martes, 15 de noviembre de 2016

El espacio político del federalismo en Cataluña (por Ramón Máiz)

Ni todos los catalanes que están a favor del proceso quieren lo mismo en cuanto a la acomodación territorial de Cataluña, ni todos los que están en contra desean seguir como están en un Estado de las autonomías. Existe un espacio de comunidad plural, lleno de matices, de ciudadanos y ciudadanas  que esperan soluciones políticas más creativas y flexibles,  menos estáticas. Y existen soluciones viables si se trabaja políticamente de modo adecuado el heterogéneo espacio de confluencia ajeno a la confrontación entre soberanismo español y soberanismo catalán


(Este texto es un extracto de uno de los capítulos de un libro de próxima publicación del que son autores Nieves Lagares y Ramón Máiz)


La asunción generalizada, en el discurso informativo y político de nuestro país, a saber, que “estar a favor del proceso de independencia”, “querer separarse de España” y “ser nacionalista” constituyen un único argumento y significan exactamente lo mismo, ha servido para simplificar y ocultar un debate muy complejo, plural y lleno de matices.
¿Es lo mismo estar a favor del proceso independentista que plantearse una solución territorial del conflicto en el que Cataluña quede fuera del Estado español? ¿Es la secesión la única salida posible? Los datos de una encuesta postelectoral de elaboración propia nos dicen claramente que no.
Mientras la mayoría de los catalanes (49.5%) se declara abiertamente a favor del proceso por la independencia, sólo algo más del 30% es partidario de una solución territorial que contemple una Cataluña independiente del Estado español. Y esta aparente contradicción, que los políticos y los medios de comunicación tienden a pasar por alto, necesita ser explicada desde un análisis y una argumentación algo más profundos y matizados.
El hecho de que sólo el 57.9% de los catalanes que están a favor del proceso de independencia piensen que la mejor solución territorial para Cataluña es su independencia del Estado Español obliga a hacerse dos preguntas. La primera, ¿a qué solución territorial aspiran los catalanes que están a favor del proceso y, sin embargo, no quieren una solución territorial que los coloque fuera del Estado español? La segunda, ¿cuál es el perfil de esos ciudadanos que, estando a favor del proceso, tienen aspiraciones tan diferentes?
A la primera pregunta contestan los propios ciudadanos de forma directa, tal y como vemos en la tabla III. Lo cierto es que un modelo federal satisfaría al 23.6% de estos catalanes que están a favor del proceso de independencia; y que otro 15.1% aspiran a un modelo autonómico con más competencias o con un estatus fiscal equiparable al País Vasco o Navarra.
Dicho de otro modo, casi el 40% de los catalanes que declaran estar a favor del proceso de independencia aspiran a una solución territorial que encaja en el concepto de federalismo adaptativo – plurinacional, no cooperativo, no centralizado, no simétrico.

En el análisis descriptivo de los datos de nuestra investigación se hacen patentes dos factores fundamentales:


  • Que los ciudadanos de Cataluña tienen opciones alternativas, diferentes y plurales a la hora de afrontar el conflicto territorial catalán.
  • Que esas diferencias existen también entre los que están a favor del proceso independentista y que, en este caso, están relacionadas con cuatro factores: (a) la antigüedad (el tiempo) en el sentimiento separatista,  (b) la actuación de los líderes políticos, (c) la relación con los partidos y (d) los temas de campaña. Veámoslos con más detalle.

