóna els diners que gastes en tabac perquè els nens tinguin menjar.

I vet aquí. Inesperadament, aquesta és la Catalunya on visc avui.

viernes, 11 de octubre de 2013

Un artículo y un libro (Por Josep Maria Vegara)


El artículo de Mario Vargas Llosa “El derecho a decidir”, publicado el El País constituye un sorprendente y triste ejemplo de ausencia de lucidez intelectual pues está centrado en la denuncia de los nacionalismos pero desde una posición que comparte el nacionalismo español.
La denuncia de los nacionalismos. ¿Cómo puede insistir Vargas Llosa, con entusiasmo, en que “El nacionalismo no es una doctrina política sino una ideología y está mas cerca del acto de fe en que se fundan las religiones que de la racionalidad que es la esencia de los debates de la cultura democrática ”; o bien que “es una construcción artificial” y denunciar su “endeblez y falsedad”, todo ello referido al nacionalismo catalán y afirmar como conclusión que “el nacionalismo, los nacionalismos... destruirán una vez más en su historia el porvenir de España...” En definitiva, ¿cómo se puede afirmar todo esto sin darse cuenta de que –por lo que escribe- Vargas Llosa comparte las posiciones del nacionalismo español que, a diferencia de otros, es un nacionalismo dominante y excluyente. ¿Cómo es posible tanta adolescencia en plena edad adulta?
Las identidades colectivas. Existen ciertamente los nacionalismos pero también existen identidades colectivas que demandan reconocimiento y respeto. Existen los nacionalismos dominantes y excluyentes –como el francés o el español- pero también sabemos existen las identidades colectivas que surgen de un sentimiento de pertenencia a determinados colectivos. Las naciones se basan en identidades colectivas pero una nación, no obstante, no se define únicamente un conjunto de variables objetivas que permiten detectar un hecho diferencial lingüístico, cultural, histórico, etc. Una nación tiene –por una parte- una componente identitaria y –por otra- posee otra dimensión asociada a la voluntad colectiva de persistir en la identidad común. Catalunya es un caso histórico y actual claro que no pierde legitimidad por el hecho de que exista un nacionalismo catalán.
No se pueden denunciar los vicios ideológicos de los demás sin ser mínimamente consciente de la propia ideología. Si se considera que el artículo, simplemente, está mal escrito entonces la reacción mínima es de alarma intelectual. En todo caso pienso seguir disfrutando de la obra literaria de Vargas Llosa.
Un libro sobre el federalismo plurinacional. En este clima es de agradecer la aparición del libro de José Antonio Pérez Tapias, Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional. En el libro, el autor – catedrático y ex_diputado del PSOE por Granada –expone sin exabruptos su concepción razonada del federalismo plurinacional basado en el respeto y el reconocimiento de las naciones existentes en España. Merece ser leído, subrayado, comentado y criticado.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Una alternativa federal i d’esquerres (Per Montserrat Pareja-Eastaway)


