sábado, 28 de diciembre de 2013

“¡Viva Québec Libre!” Libertad y federalismo (Por Jean Leclair*)

El pensamiento federal reconoce al sujeto la capacidad de tomar decisiones, de cambiar de opinión si lo desea y de hacer todo eso sin ser acusado de negarse a sí mismo. El federalismo reconoce también que una comunidad puede estar compuesta no sólo por una pluralidad de identidades monistas, distintas las unas de las otras,  sino también por identidades superpuestas, verdaderamente plurales en su esencia



“¡Viva Québec libre!” Esta famosa frase, lanzada desde un balcón por el general de Gaulle, refleja el carácter polisémico de la palabra “libertad”. Aunque de Gaulle se refería en su discurso de 1967 a la libertad de una comunidad política, nosotros utilizamos esta palabra con más frecuencia para describir la libertad de un individuo.
La libertad puede ser vista desde distintos ángulos. Dos versiones de la misma palabra son la libertad individual y la libertad nacional. Sus significados, como veremos más adelante, inciden sobre la reflexión federal.



En un ensayo de 1819, Benjamin Constant distingue entre la libertad de los antiguos y de los modernos. La primera, dice el autor, “consiste en ejercer colectivamente pero de forma directa varias partes del conjunto de la soberanía”. Constant constata como los antiguos creían que era compatible la libertad colectiva y la completa sumisión del individuo a la autoridad del conjunto de individuos.
La libertad moderna es, sin embargo, una cosa bien distinta. Se fundamenta en la capacidad, reconocida a todos los individuos en igualdad de condiciones, a actuar de acuerdo a sus propios deseos. Se define como un espacio donde todos pueden ejercer su libre albedrío.
Al lado de esta libertad individual moderna se sitúa la llamada “libertad nacional” que tiene que ver con un fenómeno distinto: algunos hombres no tienen la sensación de ser libres si sus líderes no pertenecen a su misma raza o comparten una misma lengua. En este sentido, la concepción de libertad nacional se encuentra mucho más cerca a lo que Benjamin Constant consideraba la libertad de los antiguos.
Estas dos concepciones de la libertad- individual y nacional- se encuentran en el origen de todas las teorías políticas e identitarias caracterizadas por su carácter monista, lo cual, tiene consecuencias a la hora de pensar el federalismo.

En la concepción nacionalista, el individuo deja de estar reducido a la condición de simple sujeto de derechos. Su identidad, y por lo tanto, el espacio donde puede ejercer su libre albedrío, queda determinado por su herencia cultural


En la “libertad nacional”, la nación se moviliza para garantizar la independencia del grupo en contra de la amenaza planteada por “los otros”. En lugar de hablar de “libertad nacional”, algunos prefieren a menudo términos como “soberanía nacional” y “autodeterminación” que tienen en común la capacidad de borrar la dimensión relacional de los conflictos sociales y políticos.
Una vez transformadas en “derechos” - o “en soberanía indivisible” – las reivindicaciones nacionalistas requieren la entrega total del adversario. La nación, para aquellos que así la conciben, trasciende la abstracción cívica porque hunde sus raíces en una historia y una cultura singulares. El individuo deja de estar reducido a la condición de simple sujeto de derechos. Se convierte por encima de todo en el producto de esta historia y esta cultura. Su identidad, y por lo tanto el espacio donde puede ejercer su libre albedrío, queda determinado por esta herencia.
El precio que se paga frecuentemente con esta concepción es que todo aquello que se quiere proyectar en nombre de la libertad individual, más allá de la frontera identitaria, es calificado de no-auténtico.

Uno de los problemas que plantea el nacionalismo es que como su finalidad es garantizar la cohesión de un grupo cultural en particular, pone énfasis en las diferencias y no en los aspectos que les unen con otros grupos que son las que dan origen a la solidaridad


 El nacionalismo plantea varios problemas. Uno de ellos es que como su finalidad es garantizar la cohesión de un grupo cultural en particular, pone énfasis en las diferencias culturales que surgen de la historia común del grupo y no en los aspectos que les unen con otros grupos que son las que dan origen a la solidaridad.
Desde mi punto de vista, el enfoque nacionalista no da respuesta a la realidad que es una cosa mucho más compleja. Si aceptamos que la identidad de una persona no es un recipiente con los bordes bien definidos sino más bien un espacio donde se superponen una serie de registros. Y reconocemos que estos registros no se movilizan todos en el campo político, que muchos de ellos pueden predisponer a un individuo a pertenecer a más de una comunidad política, es el momento de abrir la puerta a la reflexión federal.
La mayor fuerza del federalismo es que, a diferencia del nacionalismo, apela a seres humanos y no a superhombres. Abraham Lincoln ya decía que el mayor mérito del federalismo es que no nos idealiza, nos acepta a todos con nuestros defectos y nuestras cualidades.
El pensamiento federal se basa en una antropología moral que reconoce al sujeto la capacidad de tomar decisiones, de cambiar de opinión si lo desea y de hacer todo eso sin ser acusado de negarse a sí mismo. Admite que la elección de los sujetos, sin estar totalmente determinada por el contexto, tampoco es impermeable a él.
http://www.droit.umontreal.ca/professeurs_personnel/corps_professoral/jean.leclair.html
El federalismo reconoce la importancia de multiplicar las comunidades políticas. Constata también que una comunidad puede estar compuesta no sólo por una pluralidad de identidades monistas, distintas las unas de las otras,  sino también por identidades superpuestas, identidades verdaderamente plurales en su esencia. Si aceptamos esto, podemos concluir también que no hay nada raro en que en el ejercicio de su libertad individual, el sujeto abrace una doble o triple pertenencia identitaria.

El pensamiento federal trata no sólo de considerar seriamente la gestión de las diferencias sino que también trata de estructurar las relaciones políticas para que las partes estén obligadas a entender el principio de solidaridad


En otras palabras, el principio federal trata de pensar y institucionalizar la relación compleja, y a veces tensa, que existe entre la libertad individual y la libertad  nacional.
El federalismo obliga a todas las partes a considerar el alcance y los límites del poder de forma simultánea. Cierra el paso a cualquier pretensión totalizadora. Y es por eso que si concebimos la libertad individual como un atributo del sujeto, como un espacio donde cada uno puede ejercer su libre albedrío, el federalismo parece ser una forma política menos restrictiva que el nacionalismo.
Debido a su dimensión simbiótica, la identidad nacional tiende a absorberlo todo, a dictar más que proponer. El pensamiento federal, en cambio, trata no sólo de considerar seriamente la gestión de las diferencias sino que también trata de estructurar las relaciones políticas para que las partes estén obligadas a entender el principio de solidaridad.
Algunos de los principales teóricos del federalismo, como Alexis de Tocqueville o Alexander Hamilton, estaban convencidos que el compromiso de los ciudadanos con su administración local sería siempre más fuerte que los lazos que los unen con la administración central. No concibieron el principio federal como una manera de gestionar las diferencias culturales. Los Estados Unidos tuvieron que pasar por una sangrienta guerra civil antes de darse cuenta del potencial que tenía el federalismo como modelo de convivencia.
Sin embargo, si la federación canadiense perdura, puede deberse a que los quebequenses y los canadienses angloparlantes no creen que la cultura sea una túnica cortada de una misma pieza de tela. O quizás no creen que esta cultura merezca ocupar todo el espacio político. Es posible que dentro del ejercicio de su libertad individual, jerarquicen de forma distinta a como algunos desearían sus múltiples señas de identidad. La democracia, y más aún, la eficiencia económica, son probablemente preocupaciones más importantes para ellos.


