¿Puede el nuevo Rey influir sobre el “proceso” catalán? Felipe VI estará sometido a los mismos condicionamientos constitucionales que su padre. Y esto es muy importante recordarlo ante la insistencia de Artur Mas que parece querer incitar al nuevo Rey a ejercer un poder que no tiene
Considerar que la cuestión catalana ha
sido el factor determinante en la abdicación de Juan Carlos I, es una tontería
reduccionista; negar su importancia, posiblemente sería una sandez. La prensa
está cargada estos días entorno a especulaciones sobre la manera en que el
nuevo rey puede influir en el “proceso”. Las más que haya leído me suenan a
eso, especulaciones, a no ser que algunos de los analistas tengan acceso a
información desconocida para un modesto ciudadano de a pie como el que
suscribe.
Qué duda cabe que el factor humano cuenta, sin duda. Ahora mismo, en
plena conmemoración de la hecatombe de 1914, no habrá ningún historiador que
niegue la importancia, en menor o menor grado, que tuviera sobre el desencadenamiento
de aquella, el que hubiera tres grandes potencias europeas (Alemania, Austria-Hungría
y Rusia) gobernadas por monarcas más o menos absolutos, de los que dos
(Guillermo II y Nicolás II) no daban ni de lejos la talla. E insisto en lo de “absoluto”.
Ahora bien, es cierto, que en idénticas circunstancias, dos personas pueden
actuar de manera muy distinta. Para seguir con el referente histórico. Eduardo
VII, rey de la Gran Bretaña e Irlanda, se involucró todo lo que pudo en política
internacional, haciendo gala de su germanofobia; su hijo Jorge V se mantuvo
escrupulosamente al margen de los asuntos del Foreign Office.
Por supuesto que la situación actual de
España es muy otra de la de una monarquía absoluta o, incluso, constitucional.
Se trata de un estado parlamentario. Felipe VI estará sometido a los mismos
condicionamientos constitucionales que su padre. Y esto es muy importante recordarlo
ante ciertas insistencias de Artur Mas, que parece que quieran incitar al nuevo
rey a ejercer un poder que no tiene. ¿Añora quizá el absolutismo? ¿Las
caprichosas intervenciones políticas del bisabuelo, Alfonso XIII, tristemente
famosas, con las que jugaban tanto los partidos propiamente dinásticos cómo la Lliga de Cambó? ¿O simplemente le aflora
la vena autoritaria, proyectándola sobre el nuevo rey? Atención porque
determinadas actuaciones del actual monarca, que parecen pretenderse, podrían
crear un precedente, digamos incómodo.
Si Felipe VI tuviera esa supuesta “varita mágica” que se le atribuye para encauzar, dentro de los límites constitucionales, el proceso en sí, la principal dificultad sería encontrar un interlocutor en Cataluña
Pues bien, supongamos que Felipe VI
tuviera esa supuesta “varita mágica” que se le atribuye para encauzar, dentro
de los límites constitucionales, el proceso en sí y su propio hacer. A mi modo
de ver, la principal dificultad sería encontrar un interlocutor en Cataluña. Me
refiero, por descontado, a un interlocutor político. No dudo que el ahora rey
se haya trabajado con ahínco, especialmente en los últimos tiempos, medios
financieros, industriales e incluso intelectuales. Pero ¿cómo se traslada todo
eso, repito, al plano político?
Llega un momento en que estoy tentado a
creer que lo que se está vendiendo, en especial desde los medios nacionalistas,
es la esperanza de que, una vez más, el problema se resuelva entre bambalinas,
forma que no es otra que la utilizada durante casi un siglo en idénticas
circunstancias. Los ciudadanos catalanes han visto intentos “putschistas” (Macià
y su aquelarre de Prats de Molló) y parodias de revolución (6 de octubre del
34). Pero tampoco ha estado ausente el chalaneo y los golpes bajos, con
ignorancia u olvido de la representación ciudadana.