Parlar de sentiments és difícil. Penso que molts ens sentim així: el patriotisme i  el nacionalisme son per a mi motivacions inexistents.  De la mateixa manera que semblaria inversemblant  posar en tela de judici els sentiments dels que pengen banderes simbolitzant la demanda d’ una nació independent, ningú no pot negar-me que jo em senti diferent.  No comparteixo certes manifestacions i segueixo, espero, tenint un lloc al meu país.  Jo vaig celebrar la diada. Com ho he fet des de petita. Però no vaig participar a cap cadena humana i ningú té dret a qüestionar la meva catalanitat per no compartir el fet independentista.
Manipular és fàcil. Particularment quan les coses van maldades, quan les conseqüències de la crisi econòmica son devastadores, quan, per exemple, la gent jove ha de marxar del país per a treballar o quan  totes les famílies tenen algun familiar o conegut en atur. Què més fàcil que oferir solucions que engresquen, que prometen un món millor, que garanteixen més escoles bressol o més hospitals però no  expliquen el “com”.  Des de fa un temps a Catalunya s’han  minimitzat els costos del procés cap a la independència.  De fet, s’ha obviat el procés o inclús pitjor, alguns consideren que els processos amb conseqüències negatives son necessaris per a que els nostres fills gaudeixin d’un món millor. Probablement, prefereixo pel·lícules com Blade Runner per a distraurem amb ciència ficció. 
Parlar de política o de polítics avui resulta complex. La voluntat de focalitzar els discursos sobre la realitat, la possibilitat o la viabilitat d’una Catalunya independent  fa que temes que jo i molts com jo considerem prioritaris en la discussió política hagin passat a segon terme. Fer política des del govern vol dir governar, fer lleis, prendre decisions...vivim en moments d’austeritat i de grans penúries econòmiques per moltes famílies.  Com és possible?, em pregunto jo, que la discussió, per exemple, sobre si tindrem doble nacionalitat “el dia després de“ degut als vincles emocionals amb la resta d’Espanya hagi substituït una reflexió seria (i un gir en l’acció)  sobre les implicacions de, per exemple, les llistes d’espera als hospitals públics, la retallada de les pensions o la problemàtica a les aules de les escoles públiques?
La fractura social a Catalunya és creixent.  Fins fa poc temps, els meus amics independentistes i jo érem capaços de discutir, de no estar d’acord i fins i tot de celebrar la divergència d’opinions.  Tal i com he dit abans, l’escalfament ideològic al que ens han sotmès en els darrers mesos ha fet pràcticament impossible dissentir.  O ets independentista o no existeixes.  O simplement, no hi comptes. Em pregunto si sóc jo la única que prefereix no parlar de ‘certs temes’  per tal d’evitar posicionaments visceralment oposats i sopars que acabin com el rosari de l’aurora. Em pregunto si sóc jo la única que s’ha sentit  posada en evidència quan al Facebook corrobora coses que diuen en Cercas, en Évole o en Muñoz Molina.  No m’agrada gens sentir la sensació de ‘ets dels nostres o no?’.   
Cal donar solucions a l’encaix amb Espanya. D’això ja fa força temps. L’esgotament del model polític i econòmic proposat per la transició ha configurat unes hisendes insostenibles i una situació a la que cal donar-hi sortida. El model federal és una proposta possible, reivindicada des de molts sectors de la societat. 
Alguns hem pres la iniciativa.  Més enllà del que els governs i certes institucions estiguin maniobrant, som cada vegada més els que tenim la necessitat de compartir una alternativa diferent, una alternativa que es centri en les persones, en un futur sostenible, en un sistema econòmic que garanteixi la qualitat de vida per a tots, en un país on  la preocupació principal sigui la polarització entre rics i pobres i no el que posi al passaport.
Molts avui somnien en llegar una Catalunya independent al nostres fills.
Jo voldria que la Natàlia i els seus fills visquessin en una societat més justa, on existeixi igualtat d’oportunitats, on es lluiti per una qualitat de vida digne per tothom. Més sostenible i estratègicament posicionada en el món . 
Una Catalunya diversa
Una Catalunya digna
Una Catalunya Europea
Una Catalunya d’esquerres
Una Catalunya inserida a una Espanya federal que reconegui  l’articulació de la diferencia.
L’alternativa del federalisme la considero no només necessària sinó imprescindible.

domingo, 6 de octubre de 2013

La batalla del lenguaje (Por Francesc Arroyo)


