viernes, 29 de enero de 2016

André Lecours: “El federalismo es una manera no excluyente de ver la vida” (por Beatriz Silva)

El académico canadiense y director científico de L’Idée Fédérale defiende en esta entrevista la idea del federalismo como “una manera de ver la vida”, una propuesta de organización política y social “no excluyente” que huye de los intentos de homogenización identitaria



“La idea de federalismo está en contra de la asimilación: acepta las diferencias y la diversidad. Cree que la gente puede ser diferente y que eso no es un problema para convivir”. Es uno de los muchos argumentos a favor del federalismo que André Lecours pone sobre la mesa.
Profesor de Estudios Políticos de la Universidad de Otawa y director científico de L’Idée Fédérale, el think tank federalista de Quebec, define el federalismo como mucho más que una forma de organización política: “Es una manera de ver la vida”, asegura.  
Quebequés y especialista en federalismo pero también en movimientos independentistas como el escocés, el catalán, el vasco y el flamenco, Lecours estuvo en Barcelona en noviembre pasado invitado por Federalistes d’Esquerres. Reconoce que la situación en Cataluña le recuerda mucho a la que vivió Quebec en 1995, “donde había que ser valiente para decir que no se estaba a favor de la independencia”, y lamenta que los gobiernos catalán y español hagan más difícil la convivencia en vez de facilitarla.

-¿Cómo se puede definir el federalismo en pocas palabras?
-Es un principio de gobierno que intenta combinar la autonomía y la interdependencia manteniendo un equilibrio entre las reglas propias y las reglas compartidas, entre autonomía e integración en un ente más grande.

-Usted sostiene que el federalismo es la mejor opción en sociedades multiculturales ¿Por qué lo es?
-Porque permite que las personas convivan con sus múltiples identidades. Si tienes una situación como la de España con Cataluña, donde hay personas que tienen un fuerte sentido de la identidad catalana, pero otras que al mismo tiempo se sienten también españolas, el federalismo permite que esas personas puedan mantener sus distintas identidades sin entrar en contradicciones. Vivir en una Cataluña independiente o en una España muy centralizada puede terminar comprometiendo alguna de esas identidades. En este sentido el federalismo tiene un elemento de justicia para todos y permite que las comunidades vivan en un sistema en que se protegen y se promocionan las diferencias.

-¿Es lo contrario a la asimilación?
-Exactamente. La idea de federalismo está en contra de la asimilación: acepta las diferencias y la diversidad. La forma federal de pensar consiste en creer que la gente puede ser diferente y convivir en un gran estado que mantiene sus diferencias y además promueve que nadie tenga que hacer concesiones en este sentido.

-¿Qué es el espíritu federal?
-Es conseguir el equilibrio entre el autogobierno y el gobierno compartido. En el federalismo tienes tus propias reglas pero también reglas que compartes. Tienes autonomía en ciertas materias pero otras las compartes en un nivel mayor de autogobierno con las otras unidades que constituyen la federación. Es ser independiente pero ser dependiente al mismo tiempo. Es intentar buscar el justo medio.

"Las políticas del gobierno catalán y del gobierno español no favorecen que las diferentes sensibilidades se sientan cómodas, están convirtiendo Cataluña y España en un lugar menos agradable para vivir"



-¿Por qué el nacionalismo moviliza más a las personas que el federalismo a pesar que éste implica valores universales como el diálogo y la cooperación?
-Porque el nacionalismo puede utilizar historias que el federalismo no puede. Especialmente en un país como España donde antes de 1970 no hubieron experiencias federales, excepto en unos períodos muy cortos. Es difícil construir una narrativa que diga que España tiene una cultura federal o un pasado federal. Para los nacionalistas es más fácil construir una narrativa en que la gente se sienta involucrada, historias acerca de cómo Cataluña era antes de la unificación de los reinos: más rica, más ilustrada y que fue explotada por España. La solución que ofrecen los nacionalistas a los problemas es también más simple y eso hace que tenga más éxito. Incluso en Canadá el federalismo no provoca el mismo entusiasmo que el nacionalismo. El nacionalismo y el federalismo son dos formas diferentes de ver la vida. Los federalistas aceptan la realidad tal como es e intentan sobrellevar las cosas de la mejor manera posible y los nacionalistas están en una búsqueda permanente de un ideal que no existe.