*Traducción y edición de Beatriz Silva. Para un análisis más en profundidad del tema, consultar el artículo de Jean Leclair 'Vive Le Québec Libre !' Liberté(s) EtFédéralisme, 3 Revue Québécoise de Droit constitutionnel, 2010.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Federalista per eliminació (Per Siscu Baiges)

Quan vaig escoltar que els independentistes deien que els federalistes no existien, vaig pensar que era el moment de fer-se’n. Quan deien que a Espanya no hi havia federalistes, vaig pensar que era el moment de buscar-los. Quan els independentistes diuen que el federalisme és impossible perquè no sabem amb qui federar-nos, vaig començar a dibuixar mapes d’una hipotètica Espanya federal


“Tu ets federalista per aturar l’independentisme”, em diuen alguns interlocutors convençuts de la causa secessionista. Tenen part de raó. Temps enrere mai no m’hauria plantejat que ser federalista fos un dels trets que em defineixen. De fet, quan CiU era nacionalista en comptes d’independentista, ni tan sols m’agradava el mot “catalanista” per identificar-me, contràriament a moltes persones del meu entorn que creien que així es diferenciaven dels convergents.
Els “ismes” atribuïts a territoris, sigui ciutats, comunitats o països, em sonen a antipàtics, creguts i insolidaris. Només els trobo tolerables quan es refereixen a l’esport i es plantegen com un joc del qual tothom en coneix les limitacions i frivolitat. “Viva el Betis manque pierda” és la síntesi perfecta d’allò que vull dir. S’és del Betis i tant li fa que jugui bé o malament, que guanyi o perdi, que estigui a Primera o a Segona Divisió. És una opció personal, quasi infantil. Per riure i treure’s l’estrés del damunt.   
A més, pateixo una malaltia congènita, diagnosticada pel meu pare quan ja era un marrec, que em porta a anar en contra sistemàticament dels corrents majoritaris. Novament, l’esport és l’única excepció en aquesta dinàmica. Tota la vida he estat culer i tot i la seva dependència actual d’una dictadura àrab continuo patint cada cop que anuncien els resultats del Barça en qualsevol competició. Crec que assoliré la maduresa definitiva el dia que trenqui el carnet blaugrana que mai no he tingut.

Això del federalisme sempre m’havia sonat a antiquat. Als llibres o reportatges sobre la història de Catalunya que ens parlaven de gent que havia viscut molts anys enrere, liderats per Pi i Margall


Potser això permet entendre perquè quan des de les altes instàncies polítiques i mediàtiques del país se’ns commina a fer-nos independentistes, jo m’hi posi d’esquena. Però, en girar-nos ens trobem que l’altra cara de la moneda són els que fan bandera de l’espanyolisme, per convicció o per guanyar vots. Si no puc ser ni espanyolista ni independentista, què em queda?
I en això van arribar els federalistes. A mi, això del federalisme sempre m’havia sonat a antiquat. Als llibres o reportatges sobre la història de Catalunya que ens parlaven de gent que havia viscut molts anys enrere, liderats per Pi i Margall. La història sempre m’ha semblat una trampa que serveix per legitimar actituds polítiques que, sovint, pensen més en la rendibilitat electoral que en el futur i les necessitats de la majoria de la població. Cadascú et parla dels seus historiadors bons, els que interpreten el que va passar anys enrere de forma correcte. Ho sintetitzava “El Roto” en l’acudit on es llegia: “Historiador, la teva pàtria et crida”. El gran Jaume Sobrequés és l’exemple viu d’aquest model d’historiador que em fa malfiar d’aquesta branca del coneixement.
Amb el pas del temps he anat trobant coincidències amb la gent que es mou en els cercles “federalistes”. Quan vaig escoltar que els independentistes deien que els federalistes no existien, vaig pensar que era el moment de fer-se’n. Quan deien que a Espanya no hi havia federalistes, vaig pensar que era el moment de buscar-los. Quan els independentistes diuen que el federalisme és impossible perquè no sabem amb qui federar-nos, vaig començar a dibuixar mapes d’una hipotètica Espanya federal.

Una estudiant em demanava fa un temps quants diners representaria per Catalunya federar-se amb Espanya. Una professora li deia que la independència portaria a Catalunya un regal anual de 16.000 milions d’euros. No puc quantificar el federalisme en euros. A partir de quina quantitat un independentista acceptarà que “Espanya ja no ens roba”?


I així arribem al moment actual. Quan algú em pregunta si sóc federalista, primer faig una ganyota de no saber què respondre; després puntualitzo que l’independentisme i l’espanyolisme em semblen dues actituds insolidàries i egoistes. Tot seguit passo a la vessant positiva i dic que jo entenc el federalisme com la voluntat d’agermanar persones i comunitats, d’avançar en la millora del benestar de les persones, de totes les persones, de resoldre les tensions entre col.lectius, comunitats i països, combinant solidaritat i justícia,...
Una estudiant em demanava fa un temps quants diners representaria per Catalunya federar-se amb Espanya. M’insistia en demanar-me una xifra perquè una professora li exigia i li deia que la independència portaria a Catalunya un regal anual de 16.000 milions d’euros. L’únic concret que li vaig saber dir és que la seva professora es fiava massa dels càlculs que fan els independentistes. No puc quantificar el federalisme en euros. A partir de quina quantitat un independentista acceptarà que “Espanya ja no ens roba”?
Ja sé que els meus arguments no convenceran ningú. No estan pensats per això. Si algú m’ofereix una altra etiqueta per identificar-me, que m’allunyi tant de la insolidaritat dels independentistes com de la dels centralitzadors, potser la compro. De moment, tinc aquesta. I m’agradaria poder tenir una bandera de referència per penjar-la al balcó entre tantes estelades i alguna que altra bandera espanyola i catalana. Però em diuen els meus amics federalistes que a nosaltres no ens agraden les banderes.

I segurament tenen raó!

domingo, 22 de diciembre de 2013

Federalisme vs. independència: costos de transacció i aspectes distributius (Per Francesc Trillas)

Els costos de transacció un cop s’ha decidit avançar fermament cap a la independència, poden fer que no s’obtinguin guanys socials nets de la separació fins al cap d’uns cinquanta anys. En canvi, l’alternativa federal, tant a Espanya com a Europa, permet una evolució amb uns costos de transacció molt menors, incloent una menor incertesa, pel fet de poder evolucionar-hi des de les institucions actuals, tant autonòmiques a Espanya com d’unió embrionària a Europa



El federalisme no és una tercera via, és la primera via, és l’única via transitable per organitzar la nostra convivència, almenys dintre de la Unió Europea i la zona euro. Una reforma constitucional a Espanya seria un acompanyament molt útil, i s’haurà d’acabar produint, encara que avui és difícil perquè els nacionalistes d’aquí i allà prefereixen no resoldre el problema. Però ningú creu seriosament, em sembla, que es pugui avançar legalment en les necessàries reformes institucionals sense un aprofundiment federal de l’estat de les autonomies i sense una Europa que avanci cap a un model més federal que intergovernamental: una Europa unida i democràtica sense fronteres que esdevingui un estat federal europeu.



