martes, 28 de enero de 2014

Las preguntas y el retraimiento ciudadano* (Por José Manuel Pérez Tornero) Parte I

Existen diversos tipos de preguntas, entre otras, las inocentes, las capciosas y las peligrosas. Las preguntas del hipotético referéndum en Cataluña son a la vez, capciosas, impositoras de temas, inquisitivas y, por descontando, son peligrosas. Son ejercidas desde el poderexigen respuestas breves y concretasbuscan una zona sensible, y, si la encuentran, siguen interrogando


“Una pregunta es una incursión” –decía Canetti-. “Cuando la pregunta se ejerce como medio del poder, penetra como una navaja que corta el cuerpo del interrogado (...) El que pregunta es un tipo peculiar de cirujano que trabaja conscientemente provocando dolores locales e irritando determinadas zonas de la víctima para saber algo seguro acerca de otras”.
Pero existen diversos tipos de preguntas. Entre otros, tres: las preguntas  inocentes, las capciosas y las peligrosas.
La pregunta inocente es meramente informativa. “La (…) más inocente es la que permanece aislada y no arrastra tras de sí ninguna otra” –sigue diciendo Canetti-. Por ejemplo, “le preguntamos a un desconocido por un edificio. Nos lo señala. Nos conformamos con esta respuesta y seguimos caminando”. Pero estas preguntas son escasísimas en el ámbito político. Los políticos no suelen informarse, siempre saben siempre lo que quieren escuchar.


Una pregunta capciosa se hace para arrancar al contrincante o interlocutor una respuesta que pueda comprometerlo, o que favorezca propósitos de quien las formula. Preguntando en esencia lo mismo consigue, mediante  una forma capciosa de interrogar, una respuesta diferente


Vienen a continuación las preguntas capciosas. Según el diccionario de la RAE, las que “se hacen para arrancar al contrincante o interlocutor una respuesta que pueda comprometerlo, o que favorezca propósitos de quien las formula”. Pongamos un ejemplo. Un franciscano podría preguntar a su Superior: “Padre, ¿puedo fumar mientras rezo?”. Respuesta: “No, hijo. No. ¡Sería una falta de respeto a la oración!”. Por el contrario,  un jesuita –más sibilino- preguntaría: “Padre, ¿puedo orar mientras fumo?”. Respuesta: “Claro, hijo. ¡Siempre es un buen momento para orar!”. Así, el jesuita, preguntando en esencia lo mismo que el franciscano, consigue, mediante  una forma capciosa de interrogar, una respuesta diferente. De preguntas capciosas y retóricas está llena la arena política. Los políticos, al preguntar, suelen tejer redes de enredo.
Finalmente, están las preguntas que imponen desde el poder, preguntas impositivas: las peligrosas. Dentro de ellas, distinguiremos dos tipos: a)  las que podemos denominar impositoras de temas; y aquellas otras que son inquisitivas.
Impositoras de temas. Un padre, o una madre, al escuchar un ruido brusco en la habitación del hijo preguntan directamente: “¿Qué has hecho?”. Sin quererlo -o queriéndolo- está construyendo el tema de la culpa, es decir, un escenario de culpabilización que compromete al hijo. Sea cual sea la respuesta del hijo, lo que va a quedar flotando en el ambiente es la (presunta) culpa. Este efecto  se produce gracias al poder del lenguaje para crear e imponer marcos cognitivos, es decir, focos de atención prefigurados que se activan con un su sola mención y resuenan comunicativa y cognitivamente. G. Lakoff  mostraba este poder con el ejemplo del pensar en un elefante. Si alguien ordena: “No penséis en los próximos dos minutos en un elefante”, todo el mundo, aunque lo trate de evitar, acabará pensando en un elefante. Los políticos, suelen jugar a este juego con frecuencia. Hablan solo de los temas que ellos consideran favorables. A esto le llaman crear agenda propia.