-En un mundo complejo y globalizado como el nuestro ¿Tiene sentido seguir creando estados nación?¿No deberíamos todos avanzar hacia formas de organización que se adecuen a la realidad del siglo XXI?
-Los estados nación tal como se concibieron en sus orígenes no tienen sentido en el mundo actual. Vivimos en un mundo donde la soberanía no está concentrada en los estados. Y vivimos en un mundo donde intentar crear un estado para cada nación puede convertirse en un fracaso y en una idea peligrosa porque la mayor parte de las sociedades no responden a la realidad de naciones compactas. Y los estados no tienen en sus manos todo el poder ya que buena parte de la soberanía radica en entes diferentes al estado, como la Unión Europea o los mercados. La soberanía está fragmentada y el estado nación no puede hacer frente a esta realidad.

-¿Cómo ve el futuro de Cataluña desde su experiencia de quebequés?
- Yo creo que la posibilidad de que Cataluña se convierta en un país independiente es muy improbable. No hay ningún precedente de una secesión en un país democrático, nunca se ha producido algo así y eso me hace pensar que es difícil que aquí se produzca. Además no existe una mayoría a favor de la independencia en Cataluña. No soy muy optimista respecto a la convivencia futura entre distintas identidades en Cataluña y en España. Estoy decepcionado con las políticas del gobierno catalán y del gobierno español que no favorecen que las diferentes sensibilidades se sientan cómodas. Están convirtiendo España y Cataluña en un lugar menos agradable de lo que debería ser. Pero lo gobiernos pueden cambiar y las políticas pueden cambiar también.

-Usted dice que Cataluña le recuerda mucho a Quebec en 1995. ¿En qué se parecen?

-En que aquí también es muy difícil no apoyar la independencia. Si tu no apoyabas la independencia en Quebec en 1995 tenías que ser una persona muy valiente para reconocerlo. La gente no se atrevía a decir: “Canadá es un buen país” o “es mejor para los quebequenses quedarse en Canadá”. Esta ha sido la primera cosa que se me ha venido a la mente al estar aquí. También se produjo allí una fuerte dicotomía entre nuestros políticos y en la sociedad. Una fuerte movilización de las personas que apoyaban la independencia frente a una mucho más débil de los que se oponían, a pesar que éstos eran mayoría. Pero la experiencia de Quebec demuestra que este estado de ánimo es cambiante, alcanza un ‘peak’ y luego fluctúa según los acontecimientos y las políticas de los gobernantes. Los nacionalistas saben esto y por eso son partidarios de aprovechar el momento en que “la ventana está abierta”. Siempre tienen prisa.  

viernes, 22 de enero de 2016

Independentista a la meva manera (per Mireia Esteva)

La manera d’influir en el món no passa per obrir fronteres ni anar sols, sinó per construir col·lectivament un planeta millor. Cal lluitar per un país capaç d’associar-se amb altres per aconseguir vèncer de forma global els  problemes que ens afecten a tots




