Circula por la red un documento que me lleva a pensar que se trata de un mensaje emitido por alguna agencia publicitaria. Este mensaje se presenta como si fuera auténtico de un “español emigrado a Cataluña” y finge ser argumental. Veamos en qué queda
Circula por la red un documento (lo añado tal
cual, con faltas de picado incluidas al final del texto) y algún amigo me lo
envía. De hecho, lo he recibido por cuadruplicado lo que, unido a la falta de
firma, me lleva a pensar que se trata de un mensaje emitido por alguna agencia
publicitaria por encargo del secesionismo subvencionado. Es un más, como las
falsas cartas de mossos (una contra el Ministerio del Interior y otra contra el
Gobierno catalán). Los gobiernos han descubierto la bondad de la mentira y se
han abonado a ella. Con dinero de todos, por supuesto.
Pero este mensaje se presenta como si fuera
auténtico de un “español emigrado a Cataluña” y finge ser argumental. Veamos en
qué queda.
Primera cuestión: se dirige al otro de tú,
porque lo considera un compañero, un igual, alguien con quien coincide por
historia y sentimientos: la españolidad de origen, el desastre que ello supone
para vidas y haciendas. Ahorro al lector las reflexiones sobre los mecanismos
de interpelación del discurso ideológico hechas en su día por Althusser. Y tomo
“ideología” en el sentido que le da Marx en La ideología alemana: un discurso
falso, sea porque la posición en la sociedad impide una percepción precisa de
la realidad, sea porque se trata de encubrir intereses más turbios.
Ese tal al que se dirige el autor del panfleto
piensa a partir de mensajes que otros envían. No por sí mismo. El autor en
cambio elabora sus pensamientos a partir de la experiencia, ni por asomo a
partir de los medios subvencionados por el gobierno catalán, que no son ni
citados.
El tal, al que el publicitario se dirige con
un españolísimo “mi alma”, se siente español pese a haber sido expulsado de
España. Claro que al tal no se le había ni ocurrido algo por el estilo. Siempre
pensó que había viajado de un punto de España a otro del mismo país. Craso
error: ni siquiera viajó, fue expulsado de su tierra. “Lo recuerdas ¿no?,
recuerdas que te expulsaron de tu tierra querida. Te expulsó el señorito, el
cacique, el terrateniente que no te daba trabajo. Y en un acto de valor te viniste
aquí. Y cuando cogiste el ‘sevillano’ con tu maleta de cartón llena de
ilusiones, ¿a dónde te dirigiste, mi vida? A Catalunya, a Barcelona, no dijiste
me voy a España, dijiste me voy a Catalunya”.
Bueno, ya se sabe algo del autor del mensaje:
es catalán, como delata el “aquí” y el “vinieron”. El otro llegó del sur, no de
Galicia, ni de Teruel ni de Lérida. Llegó en “el sevillano”, como mandan los tópicos.
Con una “maleta de cartón”. Éste tópico es obligado obligado porque el “con una
mano delante y otra detrás” ha quedado un poco pervertido después de lo usara Marta
Ferrusola para explicar como viven sus hijos e hijas y marido y ella misma.
Y dijo eso tan bonito de “me voy a Catalunya”,
con “ny” no con “ñ”. Porque en su interior ya sabía bien lo que se hacía.
Una inmensa tontería. El tal escribiría
seguramente “Cataluña” porque tal vez es consciente de que escribir Catalunya
cuando se escribe en castellano es insultante para los catalanes. En los
idiomas que conozco, los nombre propios se traducen cuando se les atribuye importancia
y no se traducen cuando su importancia es menor. Ejemplo: no escribimos London
sino Londres, ni Aachen sino Aquisgrán, ni Mainz sino Maguncia, ni Munchen sino
Múnich. Pero escribimos Newcastle y no Castillo Nuevo porque esa ciudad no ha
sido relevante en nuestra historia. Escribir Cataluña es asumir que es
relevante en la historia y lo mismo pasa con Lérida y Gerona. Traducir sus
nombres es reconocimiento y no menosprecio como pretende un nacionalismo corto de
miras y escasamente dado a la reflexión.