Decía Althusser (a quien casi nadie cita ya) que la función del filósofo es pelearse por palabras. Se podría ampliar: hoy es ya la misión del ciudadano, tal es la red de engaños lingüísticos que le acechan. Dejemos de lado los recortes, a los que el gobierno llama reformas y vayamos a otras expresiones que, además, muestran una clara inconsistencia en el hablante. Por ejemplo: “España”. Buena parte del nacionalismo periférico rechaza la palabra y la sustituye por “Estado español”. Se entiende: se pretende sugerir que el Estado Español es una entidad artificial (¿qué Estado no lo es?) que integra diversas “naciones”  (divisiones territoriales que nacen, por lo que se ve, de la pura naturaleza). Vale. Pero no sólo ocurre algo así en España. Francia incluye el País Vasco francés, la llamada “Cataluña norte”, Bretaña y Córcega, para no hablar de la especial idiosincrasia de Alsacia y Lorena. No se puede decir que Alemania es un todo homogéneo, sin reparar en los Lander, las ciudades estado y otras diferencias territoriales que algunos alemanes tienen por muy evidentes. De hecho, la unificación alemana es cosa reciente y no me refiero a la de hace un par de décadas. ¿Qué pasa en Italia? O en los países nórdicos, con la franja de territorio en la que viven los sami. Y, en estos casos, los mismos que hablan del “Estado español” evitan utilizar expresiones como “Estado francés”, “Estado alemán”, “Estado italiano”, “Estado noruego”, “Estado sueco”. Lo dicho, inconsistencia lingüística. O confusión mental.
Lo grave es que un sector de la autodenominada izquierda ha entrado al trapo y ha comprado el lenguaje del enemigo. Luego se preguntan por qué salen derrotados en las urnas: la primera derrota es una rendición en la batalla del lenguaje.
No es la única. Recordemos el recorrido de las expresiones “dictadura” y “democracia”. En el siglo XIX la izquierda contraponía “dictadura de la burguesía” a “dictadura del proletariado”. La dictadura era la potestad de dictar leyes y resultaba relevante que lo hiciera una u otra clase social. También contraponía “democracia burguesa”  o “democracia formal” a “democracia obrera”. Esos eran los pares. La derecha impuso un cambio: “democracia formal” frente a “dictadura del proletariado”. Y la izquierda lo aceptó, De modo que “dictaduras, ni la del proletariado”. Resultado: en el lenguaje actual sólo hay espacio para una democracia: la burguesa. ¿Quién se atrevería hoy a llamarla “dictadura de la burguesía”? ¿Quién se atreve a plantar cara a los inconsistentes que hablan y no paran de “Estado español” como si fuera (en palabras del consejero de Cultura catalán, que un día fue de izquierdas) “una anomalía”?

viernes, 4 de octubre de 2013

Economia i política del federalisme europeista (Per Francesc Trillas)


