El Estado de bienestar fue una conquista itinerante, especialmente de las izquierdas sociales y políticas, en el marco del Estado nacional y en el contexto de la empresa taylorista-fordista, que hoy están en profunda crisis. El federalismo necesita un programa de Estado de bienestar
Posiblemente uno de los escenarios que pueden darle mayor
credibilidad social al federalismo sea el tratamiento que se le dé al Estado de
bienestar. Un federalismo que no aborde tan importantísima cuestión deviene música
celestial, y no será, como afirmaba Hegel, «una bandera en la cabeza de la
gente». El tema es de la mayor importancia precisamente en estos momentos de
concienzudo y sistemático ataque al Estado del bienestar y al conjunto de
bienes democráticos que representa. Un ataque que está provocando, de un tiempo
a esta parte, una reacción general de protesta en toda la piel de toro.
Es obvio que el federalismo necesita un programa de Estado
de bienestar. Ahora bien, a mi entender, es imprescindible situar una discusión
previa acerca de los prerrequisitos o precondiciones de ese programa
federalista. Por esta razón: el Estado de bienestar fue una conquista
itinerante, especialmente de las izquierdas sociales y políticas, en el marco
del Estado nacional y en el contexto de la empresa taylorista-fordista, que hoy
están en profunda crisis. Por otra parte, los elementos más potentes del Estado de bienestar tenían una
fuerte característica centralista, sin que este adjetivo tenga en esta ocasión
una connotación despectiva.
Así las cosas, no se puede elaborar un programa federal de
welfare sin tener en cuenta que: 1) los federalistas no estamos por un Estado
centralista; 2) el gigantesco cambio de paradigma que llamaré, por pura
comodidad, postfordista; 3) la reconstrucción del Estado de bienestar tras la
desestabilización que están produciendo las políticas neoliberales, así las del
Partido Popular (PP) como, aquí en Catalunya, las del gobierno de Convergència
i Unión (CiU). En resumidas cuentas, los federalistas no podremos elaborar un programa de welfare –teniendo en cuenta
que un programa no es un zurcido de retales varios-- si no nos aclaramos antes en los prerrequisitos. Hablando en
plata: no se trata de proponer una “plataforma reivindicativa” y, a continuación,
ver de qué manera encaja en el proyecto federalista. Porque eso sería algo
parecido a trazar las calles e inventarse después qué tipo de urbanismo
requiere la ciudad. Peor todavía, obviando la compatibilidades de las calles
entre sí y de todas ellas con el proyecto de urbanismo.
Seamos claros: se trata de abordar la crisis del Estado de
bienestar como expresión de la crisis que pone en discusión no sólo el eje de
poderes públicos, estatales y privados, sino también la consecución de
determinados objetivos de política económica y fundamentalmente el conjunto de
mecanismos que presiden la relación entre Estado y economía, entre economía y
sociedad, entre la sociedad y las instituciones. Y, más todavía, la relación
entre economía y cuestión medioambiental. En suma, no empecemos la casa por el
tejado.
Una última consideración: en la construcción de ese «urbanismo federal» deberían participar el mayor número de sujetos sociales, políticos y del mundo de los conocimientos humanistas y técnicos.
Una última consideración: en la construcción de ese «urbanismo federal» deberían participar el mayor número de sujetos sociales, políticos y del mundo de los conocimientos humanistas y técnicos.
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