Existen diversos tipos de preguntas, entre otras, las inocentes, las capciosas y las peligrosas. Las preguntas del hipotético referéndum en Cataluña son a la vez, capciosas, impositoras de temas, inquisitivas y, por descontando, son peligrosas. Son ejercidas desde el poder; exigen respuestas breves y concretas; buscan una zona sensible, y, si la encuentran, siguen interrogando
“Una pregunta es una incursión” –decía
Canetti-. “Cuando la pregunta se ejerce como medio del poder, penetra como una navaja que corta el cuerpo del
interrogado (...) El que pregunta es un tipo peculiar de cirujano que trabaja
conscientemente provocando dolores locales e irritando determinadas zonas de la
víctima para saber algo seguro acerca de otras”.
Pero existen diversos tipos de preguntas.
Entre otros, tres: las preguntas inocentes, las capciosas y las peligrosas.
La pregunta inocente es meramente informativa.
“La (…) más inocente es la que permanece aislada y no arrastra tras de sí
ninguna otra” –sigue diciendo Canetti-. Por ejemplo, “le preguntamos a un
desconocido por un edificio. Nos lo señala. Nos conformamos con esta respuesta
y seguimos caminando”. Pero estas preguntas son escasísimas en el ámbito político.
Los políticos no suelen informarse, siempre saben siempre lo que quieren
escuchar.
Una pregunta capciosa se hace para arrancar al contrincante o interlocutor una respuesta que pueda comprometerlo, o que favorezca propósitos de quien las formula. Preguntando en esencia lo mismo consigue, mediante una forma capciosa de interrogar, una respuesta diferente
Vienen a continuación las preguntas capciosas. Según el diccionario de la
RAE, las que “se hacen para arrancar al contrincante o interlocutor una
respuesta que pueda comprometerlo, o que favorezca propósitos de quien las
formula”. Pongamos un ejemplo. Un franciscano podría preguntar a su Superior:
“Padre, ¿puedo fumar mientras rezo?”. Respuesta:
“No, hijo. No. ¡Sería una falta de
respeto a la oración!”. Por el contrario, un jesuita –más sibilino- preguntaría: “Padre, ¿puedo orar mientras fumo?”. Respuesta: “Claro, hijo. ¡Siempre es un buen momento
para orar!”. Así, el jesuita, preguntando en esencia lo mismo que el
franciscano, consigue, mediante
una forma capciosa de interrogar, una respuesta diferente. De preguntas
capciosas y retóricas está llena la arena política. Los políticos, al
preguntar, suelen tejer redes de enredo.
Finalmente, están las preguntas que imponen desde el poder, preguntas
impositivas: las peligrosas. Dentro
de ellas, distinguiremos dos tipos: a) las que podemos denominar impositoras de temas; y aquellas
otras que son inquisitivas.
Impositoras
de temas. Un padre, o una
madre, al escuchar un ruido brusco en la habitación del hijo preguntan
directamente: “¿Qué has hecho?”. Sin quererlo -o queriéndolo- está construyendo
el tema de la culpa, es decir, un
escenario de culpabilización que compromete al hijo. Sea cual sea la
respuesta del hijo, lo que va a quedar flotando en el ambiente es la (presunta)
culpa. Este efecto se produce
gracias al poder del lenguaje para crear e imponer marcos cognitivos, es decir, focos
de atención prefigurados que se activan con un su sola mención y resuenan comunicativa y cognitivamente.
G. Lakoff mostraba este poder con
el ejemplo del pensar en un elefante. Si alguien ordena: “No penséis en los próximos
dos minutos en un elefante”, todo el mundo, aunque lo trate de evitar, acabará
pensando en un elefante. Los políticos, suelen jugar a este juego con
frecuencia. Hablan solo de los temas que ellos consideran favorables. A esto le
llaman crear agenda propia.
Están también las preguntas que imponen desde el poder, preguntas impositivas: las peligrosas. Los políticos, suelen jugar a este juego con frecuencia. Hablan sólo de los temas que ellos consideran favorables. A esto le llaman crear agenda propia
Preguntas
inquisitivas. Pero, las
preguntas desde el poder pueden aun
ser más impositivas y encerrar, en consecuencia, mayor peligro. Introducen,
entonces, preguntas inquisitivas, que
tratan de desmontar al interrogado. “Toda
pregunta que en última instancia pretende desmontar al interrogado -seguimos
siempre a Canetti-, se inicia como
una palpación que va intensificándose y llegando a diferentes zonas” (…) Cuando
se exigen respuestas breves, concretas, la situación es de lo más peligrosa”. Es
así como los políticos preguntan en caso de referéndum. También en el hipotético
referéndum en Cataluña.