El concepte de costos de transacció ajuda a entendre per què, quan els independentistes en països desenvolupats han de concretar la seva proposta, en realitat molts d’ells acostumen a acovardir-se, i quedar-se en conceptes ambigus (especialment a Europa i el món globalitzat d’avui) com la “sobirania plena”, o la creació d’un “estat” de definició imprecisa, o l’original “separar-nos per després unir-nos”. Els costos de transacció són els que es deriven d’arribar a acords i fer-los complir, i de reformar les institucions que governen les relacions humanes en els seus aspectes formals i informals. És un concepte que va desenvolupar el gran economista britànic recentment desaparegut Ronald Coase, i que el politòleg Robert Young ha aplicat als debats secessionistes en països democràtics com Canadà.
Young argumenta que, incloent els costos de la incertesa sobre allò que succeirà en el futur, a la qual condueix la necessària ambigüitat dels sobiranistes, els costos de transacció un cop s’ha decidit avançar fermament cap a la independència, poden fer que no s’obtinguin guanys socials nets de la separació fins al cap d’uns cinquanta anys. En canvi, l’alternativa federal, tant a Espanya com a Europa, permet una evolució amb uns costos de transacció molt menors, incloent una menor incertesa, pel fet de poder evolucionar-hi des de les institucions actuals, tant autonòmiques a Espanya com d’unió embrionària a Europa. 
Un nou senat, competències blindades, multilingüisme, mecanismes transparents de finançament basats en regles automàtiques i no en la discrecionalitat, són reformes ambicioses que cal introduir, però que no generen la incertesa institucional de no saber quins països reconeixeran el teu passaport, de no saber quines institucions es faran servir per pagar la teva pensió, o de no saber quins tractats internacionals garantiran la seguretat del teu país. A Europa, unió bancària, tresor federal, unió fiscal, govern i president europeus (per exemple, que el president de la Comissió i del Consell siguin la mateixa persona, elegida pel Parlament Europeu), serien grans avenços, però factibles, amb menys costos de transacció associats que una cascada de secessions.


Un nou senat, competències blindades, multilingüisme són reformes ambicioses que no generen la incertesa institucional de no saber quins països reconeixeran el teu passaport, de no saber quines institucions es faran servir per pagar la teva pensió, o de no saber quins tractats internacionals garantiran la seguretat del teu país


Per això les alternatives secessionistes troben grans dificultats quan han de clarificar la seva ruta, i quan arriba l’hora de la veritat sembla que molts d’ells s’arronsen, demanant “sobirania” en comptes d’independència en alguns casos (Canadà), o elaborant projectes “independentistes” que inclouen no canviar de cap d’estat, ni de moneda, ni de televisió pública (com en el cas escocès). O que plantegen separar-se per tornar-se a unir ràpidament (l’últim invent dels assessors d’Artur Mas).
Els costos de transacció són tan grans, que quan els promotors es veuen obligats a revelar els detalls del seu projecte, resulta que la independència no és gaire independent, i en realitat els costos rellevants no acaben sent els de la independència, sinó els de fer bullir l’olla a una pressió més o menys controlada si pot ser durant dècades, cosa que ja va bé a les dretes d’un costat i l’altre per amagar desigualtats i corrupcions. I en aquest bullir l’olla l’efecte fonamental és la divisió o en casos extrems la desaparició de l’esquerra. I per tant la continuïtat de polítiques de dretes, a Catalunya per exemple les polítiques nefastes de Boi Ruiz o Irene Rigau, o la continuïtat de pressupostos regressius, com ens recordava Guillem Martínez. Una part molt important dels votants d’esquerres a Catalunya no recolzaran mai la independència per raons culturals i socials d’afinitat amb Espanya. En aquest sentit, el de facilitar la divisió de l’esquerra potencialment majoritària, l’efecte redistributiu del moviment independentista és enormement regressiu. La dreta també es divideix, perquè també té afinitats culturals diverses, però la dreta social en una societat industrialitzada és habitualment minoritària, i el que hi perd amb la seva divisió ho guanya amb escreix amb la divisió de l’esquerra.


A Catalunya el procés sobiranista perjudica als sectors populars perquè impedeix l’articulació d’una majoria d’esquerres que apliqui programes de progrés sostenible en l’únic context on és avui això possible, que és el context europeu. Nacionalisme i socialisme no lliguen



Ho fan no conscientment potser, sinó d’una forma evolutiva i adaptativa, però pels detalls que donen de la independència quan no tenen més remei, molts líders independentistes (a Catalunya, Quebec i Escòcia) sembla que troben més útil el moviment i el procés que la independència en si, com ha argumentat brillantment Jordi Soler. Per això crec que aquells que des de l’esquerra de bona fe s’afegeixen al procés (demanant una consulta ex-ante sense que hi hagi un projecte elaborat darrera els conceptes que es plantegen a l’electorat, o proclamant sobiranies) en realitat fan el joc a erosionar l’esquerra. I també sense saber-ho fan el joc a erosionar els objectius compartits del catalanisme: bàsicament, preservar la cultura catalana de la qual la llengua n’és el component principal, amb el suport de persones d’altres orígens culturals, i modernitzar Espanya amb la vista a Europa. Els eixos nacional i social no són ortogonals (és a dir, no són independents l’un de l’altre: l’eix nacional és social). En altres processos secessionistes pot no ser així (com a l’Índia), però a Catalunya el procés sobiranista perjudica als sectors populars perquè impedeix l’articulació d’una majoria d’esquerres que apliqui programes de progrés sostenible en l’únic context on és avui això possible, que és el context europeu. Nacionalisme i socialisme no lliguen, li va dir Einstein a Campalans en una visita a Catalunya. En això, és a dir, pel que fa a la divisió de l’esquerra i l’efecte boomerang per al catalanisme, els costos del federalisme (desenvolupant la idea d’unió en la diversitat i de govern compartit, a Espanya i Europa) no sols són menors, sinó inexistents.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Federalismo en el Estado de bienestar (Borrador para amigos) (Por José Luis López Bulla)

El Estado de bienestar fue una conquista itinerante, especialmente de las izquierdas sociales y políticas, en el marco del Estado nacional y en el contexto de la empresa taylorista-fordista, que hoy están en profunda crisis. El federalismo necesita un programa de Estado de bienestar


Posiblemente uno de los escenarios que pueden darle mayor credibilidad social al federalismo sea el tratamiento que se le dé al Estado de bienestar. Un federalismo que no aborde tan importantísima cuestión deviene música celestial, y no será, como afirmaba Hegel, «una bandera en la cabeza de la gente». El tema es de la mayor importancia precisamente en estos momentos de concienzudo y sistemático ataque al Estado del bienestar y al conjunto de bienes democráticos que representa. Un ataque que está provocando, de un tiempo a esta parte, una reacción general de protesta en toda la piel de toro.    