Están también las preguntas que imponen desde el poder, preguntas impositivas: las peligrosas. Los políticos, suelen jugar a este juego con frecuencia. Hablan sólo de los temas que ellos consideran favorables. A esto le llaman crear agenda propia


Preguntas inquisitivas. Pero, las preguntas desde el poder pueden aun ser más impositivas y encerrar, en consecuencia, mayor peligro. Introducen, entonces, preguntas inquisitivas, que tratan de desmontar al interrogado. “Toda pregunta que en última instancia pretende desmontar al interrogado -seguimos siempre a Canetti-,  se inicia como una palpación que va intensificándose y llegando a diferentes zonas” (…) Cuando se exigen respuestas breves, concretas, la situación es de lo más peligrosa”. Es así como los políticos preguntan en caso de referéndum. También en el hipotético referéndum en Cataluña.
Las preguntas de este hipotético referéndum en Cataluña rezan así: “¿Quiere que Cataluña sea un Estado?” y “En caso de respuesta afirmativa, ¿quiere que Cataluña sea un Estado independiente?”.
Tal serie de preguntas tiene todas las características de peligro de las que hablaba Canetti. Son, a la vez, capciosas, impositoras de temas, inquisitivas y, por descontando, además, son peligrosas. Son ejercidas desde el poder; exigen respuestas breves y concretas; buscan una zona sensible, y, si la encuentran, siguen interrogando; y dejan de lado lo que no les interesa saber.
Son capciosas: aparentan ensanchar la libertad de “decidir” cuando, en realidad, la están constriñendo y limitando con imposiciones previas. Son, por tanto, preguntas que imponen y acallan más que ayudan a la libertad de opción.
Preguntas ejercidas desde el poder, es decir de arriba a abajo. Es la clase política la que pregunta a los ciudadanos. En cambio, esta clase, no se deja preguntar por los ciudadanos –si no cómo iban a sobrevivir como clase a base de indefiniciones y ambigüedades-. Los políticos no tienen necesidad de explicar conceptos tales como “estado independiente”, “Estado a secas”, ni las consecuencias de poner en marcha un proceso separatista. Y esto es tan evidente que, incluso, algunos de los partidos que han promovido tales preguntas, apenas nos han dicho qué contestarían ellos a tales preguntas –a este propósito, recuérdense sus programas en las últimas elecciones, por ejemplo.

Los políticos no tienen necesidad de explicar conceptos como “estado independiente”, “Estado a secas”, ni las consecuencias de poner en marcha un proceso separatista. Y esto es tan evidente que, incluso, algunos de los partidos que han promovido tales preguntas, apenas nos han dicho qué contestarían ellos


Son preguntas, por otra parte, que imponen un mono-tema: el del Estado catalán y rechazan cualquier otra opción. Queda claro que solo se da a elegir entre que Cataluña sea un Estado y que éste sea independiente. Desde el punto de vista pragmático diríamos que, más que preguntas, son un eslogan, una cantinela. En la medida en que cierran el espacio de opción y se convierten en una especie de letanía repetitiva, son, por encima de todo, preguntas rituales. Forman parte de una liturgia. Lo de menos es que estas preguntas lleguen o no a contestarse en las urnas. Lo que importa es su significatividad, no su efectividad.
Preguntas también inquisitivas, exigentes de respuestas breves y concretas. Sin matización posible. Nada más que “Sí” o “No”. Quedan excluidos el “Sí, pero”, el, “Según en qué condiciones”, el “Hay otras opciones”Buscan una zona sensible, y, si la encuentran, siguen interrogando. Finalmente, son inquisitivas, hurgan repetidamente en nosotros, buscan comprometernos, saber de nosotros. Nos acosan y apenas nos dejan opciones.
En realidad, son preguntas desafiantes y altaneras. Al desafiar las leyes vigentes, nos desafían a todos como ciudadanos –es decir, como sujetos libres cuya libertad se basa precisamente en las leyes fundamentadas en un estado de derecho-. No nos consideran ciudadanos, sino nacionales, es decir, sujetos de una Nación que, como tal Nación paree estar por encima del Estado de derecho y de cualquier legislación.  Los que las formulan saben que estas preguntas no tienen amparo legal; saben que como ciudadanos de un estado de derecho, no estamos, de ningún modo, obligados a contestarlas; pero, a pesar de ello, nos las plantean inquisitivamente, con gesto desafiante y arrogante, para mostrar hasta dónde quieren llegar y para que sepamos cuáles van a ser sus métodos en el futuro.

Pero ¿cuál es, a medio plazo, la auténtica función de este tipo de preguntas que no buscan nuestra expresión, sino constreñirnos y que, muy probablemente, no pasarán por las urnas?

*Este texto es una primera entrada de dos textos de reflexión de José Manuel Pérez Tornero en torno a las preguntas y el hipotético referéndum de secesión en Cataluña

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