domingo, 1 de junio de 2014

Nacionalismo versus socialismo. Reflexiones en torno a '1914 De la paz a la guerra', de Margaret MacMillan (por Carlos Pastor)

No se puede hacer un paralelismo entre el proceso catalán y la situación previa a la Gran Guerra de 1914-1918, entre otras cosas porque el nacionalismo no fue la única causa de aquella carnicería, pero sí hay algunas coincidencias alarmantes: por ejemplo, también en 1914 era la opinión pública (o buena parte de ella) la que condicionaba la capacidad de maniobra de los líderes políticos. Éstos actuaron en buena parte vigilados y empujados  por una población imbuida de patriotismo desenfrenado y nacionalismo chauvinista 


Los socialistas ya deberían estar acostumbrados a que la eclosión de ideologías nacionalistas entre la población actúe de cáncer, de carcoma entre sus filas, tanto entre militantes y dirigentes como entre sus votantes, como le está ocurriendo estos días al PSC y, en menor medida, al PSOE, porque si uno tiene un ala nacionalista catalanista, el otro la tiene españolista. Los valores del socialismo, y de la izquierda en general, sucumben ante las pulsiones identitarias.
En 1914, ahora hace 100 años, en vísperas de la Gran Guerra, el nacionalismo dinamitó la II Internacional, al imponerse entre sus miembros el patrioterismo a los principios  internacionalistas de fraternidad entre los pueblos. Los partidos socialistas o socialdemócratas de los países que iban a entrar en conflicto votaron los créditos de guerra en sus respectivos parlamentos, salvo honrosas excepciones, pese a que en los congresos de la II Internacional anteriores a 1914 “los oradores de cualquier procedencia expresaron nobles sentimientos sobre la hermandad internacional de la clase trabajadora, y seguramente la mayor parte de ellos creía en lo que decía” (Margaret MacMillan, 1914 De la paz a la guerra, Turner Publicaciones, Madrid, 2014).


                                         La Europa de "1914. De la paz a la guerra”, de Margaret MacMillan

Esta autora –rectora del St Antony´s College de la Universidad de Oxford y catedrática de Historia Internacional en la misma institución-- recoge  la siguiente sentencia, profética, de un delegado holandés al segundo congreso, en1891: “Los sentimientos internacionalistas que presupone el socialismo no existen entre nuestros hermanos alemanes”. En realidad, para ser justos, el nacionalismo también estaba extendido entre los obreros franceses y de otros países de Europa.
El mismo día en que era enterrado el líder socialista francés Jean Jaurès, firme defensor de la paz y opuesto a la inminente guerra, asesinado en París por  un nacionalista de su propio país, un destacado adversario de la izquierda le rindió homenaje  diciendo: “Ya no hay opositores; hay tan solo franceses”. MacMillan apunta que la Cámara prorrumpió en prolongados gritos de “¡Vive la France!”. 
El caso más sangrante es el del Partido Socialdemócrata Alemán. El Gobierno del káiser temía que una oposición firme del poderoso partido socialista y de los sindicatos, que habían amenazado con una huelga general contra la guerra, arruinaría sus  planes bélicos porque impediría la movilización del ejército. Pero la mayoría del grupo parlamentario del SPD decidió votar los créditos de guerra, y la minoría se sometió en aras de la unidad del partido.

En 1914, ahora hace 100 años, en vísperas de la Gran Guerra, el nacionalismo dinamitó la II Internacional, al imponerse entre sus miembros el patrioterismo a los principios  internacionalistas de fraternidad entre los pueblos


Un socialista alemán, citado por MacMillan, expresó así lo feliz que se sentía por haber resuelto la confrontación entre la causa del socialismo y la de la patria alemana, a favor de esta última, naturalmente: “La terrible tensión se había resuelto [...] uno podía, por primera vez en casi un cuatro de siglo, sumarse de todo corazón, con la conciencia limpia y sin sentirse traidor, al coro arrasador y tempestuoso que cantaba: `Deutschland, Deutschland, über alles’”, es decir, “Alemania, Alemania, por encima de todo”.
Sustituyan ustedes “traidor” por “botifler” y `Deutschland, Deutschland, über alles’ por “Visca Catalunya lliure”, y comprenderán mejor lo que les está pasando a algunos socialistas de casa.
No, no se puede hacer un paralelismo entre el proceso catalán y la situación previa a la Gran Guerra de 1914-1918. La realidad y las fuerzas en presencia son otras, afortunadamente. Además, el nacionalismo no fue la única causa de aquella carnicería, aunque sí una de las más importantes.
Pero hay algunas coincidencias alarmantes: por ejemplo, también en 1914 era la opinión pública (o buena parte de ella) la que condicionaba la capacidad de maniobra de los líderes políticos. Éstos actuaron en buena parte vigilados y empujados  por una población imbuida de patriotismo desenfrenado y nacionalismo chauvinista, además de espíritu militarista, del que por suerte nosotros carecemos en la actualidad. Naturalmente, aquella opinión pública era agitada por asociaciones y ligas patrióticas de todo tipo. Y también entonces, términos como “honor” y “dignidad” estaban continuamente en boca de quienes llevaron a Europa a la destrucción material, espiritual y humana (sólo entre los combatientes hubo 8,5 millones de muertos, 8 millones fueron hechos prisioneros o desaparecieron, 21 millones resultaron heridos).
Existe otro fenómeno cuyo estudio debe ser apasionante: la conversión al nacionalismo de tantos dirigentes socialistas y/o comunistas de la Europa del este una vez se hundió el bloque soviético y hubieron de adecuarse a un nuevo escenario para seguir jugando un papel en la política de sus países. Pero esa es otra historia.

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