Es obvio que el federalismo necesita un programa de Estado de bienestar. Ahora bien, a mi entender, es imprescindible situar una discusión previa acerca de los prerrequisitos o precondiciones de ese programa federalista. Por esta razón: el Estado de bienestar fue una conquista itinerante, especialmente de las izquierdas sociales y políticas, en el marco del Estado nacional y en el contexto de la empresa taylorista-fordista, que hoy están en profunda crisis. Por otra parte, los elementos más potentes  del Estado de bienestar tenían una fuerte característica centralista, sin que este adjetivo tenga en esta ocasión una connotación despectiva.
Así las cosas, no se puede elaborar un programa federal de welfare sin tener en cuenta que: 1) los federalistas no estamos por un Estado centralista; 2) el gigantesco cambio de paradigma que llamaré, por pura comodidad, postfordista; 3) la reconstrucción del Estado de bienestar tras la desestabilización que están produciendo las políticas neoliberales, así las del Partido Popular (PP) como, aquí en Catalunya, las del gobierno de Convergència i Unión (CiU). En resumidas cuentas, los federalistas no podremos elaborar un programa de welfare –teniendo en cuenta que un programa no es un zurcido de retales varios--  si no nos aclaramos antes en los prerrequisitos. Hablando en plata: no se trata de proponer una “plataforma reivindicativa” y, a continuación, ver de qué manera encaja en el proyecto federalista. Porque eso sería algo parecido a trazar las calles e inventarse después qué tipo de urbanismo requiere la ciudad. Peor todavía, obviando la compatibilidades de las calles entre sí y de todas ellas con el proyecto de urbanismo.
Seamos claros: se trata de abordar la crisis del Estado de bienestar como expresión de la crisis que pone en discusión no sólo el eje de poderes públicos, estatales y privados, sino también la consecución de determinados objetivos de política económica y fundamentalmente el conjunto de mecanismos que presiden la relación entre Estado y economía, entre economía y sociedad, entre la sociedad y las instituciones. Y, más todavía, la relación entre economía y cuestión medioambiental. En suma, no empecemos la casa por el tejado.  
Una última consideración: en la construcción de ese «urbanismo federal» deberían participar el mayor número de sujetos sociales,  políticos y del mundo de los conocimientos humanistas y técnicos.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Stéphane Dion: “En Canadá esta pregunta en dos partes sería denunciada” (por Beatriz Silva)

“Si esta cuestión se planteara en Canadá, esta pregunta en dos partes sería denunciada y se exigiría al gobierno del Partido Quebequés (PQ) desde todas las partes involucradas que se planteara sólo la segunda parte de la pregunta”. Es lo que opina el ex ministro de Asuntos Intergubernamentales de Canadá, Stéphane Dion, una de las personas que conoce mejor los procesos que han permitido la celebración de dos referéndums de secesión en Quebec.
Dion, actual parlamentario del Partido Liberal de Canadá, ha contestado a Esquerra sense fronteres desde Ucrania donde se encuentra formando parte de una Misión de Observación Electoral.


“¿Qué es entonces un estado no independiente?”, se pregunta Stéphane Dion


El ex ministro quebequense cree que si en Canadá se planteara una situación similar a la que ahora proponen en Cataluña CiU, ERC, ICV i la CUP para la celebración de una consulta de autodeterminación, ninguna de las partes involucradas la aceptaría.
Según Dion, la pregunta debería ser: “¿Desea usted que Quebec se convierta en un estado independiente?” Y luego añade respecto a la primera parte de la pregunta planteada por los soberanistas catalanes, que ve fuera de lugar: "¿Qué es entonces un estado no independiente? ¿Un estado de los Estados Unidos? Si en Canadá sucediera algo así el gobierno del Partido Quebequés sería acusado de manipular a los votantes”,  ha sido la reflexión de Stéphane Dion al conocer la doble pregunta planteada en Cataluña: “¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado? Sí o no”. Y a continuación, y en caso afirmativo, una segunda cuestión: “¿Quiere que este Estado sea independiente? Sí o no”.
Stéphane Dion ha subrayado en todo momento que habla sólo en el supuesto de que una situación similar se produjera en Canadá y que no quiere intervenir en la cuestión catalana sino sólo compartir la experiencia de Canadá.
Dion es uno de los forjadores de la llamada Ley de Claridad, promulgada el año 2000 para establecer las condiciones por las cuales el gobierno de Canadá puede entrar en negociaciones para conducir a la secesión de una de sus provincias. Esta ley exige que un referéndum secesionista tenga “una pregunta clara y una mayoría nítida”, además de una negociación previa con el Estado.
“Los electores de Quebec y los de todo Canadá deben saber qué se decide. Se exige claridad y que el referéndum se defina por un claro margen”, dice Dion respecto a esta ley. El ex ministro ha reiterado en muchas ocasiones que la única vía por la que se puede llevar a cabo una secesión es a través de la negociación, dentro de los marcos legales establecidos y nunca por actuaciones unilaterales del Gobierno de la provincia secesionista. 
Dion, un federalista quebequense convencido, ve con enorme escepticismo la celebración de referéndums de autodeterminación en sociedades plurales por la división social que éstas pueden producir.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Preguntas espesas y chocolate claro (Por Adrià Casinos)

¿Qué se supone que se entiende por estado? ¿Tienen todos los partidos que han llegado a ese consenso la misma concepción de lo que es estado? 


La alianza soberanista ha convocado a los ciudadanos de Cataluña a votar el 9 de noviembre de 2014,  si queremos que la actual comunidad autónoma sea un estado o no. Pero de entrada una pregunta a la pregunta: ¿Qué se supone que se entiende por estado? Otrosí: ¿Tienen todos los partidos que han llegado a ese consenso la misma concepción de lo que es estado? 




Hay diversos ejemplos a nivel mundial de que llamarse “estado” puede suponer los mismos o menores derechos descentralizadores que llamarse de otra manera. Ejemplos: Estados Unidos vs. Canadá; Venezuela vs. Argentina. ¿Hay menos federalismo en Canadá y Argentina que en Estados Unidos y Venezuela, simplemente porque las unidades territoriales de aquellos sean “provincias” y las de los segundos “estados”? ¿Qué decir de Bélgica que se define como un estado federal formado por regiones? En la República Federal Alemana hay tres “länder” (Turingia, Sajonia y Baviera)  con el nombre de “Freistaat” (Estado libre) pero ello no supone ninguna diferencia con respecto a las otras trece unidades territoriales. En definitiva, ni la terminología en la que se basa el llamado “derecho a decidir” está clara.