Els estats-nació es van consolidar com quasi el que són ara en el segle XIX, i van ser un element fonamental en el desenvolupament del capitalisme i la revolució industrial. Algunes nacions europees van aconseguir crear un estat i altres no, i algunes van consolidar estats millors que d’altres. La identitat nacional servia com a bé col·lectiu que facilitava l’intercanvi i la creació de mercats (de treball, capital  i de mercaderies) d’un abast que anava molt més enllà del local, que era l’abast típic dels temps pre-industrials. La rivalitat entre estats-nació (combinada amb crisis econòmiques) també va portar grans catàstrofes, com les dues guerres mundials, que van néixer a Europa i que Europa va patir com cap altra regió al món. L’opressió de minories nacionals que no esdevenien estats també fou una gran font d’indignitat, com ho ha estat l’exacerbació dels sentiments nacionals quan queien els paraigües federals, com vam veure en el cas de Iugoslàvia, meravellosament retratat per Clara Usón a “La Hija del Este”.
La Unió Europea suposa el principal intent de superar el poder dels estats-nació, amb la paradoxa que el seu funcionament es basa en el respecte a les decisions dels estats-nació i el seu poder de veto. La perspectiva d’una unió federal democràtica, sense fronteres legislatives i regulatòries, amb unió fiscal i bancària, suposa una gran esperança de pau i també de prosperitat compartida: Europa suposa el 7% de la població mundial, el 25% de la riquesa mundial i el 50% de la despesa social mundial. El full de serveis de la UE ja és brillant, unint en objectius comuns els vells enemics de sang, i per això la institució va rebre merescudament el Premi Nobel de la Pau. Però el potencial de futur és immens... si els ciutadans europeus volen, és clar. Però avui el somni es veu enterbolit per l’amenaça triple de la crisi econòmica (financera, fiscal i de l’euro), els populismes i el nacionalisme.
Cada diumenge el veterà periodista liberal-progressista Eugenio Scalfari ens recorda al diari italià La Repubblica que sense l’evolució d’Europa cap a un estat federal (amb aquestes paraules, llegides diumenge rere diumenge com un ritual laic que s’ha convertit en la meva missa dominical) serà difícil una política de creixement econòmic i de solidaritat social al continent. També ho recorden col·lectius com el grup Spinelli o eurodiputats com l’ecologista Daniel Cohn-Bendit. L’aliança entre sectors liberal-progressistes, socialdemòcrates, ecologistes i democratacristians hauria de fer possible avançar amb més rapidesa cap a una Europa més federal que intergovernamental.
D’acord amb el Trilema de Rodrik, hi ha tres coses de les quals n’hem de triar dues, perquè les tres alhora són impossibles: l’estat-nació, la democràcia política i la integració econòmica supra-nacional. En les dècades posteriors a la segona guerra mundial, els estats nació i la democràcia política van coexistir en els països desenvolupats limitant als acords de Bretton-Woods la integració econòmica internacional. En els anys anteriors a la gran depressió dels anys trenta, el patró or va fer compatibles la integració econòmica internacional i els estats-nació, posant en seriós perill i al capdavall fent imposible, la democracia política, perquè la camisa de força del patró or no podía donar resposta a les demandes creixents de la ciutadania. Un federalisme global faria compatibles la democràcia i la integració econòmica internacional, però acabaria amb l’estat-nació, que ha estat l’escenari sobre el qual s’han construit els estats del benestar fins ara.
El federalisme global el tenim lluny, tot i que ha de ser la gran utopia que no perdem de vista. Però a Europa, tenim en les nostres mans fer compatibles la democràcia política i la integració econòmica (deixant enrere els estats-nació), creant un gran subjecte polític i econòmic, la Unió Europea, que sigui rellevant en un món que té plantejats enormes reptes globals (el canvi climàtic, l’estabilitat financera, la pobresa mundial). Alguns, en canvi, són partidaris de reforçar o crear nous estats-nació en un món de lliure comerç (amb poques restriccions al poder del capital, per exemple baixant impostos i estàndards regulatoris per atraure inversions), posant en seriós perill la democràcia (no la democràcia formal, però si una democràcia on es pugui decidir per exemple sobre si mantenir o no l’estat del benestar amb impostos elevats), com en l’època del patró or. Un tercera opció seria oblidar-nos de la integració econòmica i consolidar l’estat nació en un marc d’aïllament, que és l’opció de certa esquerra rupturista (al meu entendre ja és massa tard per a això, i ens impediria crear una Europa democràtica, rellevant, en pau, amb els seus fantasmes ben amagats). El debat sobre fronteres i sobiranies s’ha d’emmarcar en aquests grans processos. Si no ho fem així el convertim en un debat provincià totalment mancat d’interès.
En l’horitzó d’una Europa integrada, els actual estats-nació, especialment aquells amb problemes greus de disputes sobre la sobirania d’algunes parts, faran bé a evolucionar en un sentit internament federal. La idea de jurisdiccions solapades de l’economista suís Bruno Frei cobra aquí certa rellevància: jurisdiccions de grandària i poder variable haurien de fer possibles l’autogovern, el principi de subsidiarietat, deixar experimentar, respectar les identitats i el multi-lingüisme. Però això s’ha de defensar sense perdre de perspectiva el gran objectiu (crear una Europa unida i democràtica). De fet, una cosa crec que no es podrà aconseguir sense l’altra: una Europa federal en el sentit d’integrada no serà possible si els actuals estats-nació no solucionen els seus problemes institucionals i identitaris interns, que impedeixen crear un consens per avançar cap a una Europa sense fronteres (perquè molts estan entretinguts sobre on han d’estar aquestes fronteres i enfonsen en aquesta qüestió tot el seu capital polític). Per avançar cal més coratge que el que estem veient, cal en particular que tots els que hi creiem (els federalistes) fem sentir la nostra veu i deixem de tolerar que el debat polític sigui una competiticó de nacionalismes en alguns llocs i de populismes en altres (o les dues coses). L’actitud de veure amb simpatia com els “nostres nacionalistes” contrarresten els “altres nacionalistes” té el risc dels efectes no desitjats: polarització, divisió de l’esquerra, intolerància creixent, maniqueisme, xenofòbia, ocultació de la pobresa i la desigualtat creixents, ocultació de la corrupció. Millor que comencem a aixecar amb més força la nostra veu. Visca el federalisme!

martes, 1 de octubre de 2013

¿Dinamitamos puentes o abrimos debates? (Por Carme Valls-Llobet)


El debate argumental no se ha centrado en Cataluña en comprender qué puentes se han roto, sino que se ha centrado en defender sólo una idea: que la independencia resolverá cualquier problema. Olvidándose muchas veces de debatir proyectos de futuro frente al paro, los desahucios, la pobreza, la corrupción, la desnutrición creciente de nuestros niños y niñas, la emigración forzosa de nuestros científicos y nuestros jóvenes, los recortes en educación y los repagos y recortes en sanidad


