Me permito recomendar un libro de
cabecera para la acción colectiva de los federalistas. Se trata de la obra canónica
de Bruno Trentin “La ciudad del trabajo, izquierda y crisis del fordismo”.
Mi recomendación se basa en lo siguiente: el autor propone una potente invitación
a situar la política –la de la calle y la, digamos, institucional— en el nuevo
eje de coordenadas económico, social y cultural.
Tenemos en España una abundante literatura política y académica sobre el federalismo, cuya lectura es imprescindible para hacer que el mantillo federalista se extienda y logre convertirse en un potente movimiento sociopolítico. Ahora bien, dicha literatura (a mi parecer) tiene una limitación: no está inserta en los profundos cambios y mutaciones de las sociedades contemporáneas. A grandes rasgos son los siguientes: el cambio de paradigma del fordismo –no así el taylorismo-- hacia otro estadio, la gigantesca innovación y reestructuración de los aparatos productivos y de servicios, la ruptura del pacto welfariano en el contexto de la globalización y las repercusiones de todo ello en la condición concreta de las personas de carne y hueso. De todo ello saco las primeras y provisionales conclusiones: no es posible esperar utilidad del federalismo si no se tiene en cuenta ese espectacular corrimiento de las placas tectónicas. El «nuevo» federalismo debe ser, pues, el sujeto, activo e inteligente, que intervenga en ese estadio.
Tenemos en España una abundante literatura política y académica sobre el federalismo, cuya lectura es imprescindible para hacer que el mantillo federalista se extienda y logre convertirse en un potente movimiento sociopolítico. Ahora bien, dicha literatura (a mi parecer) tiene una limitación: no está inserta en los profundos cambios y mutaciones de las sociedades contemporáneas. A grandes rasgos son los siguientes: el cambio de paradigma del fordismo –no así el taylorismo-- hacia otro estadio, la gigantesca innovación y reestructuración de los aparatos productivos y de servicios, la ruptura del pacto welfariano en el contexto de la globalización y las repercusiones de todo ello en la condición concreta de las personas de carne y hueso. De todo ello saco las primeras y provisionales conclusiones: no es posible esperar utilidad del federalismo si no se tiene en cuenta ese espectacular corrimiento de las placas tectónicas. El «nuevo» federalismo debe ser, pues, el sujeto, activo e inteligente, que intervenga en ese estadio.
Y lo debe ser porque aquello a lo
que se enfrenta (las políticas neocentralistas y las nacionalistas, cada una
con sus diferencias y sus coincidencias) son la expresión de su desubicación
del nuevo paradigma. O, en otras palabras, el federalismo no puede competir con
sus oponentes como si estuviera en una fase que para todos ha dejado de
existir. Todavía más, la acción colectiva del federalismo, si quiere ser un
banderín de enganche con punto de vista fundamentado necesita una radical
puesta al día, una nueva planta. En la siguiente dirección: el aprovechamiento
de toda la elaboración cultural que se ha hecho hasta ahora, resituada en el
nuevo contexto de los cambios y transformaciones que someramente he citado.
En resumidas cuentas, este «nuevo» federalismo representaría una novedad política, una discontinuidad histórica con un proyecto de largo recorrido.
En resumidas cuentas, este «nuevo» federalismo representaría una novedad política, una discontinuidad histórica con un proyecto de largo recorrido.
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