Adrià Casinos es catedrático de Zoología de la UB

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Sr. Duran i Lleida, ¿dónde está el dinero? (Por Carlos Jiménez Villarejo)

Dos formaciones que se proponen salvar a Cataluña de una supuesta catástrofe financiera, UDC y CiU, están sumidas en un cataclismo económico a causa de su desastrosa gestión económica. Sólo salen adelante gracias a su estrecha alianza con los poderes financieros. Su nivel de endeudamiento es muy superior al del resto de partidos políticos catalanes y españoles


Como es sabido, el Tribunal de Cuentas (TCU), por fin, ha actualizado su información sobre las cuentas de los partidos políticos en los ejercicios 2009-2011. Ha sido, sin duda, consecuencia de la presión de la opinión pública ante las permanentes noticias sobre la financiación irregular del PP y su contabilidad B.
Pero hoy deseamos resaltar el estado de las cuentas de uno de los partidos que gobiernan Cataluña: Unió Democrática (UDC). Porque parece advertirse un elevado grado de opacidad que, siguiendo el análisis del TCU, podríamos calificar de deliberado. Eso sí, mientras participa, con mayor o menor intensidad, en el confuso proceso sobre el llamado derecho a decidir. Derecho que debería haberse dedicado hace tiempo a sanear las oscuras cuentas del partido; porque ciertamente, no se sabe muy bien quien “decide” en dicha formación, si sus dirigentes o sus acreedores. Por otra parte, el TCU continúa ocultando cuales son las entidades de crédito que tan generosamente financian a los partidos y especialmente a UDC.



Llama poderosamente la atención el elevadísimo grado de endeudamiento financiero de UDC:
2009                                            13.602.518,27 euros
2010                                            14.110.547,27  euros
2011                                            16.276.780,13  euros
Ello refleja una actividad política y electoral que, por razones que desconocemos, está muy por encima de su capacidad económica y genera una subordinación respecto de los poderes financieros.
Pero además el TCU describe una operación en la que es preciso detenerse. En el ejercicio 2011 UDC, “concertó una operación crediticia" por importe de 5.847.338,74 de euros, con la que se canceló una operación de 3,6 millones de euros de principal y 1.085.457,19 de euros por intereses devengados y no vencidos, intereses de demora y comisión de cancelación. Sin embargo, el día siguiente a la concertación de la citada operación crediticia, la entidad financiera realizó un abono de 489.170,50 de euros a favor del partido sin que el partido haya facilitado el motivo de este abono.  En el extracto bancario figura como "regularización operación préstamos".
Sin que se haya aportado documentación suficiente sobre la citada operación de “refinanciación”, continúa el TCU, UDC ha incumplido lo dispuesto sobre los acuerdos de los partidos "respecto de las condiciones de la deuda mantenida con entidades de crédito". Aunque en el texto donde el TCU  describe dicha operación no es precisamente un modelo de información transparente, es decir inteligible para cualquier ciudadano, según expertos consultados, parece deducirse que UDC ha conseguido de una entidad de crédito que el TCU no precisa, un crédito de 4,3 millones con el que ha cancelado otro por el que debía en total 4,7 millones y la diferencia la ha cancelado con cargo a  una misteriosa "regularización operación préstamos", de alcance desconocido, operación que, si no se justifica debidamente podría encubrir una donación. Donación que, de ser cierta, estaría absolutamente prohibida. Es Duran i Lleida quien debería aclarar algo que ni el TCU es capaz de exponer con nitidez.
Pero el TCU desvela un dato más que podría vincularse a supuestos de corrupción y que en los respectivos Parlamentos debería aclararse, con independencia de que la Fiscalía actuase. El TCU dice que “Dos de los donantes (a UDC por un importe total de 270.000 euros) tenían contratos suscritos o percibían subvenciones de las Administraciones Públicas, incumpliendo lo establecido en el Art. 4.2.c) de la Ley Orgánica de Financiación de Partidos”.

¿Está recibiendo Unió Democrática de Cataluña (UDC) donaciones similares a las investigadas y perseguidas por el caso Gürtel? ¿Quiénes son los donantes y qué contraprestación han recibido?


Las preguntas que se plantean son obvias. ¿Son supuestos similares a las donaciones investigadas y perseguidas en el caso Gürtel? ¿Quiénes son los donantes y qué contraprestación han recibido?
Además de otras muchas irregularidades advertidas por el TCU, es muy preocupante que la sociedad civil catalana desconozca que uno de los partidos que gobierna Cataluña y la propia coalición gobernante -con la participación de Convergencia Democrática (CDC)-, están  absolutamente endeudados, muy por encima del resto de los partidos catalanes y españoles.
Mientras, malgastan el dinero público estudiando supuestos agravios procedentes de España el “patrimonio neto negativo” de ambos es el siguiente:
UDC                 2009          -8.044.676,69  euros
  2010          -10.239.151,31 euros
  2011          -11288.910,58 euros
CiU                   2009          -10.694.893,96 euros
  2010          -12.214.854,08 euros
  2011           -10.184.954,65  euros
Ello expresa que lo que deben es mucho mayor que lo que tienen. O dicho de otra manera, que su pasivo (las deudas con los bancos, con la seguridad social, con hacienda, etc.) es superior a su activo (el dinero que tienen, sus depósitos en los bancos, el valor de sus inmuebles, lo que le deben terceros, etc.). Concluyendo: son absolutamente insolventes.
Lo que quiere decir que ambas formaciones, que se proponen salvar a Cataluña de una supuesta catástrofe financiera, están sumidas en un cataclismo económico a causa de su desastrosa gestión económica de la que sólo salen adelante gracias a su estrecha alianza con los poderes financieros. Es urgente que los ciudadanos catalanes derroten democrática y definitivamente las proclamas soberanistas y derechistas y, por tanto, engañosas, de esos dirigentes. Porque ciertamente, esos ciudadanos saben o deben saber que, ante sus necesidades económicas más o menos perentorias, nunca recibirán de los Bancos el trato privilegiado que otorgan a los dirigentes de CiU y de UDC.

domingo, 8 de diciembre de 2013

L'argument emocional (Per Lluís Bosch)

una petita resposta a Seamos razonables de Victòria Camps



Entre les raons que em fan sentir federalista hi ha alguns elements racionals i de la raonabilitat, però crec que em cal dir: que també hi ha motivacions estrictament emocionals, passionals i estètiques. I em sembla oportú explicar que el meu federalisme no es deu tan sols a una avorrida reflexió seriosa, assenyada i caparruda

Sempre he trobat dificultats per a parlar de les coses mirant-les de cara o amb ulls científics i objectius, i molt sovint he recorregut a la metàfora, la hipèrbole o fins i tot la parabòla. Fins i tot en petites qüestions domèstiques. Aquest dèficit em deu haver dut a escriure ficció, penso de vegades: una simple qüestió de disposició mental, qui sap si una determinada estructura de les neurones.

El cas és que no dec ser l'únic, perquè en el debat sobiranista català -per posar un exemple- trobo moltes argumentacions més aviat literàries: des de la poesia lírica a l'èpica, sense oblidar el rococó. Molt sovint llegeixo que l'èxit mediàtic i popular de l'independentisme es deu a la seva enorme capacitat de connectar amb les emocions i de crear espectatives il·lusionants (o il·lusòries, suposo). El món té una explicació cientifica que no l'acaba d'explicar mai, i per això devem necessitar el complement poètic des de temps immemorials. Lamento que Wittgenstein no sigui entre nosaltres, perquè intueixo que ens podria dir coses molt interessants en aquest temps d'incertesa.