Las preguntas de este hipotético referéndum en Cataluña rezan así: “¿Quiere
que Cataluña sea un Estado?” y “En caso de respuesta afirmativa, ¿quiere que
Cataluña sea un Estado independiente?”.
Tal serie de preguntas tiene todas las
características de peligro de las que hablaba Canetti. Son, a la vez,
capciosas, impositoras de temas, inquisitivas y, por descontando, además, son
peligrosas. Son ejercidas desde el poder;
exigen respuestas breves y concretas;
buscan una zona sensible, y, si la
encuentran, siguen interrogando; y dejan
de lado lo que no les interesa saber.
Son capciosas:
aparentan ensanchar la libertad de “decidir” cuando, en realidad, la están
constriñendo y limitando con imposiciones previas. Son, por tanto, preguntas
que imponen y acallan más que ayudan a la libertad de opción.
Preguntas ejercidas
desde el poder, es decir de arriba a abajo. Es la clase política la que pregunta
a los ciudadanos. En cambio, esta clase, no se deja preguntar por los
ciudadanos –si no cómo iban a sobrevivir como clase a base de indefiniciones y
ambigüedades-. Los políticos no tienen necesidad de explicar conceptos tales
como “estado independiente”, “Estado a secas”, ni las consecuencias de poner en
marcha un proceso separatista. Y esto es tan evidente que, incluso, algunos de
los partidos que han promovido tales preguntas, apenas nos han dicho qué
contestarían ellos a tales preguntas –a este propósito, recuérdense sus
programas en las últimas elecciones, por ejemplo.
Los políticos no tienen necesidad de explicar conceptos como “estado independiente”, “Estado a secas”, ni las consecuencias de poner en marcha un proceso separatista. Y esto es tan evidente que, incluso, algunos de los partidos que han promovido tales preguntas, apenas nos han dicho qué contestarían ellos
Son preguntas, por otra parte, que imponen un mono-tema: el del Estado catalán y rechazan cualquier
otra opción. Queda claro que solo se da
a elegir entre que Cataluña sea un Estado y que éste sea independiente.
Desde el punto de vista pragmático diríamos que, más que preguntas, son un eslogan, una cantinela. En la medida en
que cierran el espacio de opción y se convierten en una especie de letanía
repetitiva, son, por encima de todo, preguntas
rituales. Forman parte de una liturgia. Lo de menos es que estas preguntas
lleguen o no a contestarse en las urnas. Lo que importa es su significatividad, no su efectividad.
Preguntas
también inquisitivas, exigentes de respuestas breves y concretas. Sin
matización posible. Nada más que “Sí” o “No”. Quedan excluidos el “Sí, pero”, el, “Según en qué condiciones”, el “Hay
otras opciones”… Buscan una zona sensible,
y, si la encuentran, siguen interrogando. Finalmente, son inquisitivas, hurgan repetidamente en
nosotros, buscan comprometernos, saber de nosotros. Nos acosan y apenas nos
dejan opciones.
En realidad, son preguntas desafiantes y
altaneras. Al desafiar las leyes vigentes,
nos desafían a todos como ciudadanos –es decir, como sujetos libres cuya
libertad se basa precisamente en las leyes fundamentadas en un estado de
derecho-. No nos consideran ciudadanos,
sino nacionales, es decir, sujetos de una Nación que, como tal
Nación paree estar por encima del Estado de derecho y de cualquier legislación.
Los que las formulan saben que
estas preguntas no tienen amparo legal; saben que como ciudadanos de un estado
de derecho, no estamos, de ningún modo, obligados a contestarlas; pero, a pesar
de ello, nos las plantean inquisitivamente, con gesto desafiante y arrogante,
para mostrar hasta dónde quieren llegar y para que sepamos cuáles van a ser sus
métodos en el futuro.
Pero ¿cuál es, a medio plazo, la auténtica
función de este tipo de preguntas que no buscan nuestra expresión, sino constreñirnos
y que, muy probablemente, no pasarán por las urnas?
*Este texto es una primera entrada de dos textos de reflexión de José Manuel Pérez Tornero en torno a las preguntas y el hipotético referéndum de secesión en Cataluña
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