Mai m’han agradat les fronteres ni la proliferació d’estats. Tampoc no m’agraden els estats que es fan forts perseguint les minories, educant ideològicament els infants, homogeneïtzant els mitjans de comunicació o desprotegint als ciutadans. Tampoc no m’agraden els himnes que incentiven els ciutadans a la guerra ni la gent que es baralla per defensar les banderes i s’oblida de les persones.
M’agraden els estats que tenen lleis que cuiden de la seva gent, que reparteixen la riquesa i vigilen per la igualtat d’oportunitats dels seus ciutadans i m’agraden els polítics que se senten responsables davant dels ciutadans. M’agraden els estats capaços de generar economies d’escala amb altres estats. M’agraden els estats que actuen amb transparència i rendeixen comptes als ciutadans i s’alien per lluitar contra les guerres, les màfies, els paradisos fiscals i la conservació del planeta.
Sóc feliç de creuar Europa sense fronteres, sense trobar-me policies que m’escorcollen la maleta i em pregunten per quina raó vull viatjar i em tracten amb desconfiança. Sóc feliç de viatjar per tot el món amb euros i sense necessitar de canviar de moneda. Em sento orgullosa de pertànyer a un país on el benestar i la igualtat d’oportunitats dels seus ciutadans es un valor que cal conservar i defensar: sanitat, educació, atur o pensions. Sóc feliç de pertànyer a un país on hi ha el divorci, el matrimoni homosexual, la llei d’igualtat o la protecció al discapacitat. Sóc feliç de pertànyer a un dels països més descentralitzats del món, i on qualsevol pot expressar les seves idees sense ser insultat, perseguit, marginat ni encarrellat. Sóc feliç sentint que la meva identitat no correspon al territori sinó a la meva experiència personal. M’agrada pensar que visc en un país on hi arriba gent de tot el món a conèixer-nos i a viure-hi. Sóc feliç quan vaig a comprar i trobo productes d’arreu i tinc molt on escollir. Sóc feliç de viure en un país on hi conviuen i s’ensenyen diferents llengües que s’enriqueixen mútuament i on la cultura s’entén com a lliure expressió creativa dels seus ciutadans.
Em sento independent quan tinc opcions on escollir, on puc opinar com em sembli més adient sense sentir-me malament o haver-me de justificar, on els corruptes son denunciats, jutjats i condemnats de forma justa. Em sento més independent quan tinc accés a totes les opinions expressades lliurement i puc escollir amb llibertat la que millor em representi. Em sento independent quan em solidaritzo i no em tanco en les meves parets de vidre. Em sento independent quan puc escollir entre varietat de productes que venen d’altres llocs. Sóc més independent en un estat que junt amb altres estats vigili perquè la riquesa es reparteixi, perquè disminueixi la meva feblesa al davant els poderosos, on prevalgui el benestar i la solidaritat al davant l’enriquiment il·lícit i el poder de les minories i on puc escollir la meva pròpia manera de viure. Estic convençuda que la divisió i compartimentació només afavoreix als cacics i poderosos, que campen al seu aire quan la societat es feble.
Y com aquesta es la meva idea de la independència posaré la mirada més enllà del meu petit món i  lluitaré a la meva manera per disminuir les fronteres i l’aïllament dels territoris; lluitaré per ajudar als desfavorits i les minories; lluitaré perquè els grups de poder local tinguin un contrapès que els controli; lluitaré per la llibertat d’opinió i la protecció de la diversitat; lluitaré per un país que sigui capaç de resoldre els problemes que ens afecten mitjançant la negociació política i el diàleg i on el respecte a la llei sigui un valor. Lluitaré per un país capaç d’associar-se amb altres per aconseguir vèncer de forma global els  problemes que afecten a tota la humanitat, amb sobirania compartida.
No visc cap moment especial ni tinc la compulsió de “fer història”, simplement els humans sempre hem hagut de vigilar perquè ningú ens desposseeixi per la força o amb enganys dels drets que com a persones iguals i lliures ens mereixem. La nostra intel·ligència com a humans ha crescut quan hem estat capaços de generar sinergies i associar-nos. Ara més que mai, la manera d’influir en el món no passa per obrir fronteres ni anar sols, sinó per construir col·lectivament un planeta millor on hi capiguem tots.

miércoles, 13 de enero de 2016

Federalismo y ética (Por Victoria Camps)

¿Es más ético ser federalista?¿Lo son valores asociados al federalismo como la justicia redistributiva o la moderación? La autora reflexiona sobre estas cuestiones y llega a la conclusión que cualquier camino implica hablar, pactar y acordar cómo queremos vivir. Este texto es una transcripción de parte de la intervención de Victoria Camps, catedrática emérita de ética de la UAB, en un debate que tuvo lugar en el Colegio de Psicólogos de Cataluña con representantes de la ANC*