Efectivamente, los datos nos muestran, de manera contundente, que los catalanes son muy plurales a la hora de hablar de la solución político-territorial más adecuada para Cataluña. Hay quienes quieren construir un Estado catalán independiente del Estado español, hay  quienes desean permanecer en España dentro del actual modelo autonómico, y hay otros, en fin, que quieren permanecer en España pero con cambios de vario relieve. Estos tres grupos básicos no son homogéneos políticamente ni socialmente, pero es cierto que algunos han construido mejor internamente su homogeneidad política que otros.
Reducir el debate a la dicotomía continuismo o ruptura, Autonomía o Independencia, no es más que la muestra del fracaso de una política y unos actores políticos y el correlativo triunfo de otros, porque es evidente que en la ciudadanía hay una pluralidad mayor que las opciones dominantes que están ofertando los políticos, y una complejidad mayor de la que hoy es capaz de abarcar y canalizar una  competición política muy polarizada.
Pero tampoco todos los catalanes, que en medio de esta polarización inmovilismo-separatismo se han sumado al proceso independentista, tienen una lectura homogénea de la solución territorial y mucho menos coincidente con la postura de los independentistas tradicionales. Varios factores están relacionados con la posición de los ciudadanos respecto a la solución territorial que prefieren: la antigüedad (el tiempo) en el sentimiento separatista; la acción de los líderes políticos; la relación con los partidos y los temas de campaña (maltrato e intereses económicos) son algunos de ellos.
Efectivamente, el tiempo desde el que se sienten independentistas los ciudadanos catalanes resulta ser una variable clave para entender su lectura de este sentimiento, de tal modo que parece existir una suerte de independentismo “esencial” y otra de independentismo “estratégico”, los dos igualmente sustantivos (no se trata de una cuestión de intensidad, no hay un “independentismo light”), pero construidos desde anclajes diferentes y, por lo tanto, diversamente susceptibles al diálogo y al encuentro. La diferencia es tan extrema que mientras el 78.5% de los independentistas tradicionales aspiran efectivamente a la solución separatista, en el caso de los nuevos independentistas, los que lo son sólo desde hace un año, este porcentaje se reduce únicamente al 13%.
Apenas un 20% de catalanes independentistas tradicionales aspiran a una solución territorial que suponga permanecer dentro del Estado español. Pero esta cifra crece a casi un 40% cuando nos referimos a los que se reconocen independentistas desde hace más de cinco años; sube a un 45% para los que son independentistas desde hace sólo 5 años; y se eleva a más de un 70% para los que lo son desde hace tres y a casi un 80%  para los que lo son desde hace sólo un año.
Observando los datos, vemos claramente como son las opciones JuntsxSi y CUP, las que acumulan la práctica totalidad de los ciudadanos que quieren una solución territorial que coloque a Cataluña fuera del estado español. Sin embargo, se ve también que incluso en esas opciones electorales, el porcentaje de ciudadanos que opta por la secesión no supera el 60% y son más de un 35% en los dos casos los que aspiran a soluciones alternativas a la separación tout court.




El resto de las opciones partidarias no tienen componente separatista, ni siquiera CatSiqueesPot, pero la pluralidad de opciones respecto a la solución territorial sigue siendo la constante que define a todos estos partidos. Solo en el caso del PP la opción claramente mayoritaria es la de permanecer en el actual estado de las autonomías (53.8%), aunque también aquí, por cierto, cabe  destacar la existencia de un 25% de ciudadanos que preferirían un modelo federal.
El caso de los votantes de Ciudadanos, partido que exhibe la bandera del centralismo y que agrupa a la mayoría de los catalanes que quisieran retornar a un estado centralizado, aunque estos no constituyan más que un 10% de la masa de sus votantes, da muestra de la complejidad política de Cataluña y de las necesidades que tienen tanto los nuevos partidos como los viejos de repensar sus posiciones. Efectivamente, casi la mitad de los votantes de ciudadanos aspiran a una solución territorial que les deje como están actualmente o incluso algunos, una minoría, plantean un retorno a un modelo centralizado. Sin embargo, existe prácticamente otra mitad de votantes que pertenecen a ese tercer grupo heterogéneo que aspira a soluciones federales más flexibles de las que hoy ofrece el panorama político actual.
Un análisis de los datos revela también que los ciudadanos que están a favor del proceso de independencia y optan efectivamente por separarse, esgrimen como razón fundamental de su posición “el maltrato del Estado español a Cataluña”. Pero lo importante no es el motivo en sí mismo, lo importante es que este motivo no es discriminante sino que es común a todos los catalanes que están a favor del proceso, independientemente que opten por la solución territorial separatista o por cualquier otra. Lo cierto, es que la idea del maltrato se ha impuesto entre los catalanes que están a favor del proceso y sólo podremos entender la posición de estos ciudadanos si entendemos los motivos.
El segundo motivo que eligen los catalanes para estar a favor del proceso es la creencia de que el futuro económico de Cataluña es mejor fuera de España. El hecho de que estas sean las dos primeras razones tanto para los que aspiran a separarse efectivamente del estado español, como para todos los grupos que aspiran a una solución alternativa a la actual pero dentro de España, muestra dos cosas: la primera, que los temas estratégicos se han impuesto a los esencialistas y étnico-culturales en los motivos de construcción de la decisión; la segunda, que dichos motivos (temas) estratégicos generan marcos comunes a una inmensa mayoría del pueblo catalán que le permite superar la escisión nacionalistas-no nacionalistas o incluso la de izquierda-derecha