En sentit contrari, veus molt autoritzades diuen que l'independentisme cau en el pou de les emocions mentre que el federalisme té la innegable solidesa de la racionalitat. En aquest debat llegeixo un bon article de Victòria Camps, que en sap molt. Crec que té raó en tot allò que argumenta, però en reivindicar la raonabilitat abandona el territori de les emocions, el cedeix gratuïtament. Quan em demano quantes decisions importants he pres al llarg de la meva vida basant-me en la raó o en la racionalitat me n'adono que són poques, i que la major part dels cops l'ús exclusiu de la racionalitat m'ha dut als errors.

Ens enamorem de persones i d'idees, i tendim a buscar, a posteriori, raons que ho expliquin. Però a mi no em sembla racional trobar raons.

Entre les raons que em fan sentir federalista -per continuar en aquest debat- hi ha alguns elements racionals i de la raonabilitat, però crec que em cal dir: que també hi ha motivacions estrictament emocionals, passionals i estètiques. I em sembla oportú explicar que el meu federalisme no es deu tan sols a una avorrida reflexió seriosa, assenyada i caparruda. Dit d'una altra manera, per raons que desconec m'emociono cada cop que veig el Novecento del Bertolucci i em vaig deprimir en veure el Braveheart de Mel Gibson. Em posa la pell de gallina el relat sobre la solidaritat internacional que exposa Angela Jackson a Preludi de la darrera batalla, em fa plorar La lengua de las mariposas. Em commou fins a les entranyes El maestro que prometió el mar i m'omple de dubtes la Notícia de Catalunya de Jaume Vicens Vives.

Em remouen les entranyes l'Albert Camus de L'estranger i El corto verano de la anarquía del H.M. Enzensberger. Les memòries d'Azaña i la tomba de Machado a Colliure. Vibro amb ¿Por quién doblan las campanas? tot i que no és una gran peça. Em fascinen la fantasia de La guerra del fin del mundo -per més que sigui controvertit el Vargas Llosa-, El viatge a Icària de Cabet, Els de Barcelona del Kaminski. I en general, totes les ficcions obreristes, internacionalistes. M'agraden els discursos tan poc racionals del Comandante Marcos i les visions del Che.

Em vaig enamorar de Carlos Fuentes a partir de Gringo viejo. És la història d'un home que decideix que, posats a morir, val la pena fer-ho per una causa justa que no tingui res a veure amb el lloc on vaig néixer. Contradictori i irracional, sí, tant com humà.

Em vaig avorrir solemnement amb El coronel Macià, m'horroritza The Birth of a Nation i m'espanten els articles de Sabino Arana. Les fantasies patriòtiques de Jordi Bilbeny i la seva Nova història em dibuixen un neguit inquiet als llavis. I més encara quan veig que ha rebut la benedicció de Jordi Pujol.

Recordo que, quan era un adolescent, el meu pare em va dir que algunes opcions polítiques es defensen des de la passió, i no es referia a la independència si no al conflicte social (allò que abans en deien lluita de classes). Em pregunto si aquesta aportació va ser rellevant en la conformació de les meves idees actuals, o si només és el record d'una anècdota.

Sigui allò que sigui, em sembla que ho he de dir i ho he de deixar per escrit: en el territori del meu imaginari i de les meves emocions hi ha una visió del món en què la península ibèrica és una federació de pobles que es troben, dialoguen i cooperen. M'emociona pensar així. Em fa sentir feliç.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Sobre vigas en ojos ajenos y propios (por Francisco Morente Valero)

Se ha convertido en algo habitual en las ondas, los diarios y, sobre todo, en la prensa digital, tachar al Partido Popular de franquista, o afirmar, con la seriedad del connaisseur, que UPyD es la nueva Falange. ¿Es eso muy diferente de afirmar que ERC es nazi?



Uno de los argumentos más recurrentes y queridos de nuestros secesionistas es la supuesta falta, al otro lado del Ebro, de cualquier tipo de sensibilidad hacia la pluralidad cultural, lingüística y política de España; o más extensamente aún, la inexistencia de una auténtica fibra democrática entre los españoles, con alguna honrosa excepción que siempre se cita pero que, como quiere el dicho, solo vendría a confirmar la regla. Nada que ver, por supuesto, con el talante milenariamente democrático de los catalanes, que no hemos roto un plato en nuestra vida.
A mí me ha parecido siempre que ese punto de vista esconde una actitud prepotente y perdonavidas, por decir lo menos, puesto que lo que hay tras él no es sino la convicción de una superioridad moral, política e incluso intelectual que sería la base real de nuestra diferencia. La certeza, en definitiva, de que nosotros nunca haríamos lo que esa banda de antidemócratas que pueblan España perpetra a diario contra Cataluña. Esta forma de ver las cosas se extiende a las esferas más diversas de la existencia (no solo, pues, a la política) y se aplica a cuestiones tanto generales (la actitud ante la democracia, por ejemplo) como muy específicas, con una muy preocupante falta de reflejos para reflexionar sobre si quien así actúa está a salvo de ser acusado de aquello mismo que está denunciando. Veamos un ejemplo reciente sobre un tema de rabiosa actualidad.



Es bien conocido que en determinados círculos mediáticos madrileños (eso que algunos llaman el tdt party) es habitual la aparición de tertulianos, algunos de ellos de cierta relevancia por su condición de colaboradores habituales en destacados periódicos de la derecha, que se despachan a gusto contra los nacionalistas catalanes. No ha sido infrecuente que esos energúmenos equiparen al nacionalismo catalán con el nazismo, y a la situación que se vive en Cataluña con la que existía en la Alemania del Tercer Reich. No hay ni que decir que tales aseveraciones no solo son del todo falsas desde un punto de vista histórico, sino que resultan directamente repugnantes.
Desde su programa matinal en RAC-1, Jordi Basté, líder en las ondas catalanas en esa franja horaria, ha sido un denunciador infatigable de tales actitudes. A mí siempre me ha parecido que hacía lo correcto. La mañana del pasado martes, sin embargo, las cosas fueron algo diferentes. Comentaban sus tertulianos -Xavier Sala i Martin, José Antich y Rafael Nadal- la actualidad, y más concretamente la orientación fuertemente recentralizadora del gobierno español (Un despropósito, sin duda; para quienes defendemos un estado federal, una apuesta de ese tipo no puede parecernos sino una política gravemente equivocada y que debe ser combatida con todas las armas democráticas a nuestro alcance). En un momento del debate, Sala i Martin afirmó que esa política era la muestra de la “deriva franquista” del gobierno del Partido Popular. Por si no nos había quedado claro a los oyentes, un par de minutos más tarde reiteró la afirmación, añadiendo esta vez que utilizaba el término muy conscientemente. Que no era un lapsus, vamos. Un poco después remató la faena diciendo que lo único que España tiene que ofrecer a Cataluña en estos momentos es la vuelta al franquismo. Y se quedó tan ancho.
Uno esperaba la correspondiente puntualización de alguno de los otros participantes en la tertulia. Ninguno de los tres, sin embargo, dijo ni mú. Les debió de parecer lo más natural del mundo lo que acababa de afirmar Sala i Martin. Jordi Basté, tan atento a otras comparaciones con el fascismo, no consideró que hubiera nada reprochable en las palabras de su invitado.

