Uno de los argumentos esgrimidos por el nacionalismo independentista es que el catalanismo se ha desplazado hacia el independentismo porque ésta es su evolución natural. ¿Son el nacionalismo y el catalanismo político conceptos equivalentes? Mi impresión es que no
Es particularmente
importante en la situación actual que se clarifiquen los conceptos para no
nadar en la ambigüedad, ni en la sustitución de unos por otros, ni desde luego
caer en una amalgama semántica: sucede por ejemplo con el derecho a decidir y
el soberanismo. Es también el caso de la distinción entre el catalanismo y
nacionalismo. Se pueden entender como equivalentes, correlacionados en el
sentido que el uno lleva al otro, o diferentes; el problema del juego de diferencias
o equivalencias se prolongaría si añadimos lo de independencia. Pero nos
quedaremos por ahora con el binomio catalanismo vs. nacionalismo; sin duda que
hay defensores y detractores de esta diferencia.
Si se trata de distinguir
entre dos conceptos lo primero consiste en definirlos. De entrada, hay que
dejar claro que cuando se trata de conceptos políticos como los aludidos no se
puede pensar en definiciones esencialistas o a partir de características necesarias
y suficientes, ni de otras abstracciones; lo pertinente es expresar su
contenido a partir de pertinencias pragmáticas y de rasgos vinculados, en este
caso, a la política y a lo social.
De hecho, lo que se ha
llamado ‘catalanismo político’, defendido por un amplio espectro de la sociedad
catalana de diferentes familias políticas, bien podría incluirse bajo la
denominación de lo que se entiende por catalanismo, incluyendo la dimensión cultural.
Por poner un ejemplo entre los defensores de la diferencia entre catalanismo y nacionalismo
se puede citar el artículo de Antoni Puigvert “Del catalanismo inclusivo al romántico” (La Vanguardia el 3 de junio del 2013). En dicho artículo afirma que
“el camino del catalanismo se está estrechando”. Refiriéndose al libro de
Raimon Obiols El mínim que es por dir, señala: “Obiols
describe a partir de anécdotas y retratos, pero también de la reflexión ensayística,
las tres características del catalanismo político: la resistencia a la negación,
desaparición o merma de la cultura catalana, la voluntad de inclusión social y
la estrategia unitaria que desemboca en la Assemblea de Catalunya”. Puigvert,
en el artículo citado haciendo referencia a cómo Jordi Pujol reconfiguró el catalanismo,
hace la siguiente reflexión: “La lógica del nacionalismo catalán no es inclusiva.
No es étnica, por supuesto, pero sí romántica. Un romanticismo que ahora se
enfrenta a otro romanticismo: el que expresaba Aznar no hace mucho. El catalanismo
inclusivo era lento porque anteponía a cualquier otra cosa la unidad política y
la agregación civil de todos los componentes de la sociedad catalana. El nacionalismo
catalán romántico tiene prisa, es idealista y hace abstracción de la realidad.
Mientras el catalanismo inclusivo, fracasado, escribe el testamento; el
nacionalismo romántico, creyéndose más fuerte de lo que es, se propone escribir
las hazañas épicas que echan de menos en los libros de la historia mítica”. La radiografía
que hace de la situación actual (posiblemente más agravada actualmente ya que
este artículo está escrito hace un año) se adecua a lo que se está viviendo en
Cataluña desde la puesta en marcha del llamado “proceso” hacia la independencia.
¿Es normal que llamemos catalanistas a los “críticos del PSC” y que pongamos en duda que lo sean los que no han dejado el partido o han cuestionado el derecho a decidir?
La cuestión es si esta situación es positiva para el catalanismo inclusivo e
integrador o si se ha de dar por finiquitado, aceptando así su fracaso y su sustitución
por una concepción de equivalencia entre nacionalismo e independentismo. En
este sentido es especialmente relevante el artículo de Francisco Morente Valero ¿Un solo pueblo? quien señala: “En algún
momento alguien deberá estudiar el portentoso proceso mediante el que la fuerza
política mayoritaria del catalanismo se hizo el haraquiri”. Uno de los argumentos
utilizados por el nacionalismo independentista es que el catalanismo se ha
desplazado hacia el independentismo siendo ésta su evolución natural. Y se
justifica por el hecho del aumento del porcentaje de independentistas entre
personas que hasta hace poco no lo eran.
La tesis de la deriva
independentista del catalanismo invita a una reflexión, por un lado, sobre lo
que ha significado históricamente para la lengua y cultura en Cataluña y, por
otro, sobre las consecuencias de dicha deriva en el presente y en el futuro. En
el presente, subyace en el fondo, un pesimismo respecto a la viabilidad del
catalanismo. Mi impresión respecto al futuro es que seguirá habiendo
catalanistas no independentistas, a pesar de la distorsión y ambigüedad o ambivalencia
producida en algunas formaciones políticas. Me refiero, por poner sólo algún
ejemplo, al hecho de que se denominan catalanistas a los llamados “críticos del
PSC”. En cambio se pone en duda que lo sean los que no han dejado el partido o
han cuestionado el llamado “derecho a decidir”. En realidad, los que han dejado
de ser catalanistas son los que han optado por el nacional-independentismo. ¿O
es que se puede considerar que Raimon Obiols, Jordi Hereu o Carmen Andreu (por
poner sólo algunos ejemplos) no forman parte de los catalanes que han contribuido
a “la resistencia cultural catalana, la voluntad de inclusión social y la
estrategia unitaria que desemboca en la Assemblea de Catalunya”? Lo mismo podríamos
decir de las personas (militantes o votantes) de ICV que no comparten su
inclusión en el proceso independentista y que por ello se les considere menos
catalanistas.
Como conclusión se puede afirmar que en la situación actual es más necesario que nunca fortalecer un catalanismo inclusivo, que no se confunda con el nacionalismo independentista, si no se desea que la sociedad catalana desemboque en dos nacionalismos románticos. La confianza es que al catalanismo le queda aún largo recorrido y que lo que en estos momentos puede parecer un proyecto fallido resurja y, contra todo pronóstico, ni acabe en fracaso ni tenga que hacerse el haraquiri.
Como conclusión se puede afirmar que en la situación actual es más necesario que nunca fortalecer un catalanismo inclusivo, que no se confunda con el nacionalismo independentista, si no se desea que la sociedad catalana desemboque en dos nacionalismos románticos. La confianza es que al catalanismo le queda aún largo recorrido y que lo que en estos momentos puede parecer un proyecto fallido resurja y, contra todo pronóstico, ni acabe en fracaso ni tenga que hacerse el haraquiri.
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