El 14 de abril de 1931 el mismo Macià
proclama la República Catalana (con la misma legitimidad que tendría cualquier
otro ciudadano, ya que no era ningún cargo electo), traicionando el Pacto de
San Sebastián, que había sido firmado por el “núcleo duro” de lo que fue ERC, Estat Català. Hagamos un salto en el
tiempo. Junio de 1977. Tarradellas aterriza en Madrid, puenteando a los
diputados catalanes elegidos hacía pocos días en los primeros comicios democráticos
en 40 años. Enero de 2006. Nuevo puenteo. Esta vez es Artur Mas el que pacta
con Rodríguez Zapatero el estatuto catalán, a espaldas del gobierno de
Maragall.
Llegado a este punto, retomo la incógnita
antes planteada. ¿Quién, en Catalunya, tiene los apoyos políticos para el, quizá,
nuevo puenteo? ¿Artur Mas? Por supuesto que es el primer interesado en alguna
componenda que le permita salvar la cara. Algún tipo de consulta, por
minusvalorada que estuviera, le permitiría hinchar pecho y afirmar que ha
cumplido. Y de paso evitaría las tan aludidas “elecciones plebiscitarias”, que
podrían significar la hecatombe definitiva de Convergència en manos de ERC.
Artur Mas se plegó voluntariamente a la estrategia de la ANC confiando en un respaldo electoral sólido para mediatizarla. Pero elección tras elección, ERC le va comiendo el terreno
Pero a mi modo de ver el papel político
de Mas es cada vez más irrelevante. No hace muchos días el cantante Raimon
concedía una entrevista en “Babelia”, el suplemento de “El País”. El de Xàtiva
hacía una lectura del actual presidente del gobierno catalán de la que disiento
totalmente. Lo veía como casi un líder
providencial que había aceptado las demandas populares. Salvando las
distancias, a mí Mas mejor me recuerda a Companys después del 18 de julio,
desbordado totalmente por las circunstancias. La diferencia es que a Companys
le vinieron impuestas y tuvo que someterse al desbarajuste. Él no tuvo más
remedio que plegarse ante el poder de la calle representado por el Comité de
Milicias Antifascistas. Artur Mas se plegó voluntariamente a la estrategia de
ANC, confiando en un respaldo electoral sólido para mediatizarla. Pero elección
tras elección, ERC le va comiendo el terreno. Ese difícil equilibrio que ya
Cambó quiso mantener (“Bismarck en Madrid y Bolívar en Barcelona” como le espetó
Melquíades Álvarez) hace ya algún tiempo que saltó por los aires. Y el rol de
Simón Bolívar le viene ancho, incluso dejando de lado el anacronismo.
La pregunta ahora es: ¿Es posible un
nuevo puenteo? Y de ser así, ¿a quién le correspondería? Siguiendo la lógica antes aludida,
ahora le tocaría al partido de Junqueras el correspondiente protagonismo. Por
supuesto que parece impensable, pero recordemos que el Macià de Prats de Molló,
de la constitución de La Habana y de la República Catalana, acabó aceptando un
régimen autonómico en el marco de la Segunda República. Claro que, en el balcón
de enfrente, los ediles democráticamente elegidos, de su propio partido, habían
alzado la tricolor.
Cuando pienso en la política llevada a cabo por el actual gobierno catalán, especialmente en los últimos dos años, me viene a la memoria aquel reproche de don Luis Mejía a don Juan Tenorio: “Imposible la habéis dejado para vos y para mí”. El 9 de noviembre es cercano al Día de Difuntos, tradicional fecha de representación del drama de Zorrilla.
Cuando pienso en la política llevada a cabo por el actual gobierno catalán, especialmente en los últimos dos años, me viene a la memoria aquel reproche de don Luis Mejía a don Juan Tenorio: “Imposible la habéis dejado para vos y para mí”. El 9 de noviembre es cercano al Día de Difuntos, tradicional fecha de representación del drama de Zorrilla.
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