“Es una manipulación de la realidad afirmar que lo único que tiene que ofrecer España a Cataluña es la vuelta al franquismo y no se corresponde con la posición que tienen la mayoría de los españoles"



No es un ejemplo aislado, aunque, por el medio y el programa donde se produjo, sí especialmente llamativo. Lo más preocupante, sin embargo, es que esa forma de ver a, cuando menos, una parte muy importante de los españoles de fuera de Cataluña, sin pararse a pensar si se está libre de culpa para lanzar la piedra, se ha extendido capilarmente más allá del campo estrictamente independentista y está comenzando a ser algo relativamente común entre personas y colectivos que no necesariamente tienen por qué defender la ruptura con España.
Véase, por ejemplo, este otro caso, no irrelevante por más que pueda parecernos más o menos anecdótico. No hace muchos más días, en una tertulia futbolística en SER Catalunya, uno de los periodistas participantes, indignado por las maniobras de la prensa deportiva madrileña a favor de Ronaldo en su pugna por el balón de oro, afirmó que los periodistas de esos medios eran unos fascistas. Así, tal cual. En honor a la verdad, el moderador de la tertulia le recriminó el uso del término, pero el descubridor de fascistas emboscados en el Marca se reafirmó –y en un tono de voz que uno identificaría fácilmente con un grito- en su aserto inicial. Y no una, sino varias veces.
No resultaría difícil encontrar otros muchos ejemplos similares en las ondas, los diarios y, sobre todo, en la prensa digital del universo independentista, donde se vierten a diario estupideces semejantes, y donde instituciones, grupos políticos o actitudes de personajes que nada tienen que ver con el fascismo son tildados de franquistas, fascistas o, sí, incluso nazis. Se ha convertido en algo habitual tachar al Partido Popular de franquista, o afirmar, con la seriedad del connaisseur, que UPyD es la nueva Falange. ¿Es eso muy diferente de afirmar que ERC es nazi?. Y todo ello ocurre sin que quienes (asociaciones diversas, colegios profesionales, partidos) se rasgan las vestiduras cuando se rebuzna en Madrid hayan dicho esta boca es mía en un solo caso de los que se dan aquí.
Al final estas cosas tienen la importancia que se les quiera dar. Lo que hacen algunas cadenas de televisión madrileñas (con audiencias muy pequeñas, hay que recordar) es deleznable, pero si se eleva a la categoría de asunto de referencia, tendríamos que aplicar en casa la misma vara de medir.

"Quienes con toda razón denuncian la equiparación de nacionalismo catalán y nazismo deberían saber que el franquismo fue la variante española del fascismo. Un fascismo que no dudó en desencadenar una guerra civil para acabar con el sistema democrático en toda España"



Quienes con toda razón denuncian la equiparación de nacionalismo catalán y nazismo deberían saber que el franquismo fue la variante española del fascismo. Un fascismo que no dudó en desencadenar una guerra civil para acabar con el sistema democrático en toda España (y no sólo en Cataluña, como algunos parecen creer) y que fue responsable de los cientos de miles de muertos que se derivaron de esa guerra y de la brutal represión de postguerra, sin olvidarnos de los centenares de miles de españoles –entre ellos, muchísimos catalanes- que tuvieron que marchar al exilio del que una gran parte ya nunca más volvió. Ese fascismo no era de broma y no fue menos criminal que el italiano o el alemán. Y si estamos de acuerdo en que estos no deben ser banalizados, deberíamos estarlo también en que no se debe banalizar el fascismo español. Y eso es exactamente lo que hizo el martes pasado el señor Sala i Martin con la complacencia de los señores Antich, Nadal y Basté, y lo que es habitual y recurrente en los medios nacionalistas catalanes.
No seré yo quien defienda a este gobierno ni al partido que lo sustenta. No tengo la menor duda de que el PP es un partido muy conservador, socialmente retrógrado y con ramalazos autoritarios. Pero entre esa derecha dura y el fascismo hay un trecho que sólo a base de brocha gorda puede pretenderse que el partido del gobierno ya ha transitado. Y tampoco serviría de mucho remitirnos a las herencias, porque la del franquismo también estuvo extensamente repartida en Cataluña. Algunos prefieren no recordarlo, pero otros aún no hemos perdido la memoria.

domingo, 1 de diciembre de 2013

La batalla per l’hegemonia epistèmica (Per Pau Marí-Klose)

La batalla per l’hegemonia epistèmica es lliura en informes signats per acadèmics de prestigi, en treballs publicats a revistes científiques de dret, història o ciències socials, en seminaris i jornades convocats a universitats catalanes, de la resta de l’Estat, i fins i tot en algunes de les universitats internacionals més conegudes arreu del món. L’administració pública ha creat condicions propícies perquè el Procés, en les seves diverses expressions, esdevingués un camp preferent de recerca social.


El procés que alguns voldrien que conduís a la convocatòria d’un referèndum d’autodeterminació ha estat concebut, des del moment de l'arrencada, com una batalla per l’opinió pública. Aquesta batalla es dirimeix a diari en els mitjans de comunicació de masses, on el sobiranisme s’ha aplicat a oferir un relat que pogués resultar atractiu pel consumidor mitjà, ja sigui oferint mites engrescadors pels ja convençuts, ja sigui aportant potencials elements de tranquil·litat i il·lusió per un gran nombre de ciutadans que fins fa no gaire s’havien mostrat escèptics o totalment desinteressats respecte del projecte independentista tradicional. Aquesta batalla és la que testimoniem tots a diari, i la que acostuma a ser objecte d’atenció per part de les intervencions públiques de tertulians i comentaristes contraris al sobiranisme.
Però en el rerefons d’aquesta batalla se’n lliura una altra tant o més important que la primera: la batalla per l’hegemonia epistèmica. En aquesta batalla no intervenen necessàriament els mateixos protagonistes que a la primera, tot i que a vegades, alguns personatges multipliquen la seva presència en les dues esferes. La batalla per l’hegemonia epistèmica es lliura en informes signats per acadèmics de prestigi, en treballs publicats a revistes científiques de dret, història o ciències socials, en seminaris i jornades convocats a universitats catalanes, de la resta de l’Estat, i fins i tot en algunes de les universitats internacionals més conegudes arreu del mon (Harvard, London School of Economics,  etc.).