Para los que hace más de cincuenta años que creemos que el federalismo es la mejor solución para resolver los conflictos territoriales cuando hay diversidad de lengua, de culturas, de historia y de convivencia, es un hecho positivo que el debate sobre la organización política de nuestro futuro haya entrado plenamente en la agenda política. Aún son escasos los verdaderos debates en profundidad pero estoy segura que se multiplicarán en el futuro.
Al acabar la pasada campaña electoral catalana  ya tuve la misma sensación que  Fernando Vallespín: "hemos perdido una magnífica ocasión para ahondar en las causas del agravio, en la comprensión profunda de las razones que hay detrás de esta explosión de una sociedad que hasta ahora siempre ha dado muestras de moderación y propensión al diálogo". Le agradecí personalmente su voluntad de comprender y entender y su queja implícita de que aparte del Manifiesto de los 300  no hubiera encontrado eco en muchos sectores de la sociedad civil, mediática o asociativa de toda España.
Pero desde entonces creo que también en Catalunya hemos desperdiciado muchos momentos, ya que el debate argumental no se ha centrado en Cataluña en comprender quien y qué puentes se han roto, sino que se ha centrado en defender sólo una idea: que la independencia resolverá cualquier problema. Olvidándose muchas veces de debatir proyectos de futuro frente al paro, los desahucios, la pobreza, la corrupción, la desnutrición creciente de nuestros niños y niñas, la emigración forzosa de nuestros científicos y nuestros jóvenes, los recortes en educación y los repagos y recortes en sanidad.
Si somos una sociedad con esperanzas de un futuro mejor, hemos de debatir con energía y serenidad qué aspectos del estado de bienestar y qué prioridades queremos para el futuro, incluido nuestro derecho a decidir.  


Hablemos de los gobiernos, de los programas, de lo que proponen, de los proyectos futuros, pero por encima de todo: hablemos


Para clarificar los debates hemos de empezar a llamar las cosas por su nombre evitando subterfugios que hacen confundir la parte como si fuera el todo según los intereses más o menos explícitos de quien pronuncia los discursos. En este campo creo necesario reflexionar en qué queremos decir cuando hablamos de España y Cataluña, y en otro argumento ampliamente repetido: de que no podemos federarnos con nadie porque al otro lado (¿del Ebro?)  no hay federalistas.
Existe una constante confusión y una premeditada forma de hablar para que parezcan sinónimos España y Madrid, de todo lo negativo que nos ocurre, cuando las decisiones que nos afectan dependen de la voluntad de un gobierno o del partido que lo dirige. Se pretende confundir  la voluntad de la mayoría de la ciudadanía con los intereses de unas determinadas personas, o  en palabras de Juan José Lopez Burniol "con los intereses de un núcleo (hoy político-financiero-funcionarial y mediático) que tiene por objetivo prioritario el control del Estado que instrumentaliza al servicio de sus negocios privados, cubriéndose con la bandera del nacionalismo español".
Atizando odios como hizo el PP, recogiendo firmas en toda España contra Catalunya, se confunden los sentimientos de un partido con los del resto de los ciudadanos y ciudadanas.


Existe una constante confusión y una premeditada forma de hablar para que parezcan sinónimos España y Madrid, de todo lo negativo que nos ocurre, cuando las decisiones que nos afectan dependen de la voluntad de un gobierno o del partido que lo dirige


