Muchos de quienes defendemos el concepto de federalismo plurinacional no exigimos el reconocimiento de la soberanía nacional para Cataluña o Euskadi. Entre otras razones porque en el mundo del siglo XXI sólo puede haber soberanías compartidas y solapadas. Lo que necesitamos es avanzar hacia un federalismo europeo en el que los estados-nación vayan cediendo su poder
Daniel Guerra Sesma en un interesante pero
pesimista artículo publicado en este blog asocia el término de federalismo
plurinacional con el del reconocimiento de la soberanía nacional de los
territorios constituyentes, por ejemplo de Cataluña y Euskadi en España. Sin
embargo, muchos de quienes defendemos el concepto de federalismo plurinacional
no exigimos el reconocimiento de tal soberanía, entre otras razones porque
partimos de la base que en el mundo del siglo XXI sólo puede haber soberanías
compartidas y solapadas.
Cataluña ya es plurinacional, en el sentido de que dentro de ella conviven varias “culturas nacionales”: la que ve TV3, la que ve Tele Cinco, y la que ve en vídeo programas chinos
Esta es una de las muchas razones por
las que la constitución española de 1978 está un poco añeja, porque en una
Europa con 28 estados, 18 de ellos con una moneda única, donde las políticas
nacionales están totalmente restringidas por lo que se decide fuera de cada
estado-nación, hablar de “soberanía nacional” como algo realmente existente es
una entelequia.
Ni España es soberana ni Cataluña o
Euskadi lo serán, si es que quieren seguir en el proyecto europeo y conectadas
al mundo. Lo que tenemos que conseguir es que los ciudadanos europeos
recuperemos algo de la soberanía que hoy tienen los mercados, y eso se hace en
el contexto de un federalismo democrático europeo, al que se avance con
realismo desde una estructura basada hoy en unos estados-nación que van
perdiendo poder.
Creemos que sí que es posible una arquitectura
institucional, como dijo Ramón Jáuregui “de muñecas rusas”, donde se relativice
y se desmitifique el concepto de soberanía, y el mismo concepto de nación. Donde
aceptemos con naturalidad que cada territorio es gobernado por varios niveles
administrativos en el que cada nivel rinda cuentas directamente ante la
ciudadanía, sin intermediarios como ocurre en un sistema confederal. Creemos
que el concepto de federalismo plurinacional puede ser satisfactorio para
entidades donde conviven distintas culturas “nacionales” (aún aceptando el carácter
vago de este término) como Canadá o la India, que son federaciones
plurinacionales donde no se reconoce la soberanía nacional de las unidades (en
el sentido de que puedan libremente entrar y salir de la federación). Lo que sí
que se hace es reconocer las singularidades culturales como una riqueza común,
y se acepta un uso más laico, común y descargado de carga simbólica y legal del
concepto nación, como cuando se habla de las naciones originales (los pueblos
indígenas en Canadá).
En España ya se reconoce la existencia de nacionalidades, y en el Reino Unido se habla de Gales y Escocia como naciones, aunque tengan menos competencias que Cataluña. España es plurinacional y algunos creemos que sería positivo reconocerlo como se hace en Canadá. Pero es plurinacional no en el sentido que querrían darle muchos nacionalistas, sino en el sentido de que cualquier territorio de la Europa de hoy, quizás del mundo, es plurinacional. También Cataluña es plurinacional, en el sentido de que dentro de ella conviven varias “culturas nacionales”: la que ve TV3, la que ve Tele Cinco, y la que ve en vídeo programas chinos (como el señor de la tienda de debajo de mi casa). Incluso la mayoría de hogares en Cataluña, por no decir la mayoría de nosotros seres individuales, somos plurinacionales, pero queremos una arquitectura institucional que reconozca este hecho. La Cataluña y la España de hoy son la Europa de Claudio Magris, es el mundo de Amartya Sen, es la realidad de la mezcla. Desmitifiquemos conceptos e intentemos adaptar la ley a la realidad.
En España ya se reconoce la existencia de nacionalidades, y en el Reino Unido se habla de Gales y Escocia como naciones, aunque tengan menos competencias que Cataluña. España es plurinacional y algunos creemos que sería positivo reconocerlo como se hace en Canadá. Pero es plurinacional no en el sentido que querrían darle muchos nacionalistas, sino en el sentido de que cualquier territorio de la Europa de hoy, quizás del mundo, es plurinacional. También Cataluña es plurinacional, en el sentido de que dentro de ella conviven varias “culturas nacionales”: la que ve TV3, la que ve Tele Cinco, y la que ve en vídeo programas chinos (como el señor de la tienda de debajo de mi casa). Incluso la mayoría de hogares en Cataluña, por no decir la mayoría de nosotros seres individuales, somos plurinacionales, pero queremos una arquitectura institucional que reconozca este hecho. La Cataluña y la España de hoy son la Europa de Claudio Magris, es el mundo de Amartya Sen, es la realidad de la mezcla. Desmitifiquemos conceptos e intentemos adaptar la ley a la realidad.
*Francesc Trillas es profesor de Economía de la UAB y coordinador del
libro “Economia d’una Espanya plurinacional”.
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