Al contestar “No” a la primera pregunta, no hay más opciones. No hay salida. El interrogado habría provocado –con su contumaz actitud- un no-Estado, o sea, una no-existencia, un vacío completo. O sea, las tinieblas. Y no hay nada que provoque más terror al público que el vacío y las tinieblas
(Este texto es la segunda parte de uno que
puede leerse en este blog bajo el título Las preguntas y el retraimiento ciudadano. Parte I)
Desde un punto de vista sociológico, se
puede decir que lo que se busca mediante las preguntas y su aprobación por
ciertos grupos parlamentarios es crear un tipo muy particular de agrupación
social, muy querida por los movimientos nacionalistas, destinada a la movilización masiva. Canetti les
llamaría un “cristal de masa”, es
decir, una agrupación activa que puede ser el germen de masas mayores.
Cristales de masa son, “esos pequeños y rígidos grupos humanos, bien
delimitados y de gran estabilidad,
que sirven para desencadenar la
formación de las masas”.
El método de constitución de este
cristal de masa, como se ve, ha sido sencillo. Se ofrece una fórmula, un
eslogan enaltecedor, que delimita a) un objetivo
final; b) un dentro y un fuera; c) un nosotros -la masa- y un ellos,
el resto; d) y finalmente, se proclama urbi et orbe. Entonces, el
mecanismo potenciador de las masas está ya listo para funcionar. El siguiente
paso es saber cuántos y quiénes son los demás que estorban la constitución del objetivo final. Sobre ellos se
abalanzarán las masas.
Si hasta ahora, en el caso que nos
ocupa, el cristal de masa más activo ha sido el grupo dirigente de la ANC, una
vez formuladas y emitidas las preguntas, existe disponible y utilizable un nuevo cristal de masa, esta vez
parlamentario. Un grupo que, llegado el momento y según las circunstancias,
tomará el relevo a ANC a la hora de nuevas movilizaciones.
Las preguntas del hipotético referéndum de Cataluña parten de la división del mundo en dos: lo positivo y definido, por un lado, y lo indefinido y borroso, por otro. De un lado, la luz; del otro, las tinieblas
Como todo maniqueísmo que se precie –y el nacionalismo casi siempre lo es-, estas preguntas parten de la división del mundo en dos: lo positivo y definido –de cara al objetivo final-, por un lado, y lo indefinido y borroso, por otro. O sea, de un lado, la luz; de otro, las tinieblas.
Si se contesta que “sí” a la primera
pregunta, estaremos en la luz: Cataluña devendría un “Estado”; y luego
-siguiendo la senda de la positividad-, devendría un “Estado independiente”. O
sea, se alcanzaría la luz. Pero, en
cambio, si contesta que “No” a la primera pregunta, ya no hay más opciones. No
hay salida. El interrogado habría provocado –con su contumaz actitud- un no-Estado, o sea, una no-existencia, un vacío completo. O
sea, las tinieblas. Y no hay nada que provoque más terror al público que el
vacío y las tinieblas. Ni nada aparentemente más prometedor que un sí-dependiente.
Interdependencia
y soberanías compartidas
Pero profundicemos un poco más en el
fundamento político de la interrogación. También aquí hay serios indicios de
que la realidad se presenta dualistamente, sin un serio rigor intelectual.
Tras leer la primera pregunta –“¿Quiere que
Cataluña sea un Estado?”- y una vez conocida la segunda –“¿Quiere que Cataluña
sea un Estado independiente?”-, el interrogado se ve obligado a pensar que solo existen dos tipos de instituciones
para ejercer la soberanía: uno, los Estados no-independientes y otro el de los
Estados independientes.
Pero esto no es, ni aproximadamente. Hoy en
día, en el derecho político mundial existen infinidad de instituciones
políticas distintas a los Estados que permiten, a su vez, ejercer infinidad de
competencias diversas: diputaciones, distritos, regiones, departamentos,
landers, provincias, autonomías, etc.
Por otra parte, no hay en la realidad Estados
–como se intenta implícitamente presentar en las preguntas- que o bien
dispongan de con un 0% de
independencia o bien de un 100%.