A menudo me preguntan qué posición es más ética. ¿La del independentismo? ¿La del federalismo? Estamos en una sociedad que ve la realidad en términos de blanco o negro, que busca posiciones claras y tiende a desdeñar los matices y las dudas.
Mi respuesta es que ésta no es una cuestión que tenga que ver con la ética, es una cuestión puramente política. Querer la independencia de Cataluña es una opción política legítima. Tan legítima como querer una España federal.
Esto no quiere decir que en lo que aquí en Cataluña se denomina “el proceso” no existan elementos que se puedan analizar desde un punto de vista ético.
Personalmente creo que la posición federalista es más justa porque propugna una distribución de recursos más amplia: los federalistas no queremos sólo ser justos con los que están dentro de Cataluña que es un concepto más estrecho. Queremos la justicia redistributiva a nivel español, europeo y mundial. Nos preguntamos: ¿por qué ajustarnos sólo al marco catalán? Es algo que ahora resulta evidente con la crisis de los refugiados que estamos viviendo en Europa y que excede a las fronteras.
Creo que otro valor federalista importante es el de la moderación que propugnaba Aristóteles. El federalismo no está en ninguno de los extremos y favorece el debate, el diálogo, la convivencia y el pacto. Es una postura más moderada.
A pesar de todo esto, no es más ético querer que Cataluña sea una comunidad autónoma, un estado independiente o parte de una España federal. Todos estimamos Cataluña, todos queremos un reconocimiento claro de nuestra identidad y un reparto más justo de los recursos. Compartimos muchas cosas. Lo que no compartimos es lo que deducimos a partir de todo esto. Porque no es una cuestión puramente racional, es también sentimental.
Lo que sucede con los argumentos a favor de la independencia o del federalismo es que a partir de unos hechos, unos deducen que las cosas se debe hacer de una manera y otros, de otra. Unos creen que no hay nada que hacer y prefieren irse y otros preferimos seguir dialogando aunque sea difícil. Hay una insatisfacción compartida pero no nos ponemos de acuerdo sobre lo que hay que hacer. Ninguna de las dos opciones es racional, lo que hay detrás son sentimientos. Y sentimientos no compartidos por todos, por eso es complicado.
Creo que en Cataluña nos hemos equivocado en los últimos tiempos, hemos entrado en un camino sin salida. No nos entendemos porque hablamos desde las emociones y esto hace que estemos enrocados en nuestras respectivas posiciones sin una voluntad de entender la del contrario. De nada sirve dialogar si una de las partes dice: “ya no hay nada de qué hablar”. No es una postura razonable y la razonabilidad es importante para poder dialogar. Es, como dice el filósofo John Rawls, la virtud fundamental de la democracia.



¿Qué significa ser razonable? Significa escuchar al otro con empatía, exponer nuestras razones de manera que resulten entendibles para nuestro interlocutor. Se trata de persuadir (no convencer) a la otra parte de que nuestra posición es mejor. Se trata de no partir desde posiciones inmovilistas como si fueran dogmas religiosos ya que esto último hace imposible el diálogo.
Hay una cosa que sí está clara en la situación que atraviesa Cataluña: no hay más remedio que ponerse de acuerdo. Dentro de Cataluña y entre Cataluña y el resto de España. Incluso si llegamos algún día a la independencia no podremos hacerla de ninguna manera que no sea hablando, pactando y acordando cómo vamos a ser independientes, qué se queda cada uno, cómo nos repartimos lo que haya que repartir. A una hipotética independencia de Cataluña sólo se puede llegar mediante el acuerdo.
Esto no es muy distinto a lo que proponen los federalistas. Federarse es unirse para poner en común todas aquellas cosas que las partes que se unen piensan que tienen que poner en común y al mismo tiempo respetar las diferencias que siguen manteniendo. Esto implica discutir que tenemos en común y qué queremos ceder al gobierno central, a Europa o a un gobierno mundial si existiera. Es decir, cualquiera de los caminos, el federalismo o la independencia, implicar hablar, pactar y acordar como queremos vivir.

*Transcripción y edición de Santiago Vallejo y Beatriz Silva