La indiferencia y el menosprecio de los gobernantes de turno hacia las injusticias de financiación en Catalunya ha servido para alimentar el odio y la animadversión de muchas catalanas y catalanes de buena fe, confundiendo a los gobernantes y a las instituciones, como la desgraciada sentencia del Tribunal Constitucional,  recortando una parte de un Estatuto aprobado democráticamente por el pueblo catalán, y por otra parte, plenamente vigente, sin tener en cuenta que no representan la posición de la mayoría de los españoles y españolas. Tampoco los que hablan a favor de una determinada opción política, sea la independencia o mayor centralismo, se pueden arrogar la representación de toda Catalunya.
Hablemos de los gobiernos, de los programas, de lo que proponen, de los proyectos futuros pero por encima de todo: hablemos. Por suerte ya hemos visto que más de un 40% de españoles consultados creen que tenemos derecho a decidir y a ser consultados y ya son muchos los que piensan que la Constitución debería modificarse.
Una segunda confusión proviene de la gran distancia (casi un abismo) entre el debate político entre partidos y la España real, que vive, trabaja, hace ciencia, se organiza en redes y desarrolla proyectos que dan esperanza a la vida cotidiana. Cuando alguien me dice que no hay federalistas en España, les pregunto también cuanto tiempo hace que no habla, trabaja, come, se pasea o se escribe con alguna persona del otro lado del Ebro.
Desde los tiempos de la dictadura de forma clandestina y en los tiempos de la democracia, el ejercicio de la libertad individual como no-dominación está permitiendo el ejercicio de las voluntades políticas individuales, en formas de participación en organizaciones no gubernamentales, voluntariado, asociaciones vecinales, movimientos cívico-políticos y redes de ciudadanía organizada por profesiones, por afinidades en conseguir objetivos o para defender derechos específicos de ciudadanía.
De esta forma mientras algunos políticos piensan que sólo existe la España (única u odiada, o inexistente como proyecto),  otra España vive y bulle en la realidad.  Existen redes de profesionales de la salud, redes de sindicalistas, redes de asociaciones de discapacitados, de feministas, de ecologistas, de jugadores y aficionados a determinados deportes o aficiones. Una gran cantidad de redes se cruzan y entrecruzan en todo el territorio español, y se entrecruzan  también con otras redes que realizan sus actividades en toda Europa y en todo el mundo. Los diversos grupos de ciudadanos y ciudadanas organizados saben dar la mano a las personas afines y saben compartir objetivos comunes.
Espontáneamente y sin necesidad de muchas asesorías jurídicas se han organizado ya de forma federal, han construido puentes. Si federar es compartir, y federalismo quiere decir mantener objetivos comunes manteniendo la capacidad y el derecho de decisión de las partes, la mayoría de las organizaciones ciudadanas que quieren ver respetados sus intereses como parte de una organización, y quieren aprovecharse de las ventajas de compartir objetivos, precisamente para que una parte no se aproveche de la otra, se han organizado federalmente. 

Federar es compartir y federalismo quiere decir mantener objetivos comunes manteniendo la capacidad y el derecho de decisión de las partes. La mayoría de organizaciones ciudadanas en España ya se organizan federalmente


La mayoría de estas organizaciones han nacido de forma plural, y respetan la diversidad de sus miembros. Su organización no es radial con un centro y una periferia, sino que se organiza en malla o en red y abarca en muchos casos prácticamente todos los territorios de España. La España real ya es federal.
Frente a los discursos políticos encorsetados que se reducen a consignas que pretenden hacernos ver la realidad sólo en blanco y negro, las redes federales de España la llenan de matices, de riqueza, de diversidad y de esperanza. Por mucho que algunos de los políticos  pretendan enfrentar a la ciudadanía de una Comunidad o de un territorio con la otra, la realidad cotidiana los desmiente, aunque su soberbia enturbie su mirada y sus oídos. A diario nos escribimos y nos reunimos, sin que el ruido que meten los separadores, nos haga sentir excluidas y excluidos. Hacemos ejercicios de respeto a las diferencias y además nos gusta conocerlas, disfrutarlas y aprender de ellas. Sería bueno que muchos políticos aprendan de los lazos que ya ha establecido la ciudadanía e intentaran debatir de verdad en lugar de agredirse a golpe de titulares prensa. 
En el futuro, lleno de incertidumbre económica, no podremos cerrar los ojos a las demandas reales, y hemos de continuar tratándonos con respeto, sin explotaciones mutuas y con solidaridad.
No estoy de acuerdo en establecer estrategias de miedo previo a los debates. Más que miedo de estar o no en Europa, me da miedo continuar en manos de políticos corruptos, o de oposiciones ficticias para que no se debatan las corrupciones de forma abierta en el Parlamento. Me dan miedo  los gobiernos que rebajan impuestos a los casinos o liquidan una ley del Tabaco que ya ha probado disminuir muertes para dar gusto a inversores con dinero de dudoso origen. Y también me dan miedo que ocultemos en el debate por los derechos nacionales, los derechos sociales y políticos que tanto nos ha costado conseguir.
Pero en democracia el Ágora está abierta para que pensemos y decidamos conjuntamente como vamos a vivir en el futuro sin imposiciones encubiertas, y a mi modo de ver con formulas de organización federales, que son las más eficaces y respetuosas con la diversidad real de la ciudadanía, alejadas de formulas presidencialistas o verticales que no prevén espacios de nueva democracia ciudadana.
!Hablemos de todo lo que nos afecta! Es la propuesta de nuestra asociación de Federalistas de Izquierdas!