Hoy en día, la realidad es más sutil, tanto que, en lugar de hablar de
independencia es más útil y práctico hablar de relaciones sistémicas de
interdependencia y, por tanto,
reconocer que las soberanías son hoy en día todas
compartidas. El Estado Alemán, por ejemplo, depende, para ejercer ciertas competencias, de lo que se
decida en la Unión Europea – es decir, ha cedido soberanía por arriba-. Y, para
otras, de lo que se decida en los Landers –o sea, ha cedido soberanía hacia
abajo-. Y ¿diríamos, por ello, que
el estado alemán es no-independiente?
Hoy en día, la realidad es más sutil, tanto que, en lugar de hablar de independencia es más útil y práctico hablar de relaciones sistémicas de interdependencia y, por tanto, reconocer que las soberanías son hoy en día todas compartidas
En el ejercicio de cualquier competencia democrática se entrecruzan siempre muchas y variadas soberanías, muchas y variadas instituciones políticas. La realidad es que se hallan tanto unas como otras son compartidas y cooperativas. ¿Por qué, entonces, en las preguntas que nos lanza una agrupación de parlamentarios hay tanta insistencia en la independencia? ¿Cómo deberíamos contestarlas? ¿Qué hacer ante ellas?
En términos muy claros: la cuestión política decisiva, hoy, es saber qué hacer ante un sistema
de interrogación que no parece respetar la libertad de opción del electorado y
que es, sobre todo, un eslogan ritual cuya función es movilizar a las masas
debilitando la esfera auténticamente democrática.
La respuesta no es sencilla desde luego.
Pero lo más probable es que la ciudadanía no va a contestar estas
preguntas. Muy probablemente, se retraerá. Porque nada hace pensar que haya llegado el tiempo en que los
ciudadanos –como pretenden las preguntas formuladas- se disuelvan
voluntariamente en masas y que, como tales masas, se puedan dejar arrastrar por
artimañas discursivas tan capciosas como las “interrogaciones” de este eventual
referéndum.
Los ciudadanos, por el contrario, saben distinguir lo real que cuenta de lo
meramente retórico discursivo –por muy idílico que éste se presente-, y sabe
diferenciar entre lo real y la somnolencia. Así, por tanto, pueden discernir
entre la ilusión de un discurso honrado
y prudente y el ilusionismo de un discurso huero y pretencioso. Y,
naturalmente, diferencian entre el auténtico
derecho a decidir –que siempre se ha de basar en principios legítimos- y la
imposición forzada de algunos derechos
(por ejemplo, el mal aplicado y extrapolado “derecho a la autodeterminación”).
En cierto modo, los promotores del eslogan sienten que ya “han cumplido”, con solo formular las preguntas: Han comprometido a los grupos parlamentarios y provocado, así, la emergencia de un escenario discursivo que les permite seguir creando masa
Pero lo más revelador en relación al futuro es la escasa disposición de los interrogadores –pese a sus desafiantes promesas- a ir más allá de la mera proclamación pública de las preguntas. Son ellos los primeros que saben que no harán el referéndum. En cierto modo, los promotores del eslogan sienten que ya “han cumplido”, con solo formular las preguntas: Han comprometido a los grupos parlamentarios y provocado, así, la emergencia de un escenario discursivo que les permite seguir creando masa.
Por todo, la más probable respuesta de la
ciudadanía, que, como tal, se sabe conformada y constituida por un estado de derecho, sea retraerse, desentenderse de las preguntas.
De hecho, “la manera más simple de resistirse es hacerse el sordo o fingir que no se ha entendido”-
Canetti- (…) “porque el efecto de las preguntas consiste en aumentar el
sentimiento de poder del que interroga; le incitan a seguir preguntando. Cuanto más ceda a las preguntas, más
sometido quedará el que responde. La libertad de la persona consiste sobre
todo en su capacidad para protegerse de las preguntas. La tiranía más opresiva
es la que se permite hacer la pregunta más opresiva”.
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