Y en Cataluña pudo realizarse. Porque aquí,
como es bien sabido, no había explotadores. Los trabajadores que construyeron
los primeros metros de Barcelona fueron recompensados con prebendas, ni mal
pagados y explotados ni despedidos cuando descubrieron la huelga como
instrumento de lucha obrera.
Claro, en Cataluña había trabajo, industria,
desarrollo. Cosas todas ellas vinculadas a los genes, no a las condiciones históricas.
Cataluña no tuvo un desarrollo industrial en el XIX gracias a una política
proteccionista en el conjunto de España. Y, sobre todo durante el franquismo,
el desarrollo industrial se produjo también por cuestiones genéticas. Nada tuvo
que ver la inversión extranjera.
Porque parte del desequilibrio territorial con
el que se llegó a la transición tiene sus raíces en el desarrollo desigual
fraguado en los años de posguerra. El franquismo (y la burguesía española, que incluía
e incluye a la catalana) propició inversiones extranjeras. Éstas llegaron atraídas
por una mano de obra barata (recuérdese cuando se critique la importación de
productos de otros países) cuyos salarios eran establecidos a golpe de Policía
Nacional. Como es comprensible, en un país con escasas infraestructuras de
transporte, los inversores optaron por un territorio cercano y con una
industria incipiente que proporcionaba mano de obra medianamente cualificada.
Así se construyeron las primeras autopistas, por recomendación del Banco
Mundial y en unas condiciones que han resultado catastróficas para el erario público,
aunque no para los bolsillos privados. Hoy hay quien lamenta la existencia de
autopistas de peaje en Cataluña pero cuando se hicieron en los años sesenta fueron
un maná, el Nilo que facilitaba la instalación de industrias a su entorno. ¿Qué
industria se iba a instalar en Cáceres si desde Tarragona se tenía un acceso
mucho más fácil al centro de Europa? De modo que allí no se hicieron autopistas
y fue en detrimento suyo. No a su favor. Paso por alto que hoy no tienen
autopistas sino autovías, en buena parte hechas con subvenciones europeas, pero
eso es para otro día y así los demagogos pueden seguir diciendo que los
catalanes pagan por circular y el resto de España no lo hace porque, como todo
el mundo sabe, en los peajes se enseña en carnet y sólo se paga si se es catalán.
No lo hacen los camioneros de Almería ni los de Huelva ni los de Valencia. Sólo
un añadido: ¿qué fue de la guerra contra los peajes que hace un tiempo encabezó
ERC? Ni siquiera ha suprimido los peajes propios: Sitges, Cadí,
Terrassa-Manresa.
En fin, a ese tal que llegó y triunfó, le
quieren quitar ahora los derechos a ser catalán y a las pensiones y no se sabe
cuántas cosas más. Y lo quiere hacer la casta. Si tenemos en cuenta que ese término
lo popularizó Podemos para referirse a los partidos que llevaban años apoyando
el sistema, habrá que decidir que los que quieren expoliar al tal de sus
derechos son los del Pdecat, con la inestimable ayuda de otras fuerzas: PP,
PSOE y, claro, ERC.
Por cierto, que el publicista asegura que
Cataluña tiene dos lenguas. Bien está, porque además es cierto. Pero se olvida
de decir que no tienen ambas el mismo tratamiento por parte de los secesionistas.
Más aún, buena parte de los secesionistas sostienen que una Cataluña
independiente sería monolingüe y como prueba baste citar el manifiesto de Koiné.
Sólo para terminar. Creo que no he comido
nunca con el autor del panfleto. Por favor que no me tutee. Que exprese el
mismo respeto, cómo mínimo, que Puigdemont y Turull tienen para un defraudador
confeso llamado Jordi Pujol al que nunca han apeado el tratamiento. Yo me comprometo
a respetar al él o a la ella o al
grupo que haya podido perpetrar el texto y mantener el usted. Puedo criticar su
mal estilo y sus tergiversaciones históricas, pero les sigo considerando
personas que se ganan la vida como pueden.
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