 "Als investigadors que defensen les tesis del sobiranisme se’ls ha concedit protagonisme  a “estructures d’Estat” de nova creació, com el Consell Assessor per la Transició Nacional, o el màster per futurs diplomàtics catalans"


En aquesta batalla, investigadors, professors universitaris i persones expertes s’esmercen a demostrar que el projecte sobiranista és o no es econòmicament viable, encaixa o no encaixa en els marcs jurídics vigents, es justifica o no en principis filosòfics de justícia legítims, té arrels històriques més o menys profundes, compta o no compta amb prou suport sociològic o electoral, posa o no posa en perill la convivència, etc. La batalla és cada vegada més intensa i equilibrada. Però això no havia estat així fins no fa gaire. Mentre la comunitat epistèmica sobiranista comptava amb una maquinària molt ben engreixada, no passava el mateix entre aquells que s’oposaven al sobiranisme, que intervenien en el debat de manera intermitent i a títol personal, enfrontant-se a corrents dominants en els seus departaments i universitats. El múscul que ha exhibit la comunitat epistèmica sobiranista els ha permès mantenir durant bastant temps un avantatge substancial en la construcció de narratives que pretenen basar-se en lògiques d’anàlisi científica. Professors de les principals universitats nord-americanes (Harvard, Princeton, Columbia, etc.), agrupats en col·lectius (el més conegut és Wilson), i alguns dels primer espases en la recerca social a Catalunya, han presentat arguments i ofert la pàtina científica que necessitaven els polítics nacionalistes per fer proclames i propostes que han impulsat el procés. En els últims anys, malgrat l’austeritat i les retallades de la despesa pública en universitats, aquests investigadors han trobat a Catalunya oportunitats insòlites per desenvolupar espais de recerca d’“excel·lència” finançats amb diner públic (i també privat), quan no han estat catapultats a càrrecs de responsabilitat de centres i programes acadèmics de nova creació com la Barcelona Graduate School of Economics, vinculada al conseller Mas Collell. També se’ls ha concedit protagonisme  a “estructures d’Estat” de nova creació, com el Consell Assessor per la Transició Nacional, o el màster per futurs diplomàtics catalans a l’Institut Barcelona d’Estudis Internacionals. La contundència amb què aquesta avantguarda intel·lectual del soberanisme ha expressat el seu suport al Procés, posant el seu coneixement i aurèola al servei de la causa, ha representat probablement un factor d’intimidació per altres acadèmics. A dia d’avui, alguns d’aquests investigadors han esdevingut autèntics empresaris polítics, claus en la mobilització sobiranista, amb notable projecció pública als mitjans de comunicació generalistes públics i privats. En els últims mesos, bastants d’aquests acadèmics han traslladat el debat a la ciberesfera, on han obert blogs (o s’han sumat a d’altres de caràcter col·lectiu), i fins i tot comptes de twitter, Facebook, etc.

"Malgrat l’austeritat i les retallades de la despesa pública en universitats, els investigadors que defensen les tesis del sobiranisme han trobat a Catalunya oportunitats insòlites per desenvolupar espais de recerca d’“excel·lència” finançats amb diner públic (i també privat), quan no han estat catapultats a càrrecs de responsabilitat a centres i programes acadèmics de nova creació com la Barcelona Graduate School, vinculada al conseller Mas Collell"


En aquesta història no cal oblidar la feina feta lluny dels focus. Els deixebles més joves d’aquests professors senior, investigadors precaris i doctorands, han fet un treball brut extraordinari, animats tant per les seves conviccions nacionalistes com per expectatives de futur en un món universitari on la consolidació professional depèn encara en bona mesura de conrear bones relacions d’apadrinament i tutela intergeneracional. En aquest procés, l’administració pública i els partits nacionalistes han aportat premis, oportunitats de finançament i espais editorials on aquests investigadors més joves han pogut publicar els seus primers treballs, alimentant currículums que d’altra manera haguessin estat més difícils de construir. Aquests investigadors han respost amb entusiasme a aquests incentius, creant blogs d’anàlisi econòmica, política i sociològica que han projectat el relat acadèmic pro-sobiranista més enllà de les fronteres de la universitat, i participant activament en columnes periodístiques i altres espais virtuals. 
L’administració pública ha creat les condicions propícies perquè el Procés, en les seves diverses expressions, esdevingués un camp preferent de recerca social. Ha promogut estratègicament línies de recerca (per exemple, sobre balances fiscals), ha finançat jornades i seminaris (per exemple, el controvertit Espanya contra Catalunya) i  ha posat a disposició dels investigadors dades amb les quals fornir les seves anàlisis. Així ha succeït, per exemple, amb els baròmetres del Centre d’Estudis d’Opinió, i en particular amb les preguntes sobre identitat i preferències al voltant del procés sobiranista. La producció pública de dades demoscòpiques sobre aquestes qüestions ha possibilitat la proliferació d’anàlisis sobre l’evolució d’actituds i orientacions dels catalans, que sovint s’han fet amb insuficient preparació tècnica i/o sense les necessàries cauteles metodològiques. Tot i que la qualitat de les mostres dels baròmetres del CEO deixa molt a desitjar ---deficiències que provoquen una clara sobre-representació dels entrevistats potencialment pro-sobiranistes--- això no ha estat obstacle perquè politòlegs i sociòlegs nacionalistes es llancessin a donar per bones evidències molt fràgils (quan no esbiaixades) sobre l’opinió pública catalana, que posteriorment han estat incorporades al debat mediàtic com si fossin fets científicament provats i, per tant, indiscutibles.

"En determinats espais, expressar opinions crítiques cap al procés no només és vist i denunciat com un gest anti-democràtic contra el sentir de la majoria dels catalans, sinó com una maniobra obscurantista, que nega evidències pressumptament incontrovertibles"



 Catalunya ha viscut el que la sociòloga alemanya Elisabeth Noelle-Neumann anomena espiral del silenci, on molts ciutadans (acadèmics i intel·lectuals inclosos) han adaptat el seu comportament a les actituds predominats sobre allò que és i no és acceptable dir i defensar. Els  relats pseudo-científics generats per l'avantguarda intel·lectual del sobiranisme han contribuït poderosament a aquest silenci. En un context com el descrit, apartar-se del discurs dominant sobre el Procés comporta riscos, tant a l’àmbit acadèmic com a la societat en general. Com ens han indicat recentment les dades del baròmetre que realitza GESOP per ElPeriódico, gairebé el 30% de catalans no independentistes se senten incòmodes per expressar lliurement les seves idees. En determinats espais, expressar opinions crítiques cap al procés no només és vist i denunciat com un gest anti-democràtic contra el sentir de la majoria dels catalans, sinó com una maniobra obscurantista, que nega evidències pressumptament incontrovertibles sobre drets inalienables dels pobles, l’expoli fiscal que pateix Catalunya o la desafecció dels catalans respecte d'Espanya. Són acusacions devastadores i potencialment estigmatitzadores en el món acadèmic, que han fet que molts professors i investigadors extremessin totes les precaucions abans de pronunciar-se en un sentit “inapropiat”. Afortunadament, en una atmosfera hostil, no han faltat aquells que han gosat denunciar en veu alta –però sense els mateixos amplificadors-- que el rei va despullat. I, gràcies a ells i elles, ja som molts els que no el veiem vestit de porpra daurada.