La tabla XI muestra claramente como la idea del maltrato y la de un futuro mejor fuera de España se han impuesto a motivos tradicionales tales como los motivos históricos, el sentimiento antiespañol o incluso el derecho a decidir. Los verdaderos motivos son ahora pragmáticos y estratégicos, y no obligan a los ciudadanos a asumir posiciones esencialistas, lo cual permite la creación de marcos comunes en los que nadie se sienta necesariamente excluido. Y por eso las opciones son tan heterogéneas incluso entre votantes de las mismas fuerzas políticas; y por eso también resulta posible crear y movilizar ese espacio de comunidad nacional entre votantes de opciones políticas tan diferentes. 
En definitiva, pese al innegable crecimiento del independentismo al hilo del proceso, existe un espacio político sustantivo para una acomodación federal adaptativa y flexible- asimétrica y plurinacional- de Cataluña en el Estado español. Pero este es un espacio que, ante la polarización nacionalista entre independentistas e inmovilistas, permanece hasta la fecha huérfano o al menos deficitario de los factores que políticamente han construido con éxito ambas alternativas hegemónicas: discurso, organización y liderazgo.
Ni todos los catalanes que están a favor del proceso quieren lo mismo en cuanto a la acomodación territorial de Cataluña, ni todos los que están en contra desean seguir como están en un Estado de las autonomías recentralizado y resimetrizado. Existe un espacio de comunidad plural, lleno de matices, de ciudadanos y ciudadanas  que esperan soluciones políticas más creativas y flexibles,  menos estáticas. Y existen soluciones viables si se trabaja políticamente de modo adecuado el heterogéneo espacio de confluencia ajeno a la confrontación entre soberanismo español y soberanismo catalán. Aspectos ligados al reconocimiento, al trato justo,  a la negociación y el pacto resultan básicos para dar salida a las expectativas de los catalanes.

Leer el texto completo de Nieves Lagares y Ramón Máiz

 

martes, 1 de noviembre de 2016

Ser o no ser catalán (por Beatriz Silva)

¿Se siente usted tan catalán como español?¿Más español que catalán?¿Más catalán que español? Muchas de las encuestas intentan encasillar a los ciudadanos en unas categorías que no responden a una realidad que se asemeja cada vez más a la retratada por Claudio Magris en El Danubio: una mezcla inseparable de etnias, lenguas y culturas




¿Se siente usted tan catalán como español?¿Más español que catalán?¿Más catalán que español? Muchas de las encuestas que se hacen en Cataluña y en España intentan encasillar a los ciudadanos en unas categorías que cada vez responden menos a nuestra realidad social.
¿Qué tienen que contestar aquellas personas que han nacido en Cataluña pero tienen padres de otros lugares de España, lugares que visitan regularmente, con los que mantienen vínculos y que se sienten también un poco andaluces, vascos o extremeños? Ser ‘español' no es equivalente a ser parte de alguna de estas identidades que en cada una de sus variantes tienen sus propias especificidades y su valor añadido.
¿Qué sucede con los miles de inmigrantes que no han nacido ni en España ni en Cataluña pero han construido sus vidas aquí? Europeos, latinoamericanos, asiáticos o africanos que se han adaptado a las costumbres locales, que aprecian su cocina, que han aprendido las lenguas que se hablan en Cataluña y han hecho de esta tierra su hogar ¿Qué son todas estas personas?¿Qué serán sus hijos que comparten distintas herencias culturales?¿Y los catalanes que han emigrado a otros lugares?¿O los hijos de los que se vieron forzados al exilio y han regresado hablando el catalán con acento extranjero?
¿Qué tendríamos que contestar en estas encuestas los que no nos encontramos en ninguna de estas categorías o lo estamos sólo en parte?
Vivimos en un mundo en que las fronteras cada vez marcan menos la identidad de las personas. La globalización ha tenido como consecuencia que el mundo sea más accesible y que las personas se muevan con mucha más facilidad que hace unas décadas.
Si a mediados del siglo XX ya era imposible poner en Europa unas fronteras que separaran las comunidades que compartían una etnia, una cultura, y una lengua, como magistralmente explica Claudio Magris en su libro El Danubio en el que disecciona la civilización centroeuropea y el peso de las minorías étnicas ¿Es posible hacerlo en pleno siglo XXI?
Magris convierte el río El Danubio en un símbolo de una aspiración pluralista de convivencia entre pueblos en contraposición al exclusivismo del nacionalismo alemán que se siente representado por el Rin. El libro transmite la admiración del autor por la cultura germánica- ‘los alemanes han sido los romanos de Mitteleuropa’, afirma- pero también está impregnado de recelo ante la idealización de los particularismos que luego se convierten en bandera de lucha y que estos días vuelven a hacerse presentes en la proliferación de toda clase de movimientos nacionalistas y xenófobos.
La realidad es que cada vez más territorios dentro y fuera de Europa son el Danubio, una mezcla de etnias, culturas y lenguas que comparten sus tradiciones y enriquecen las sociedades haciéndolas más interesantes, complejas y, por qué no decirlo, más divertidas. La noción de pueblo uniforme no tiene sentido en sociedades que son esencialmente heterogéneas en origen, intereses, creencias y costumbres como nos recuerda Toni Sitges-Serra en un artículo publicado esta semana en El Periódico.

Todas estas encuestas que escarban en la identidad de las personas acaban con una opción anodina, la de ‘no sabe/no contesta’, que es probablemente en la que nos situamos una gran mayoría de ciudadanos que vivimos en Cataluña: no sabemos/no contestamos.