domingo, 29 de junio de 2014

El cambio de monarca y la cuestión catalana (por Adrià Casinos)

¿Puede el nuevo Rey influir sobre el “proceso” catalán? Felipe VI estará sometido a los mismos condicionamientos constitucionales que su padre. Y esto es muy importante recordarlo ante la insistencia de Artur Mas que parece querer incitar al nuevo Rey a ejercer un poder que no tiene


Considerar que la cuestión catalana ha sido el factor determinante en la abdicación de Juan Carlos I, es una tontería reduccionista; negar su importancia, posiblemente sería una sandez. La prensa está cargada estos días entorno a especulaciones sobre la manera en que el nuevo rey puede influir en el “proceso”. Las más que haya leído me suenan a eso, especulaciones, a no ser que algunos de los analistas tengan acceso a información desconocida para un modesto ciudadano de a pie como el que suscribe. 



Qué duda cabe que el factor humano cuenta, sin duda. Ahora mismo, en plena conmemoración de la hecatombe de 1914, no habrá ningún historiador que niegue la importancia, en menor o menor grado, que tuviera sobre el desencadenamiento de aquella, el que hubiera tres grandes potencias europeas (Alemania, Austria-Hungría y Rusia) gobernadas por monarcas más o menos absolutos, de los que dos (Guillermo II y Nicolás II) no daban ni de lejos la talla. E insisto en lo de “absoluto”. Ahora bien, es cierto, que en idénticas circunstancias, dos personas pueden actuar de manera muy distinta. Para seguir con el referente histórico. Eduardo VII, rey de la Gran Bretaña e Irlanda, se involucró todo lo que pudo en política internacional, haciendo gala de su germanofobia; su hijo Jorge V se mantuvo escrupulosamente al margen de los asuntos del Foreign Office.
Por supuesto que la situación actual de España es muy otra de la de una monarquía absoluta o, incluso, constitucional. Se trata de un estado parlamentario. Felipe VI estará sometido a los mismos condicionamientos constitucionales que su padre. Y esto es muy importante recordarlo ante ciertas insistencias de Artur Mas, que parece que quieran incitar al nuevo rey a ejercer un poder que no tiene. ¿Añora quizá el absolutismo? ¿Las caprichosas intervenciones políticas del bisabuelo, Alfonso XIII, tristemente famosas, con las que jugaban tanto los partidos propiamente dinásticos cómo la Lliga de Cambó? ¿O simplemente le aflora la vena autoritaria, proyectándola sobre el nuevo rey? Atención porque determinadas actuaciones del actual monarca, que parecen pretenderse, podrían crear un precedente, digamos incómodo.

Si Felipe VI tuviera esa supuesta “varita mágica” que se le atribuye para encauzar, dentro de los límites constitucionales, el proceso en sí, la principal dificultad sería encontrar un interlocutor en Cataluña


Pues bien, supongamos que Felipe VI tuviera esa supuesta “varita mágica” que se le atribuye para encauzar, dentro de los límites constitucionales, el proceso en sí y su propio hacer. A mi modo de ver, la principal dificultad sería encontrar un interlocutor en Cataluña. Me refiero, por descontado, a un interlocutor político. No dudo que el ahora rey se haya trabajado con ahínco, especialmente en los últimos tiempos, medios financieros, industriales e incluso intelectuales. Pero ¿cómo se traslada todo eso, repito, al plano político?
Llega un momento en que estoy tentado a creer que lo que se está vendiendo, en especial desde los medios nacionalistas, es la esperanza de que, una vez más, el problema se resuelva entre bambalinas, forma que no es otra que la utilizada durante casi un siglo en idénticas circunstancias. Los ciudadanos catalanes han visto intentos “putschistas” (Macià y su aquelarre de Prats de Molló) y parodias de revolución (6 de octubre del 34). Pero tampoco ha estado ausente el chalaneo y los golpes bajos, con ignorancia u olvido de la representación ciudadana.
El 14 de abril de 1931 el mismo Macià proclama la República Catalana (con la misma legitimidad que tendría cualquier otro ciudadano, ya que no era ningún cargo electo), traicionando el Pacto de San Sebastián, que había sido firmado por el “núcleo duro” de lo que fue ERC, Estat Català. Hagamos un salto en el tiempo. Junio de 1977. Tarradellas aterriza en Madrid, puenteando a los diputados catalanes elegidos hacía pocos días en los primeros comicios democráticos en 40 años. Enero de 2006. Nuevo puenteo. Esta vez es Artur Mas el que pacta con Rodríguez Zapatero el estatuto catalán, a espaldas del gobierno de Maragall.  
Llegado a este punto, retomo la incógnita antes planteada. ¿Quién, en Catalunya, tiene los apoyos políticos para el, quizá, nuevo puenteo? ¿Artur Mas? Por supuesto que es el primer interesado en alguna componenda que le permita salvar la cara. Algún tipo de consulta, por minusvalorada que estuviera, le permitiría hinchar pecho y afirmar que ha cumplido. Y de paso evitaría las tan aludidas “elecciones plebiscitarias”, que podrían significar la hecatombe definitiva de Convergència en manos de ERC.

Artur Mas se plegó voluntariamente a la estrategia de la ANC confiando en un respaldo electoral sólido para mediatizarla. Pero elección tras elección, ERC le va comiendo el terreno


Pero a mi modo de ver el papel político de Mas es cada vez más irrelevante. No hace muchos días el cantante Raimon concedía una entrevista en “Babelia”, el suplemento de “El País”. El de Xàtiva hacía una lectura del actual presidente del gobierno catalán de la que disiento totalmente. Lo veía  como casi un líder providencial que había aceptado las demandas populares. Salvando las distancias, a mí Mas mejor me recuerda a Companys después del 18 de julio, desbordado totalmente por las circunstancias. La diferencia es que a Companys le vinieron impuestas y tuvo que someterse al desbarajuste. Él no tuvo más remedio que plegarse ante el poder de la calle representado por el Comité de Milicias Antifascistas. Artur Mas se plegó voluntariamente a la estrategia de ANC, confiando en un respaldo electoral sólido para mediatizarla. Pero elección tras elección, ERC le va comiendo el terreno. Ese difícil equilibrio que ya Cambó quiso mantener (“Bismarck en Madrid y Bolívar en Barcelona” como le espetó Melquíades Álvarez) hace ya algún tiempo que saltó por los aires. Y el rol de Simón Bolívar le viene ancho, incluso dejando de lado el anacronismo.
La pregunta ahora es: ¿Es posible un nuevo puenteo? Y de ser así, ¿a quién le correspondería?  Siguiendo la lógica antes aludida, ahora le tocaría al partido de Junqueras el correspondiente protagonismo. Por supuesto que parece impensable, pero recordemos que el Macià de Prats de Molló, de la constitución de La Habana y de la República Catalana, acabó aceptando un régimen autonómico en el marco de la Segunda República. Claro que, en el balcón de enfrente, los ediles democráticamente elegidos, de su propio partido, habían alzado la tricolor.  
Cuando pienso en la política llevada a cabo por el actual gobierno catalán, especialmente en los últimos dos años, me viene a la memoria aquel reproche de don Luis Mejía a don Juan Tenorio: “Imposible la habéis dejado para vos y para mí”. El 9 de noviembre  es cercano al Día de Difuntos, tradicional fecha de representación del drama de Zorrilla. 

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