No se puede hacer un paralelismo entre el proceso catalán y la situación previa a la Gran Guerra de 1914-1918, entre otras cosas porque el nacionalismo no fue la única causa de aquella carnicería, pero sí hay algunas coincidencias alarmantes: por ejemplo, también en 1914 era la opinión pública (o buena parte de ella) la que condicionaba la capacidad de maniobra de los líderes políticos. Éstos actuaron en buena parte vigilados y empujados por una población imbuida de patriotismo desenfrenado y nacionalismo chauvinista
Los socialistas ya deberían estar acostumbrados a que la
eclosión de ideologías nacionalistas entre la población actúe de cáncer, de
carcoma entre sus filas, tanto entre militantes y dirigentes como entre sus
votantes, como le está ocurriendo estos días al PSC y, en menor medida, al
PSOE, porque si uno tiene un ala nacionalista catalanista, el otro la tiene
españolista. Los valores del socialismo, y de la izquierda en general, sucumben
ante las pulsiones identitarias.
En 1914, ahora hace 100 años, en vísperas de la Gran Guerra,
el nacionalismo dinamitó la II Internacional, al imponerse entre sus miembros
el patrioterismo a los principios
internacionalistas de fraternidad entre los pueblos. Los partidos
socialistas o socialdemócratas de los países que iban a entrar en conflicto
votaron los créditos de guerra en sus respectivos parlamentos, salvo honrosas
excepciones, pese a que en los congresos de la II Internacional anteriores a
1914 “los oradores de cualquier procedencia expresaron nobles sentimientos
sobre la hermandad internacional de la clase trabajadora, y seguramente la
mayor parte de ellos creía en lo que decía” (Margaret MacMillan, 1914 De la paz a la guerra, Turner Publicaciones, Madrid, 2014).
La Europa de "1914. De la paz a la guerra”, de Margaret MacMillan
Esta autora –rectora del St Antony´s College de la
Universidad de Oxford y catedrática de Historia Internacional en la misma
institución-- recoge la siguiente
sentencia, profética, de un delegado holandés al segundo congreso, en1891: “Los
sentimientos internacionalistas que presupone el socialismo no existen entre
nuestros hermanos alemanes”. En realidad, para ser justos, el nacionalismo
también estaba extendido entre los obreros franceses y de otros países de
Europa.
El mismo día en que era enterrado el líder socialista francés
Jean Jaurès, firme defensor de la paz y opuesto a la inminente guerra,
asesinado en París por un
nacionalista de su propio país, un destacado adversario de la izquierda le
rindió homenaje diciendo: “Ya no
hay opositores; hay tan solo franceses”. MacMillan apunta que la Cámara
prorrumpió en prolongados gritos de “¡Vive la France!”.
El caso más sangrante es el del Partido Socialdemócrata Alemán.
El Gobierno del káiser temía que una oposición firme del poderoso partido
socialista y de los sindicatos, que habían amenazado con una huelga general
contra la guerra, arruinaría sus
planes bélicos porque impediría la movilización del ejército. Pero la
mayoría del grupo parlamentario del SPD decidió votar los créditos de guerra, y
la minoría se sometió en aras de la unidad del partido.
En 1914, ahora hace 100 años, en vísperas de la Gran Guerra, el nacionalismo dinamitó la II Internacional, al imponerse entre sus miembros el patrioterismo a los principios internacionalistas de fraternidad entre los pueblos
Un socialista alemán, citado por MacMillan, expresó así lo
feliz que se sentía por haber resuelto la confrontación entre la causa del socialismo
y la de la patria alemana, a favor de esta última, naturalmente: “La terrible
tensión se había resuelto [...] uno podía, por primera vez en casi un cuatro de
siglo, sumarse de todo corazón, con la conciencia limpia y sin sentirse
traidor, al coro arrasador y tempestuoso que cantaba: `Deutschland,
Deutschland, über alles’”, es decir, “Alemania, Alemania, por encima de todo”.
Sustituyan ustedes “traidor” por “botifler” y `Deutschland,
Deutschland, über alles’ por “Visca Catalunya lliure”, y comprenderán mejor lo
que les está pasando a algunos socialistas de casa.
No, no se puede hacer un paralelismo entre el proceso catalán
y la situación previa a la Gran Guerra de 1914-1918. La realidad y las fuerzas
en presencia son otras, afortunadamente. Además, el nacionalismo no fue la única
causa de aquella carnicería, aunque sí una de las más importantes.
Pero hay algunas coincidencias alarmantes: por ejemplo,
también en 1914 era la opinión pública (o buena parte de ella) la que
condicionaba la capacidad de maniobra de los líderes políticos. Éstos actuaron
en buena parte vigilados y empujados
por una población imbuida de patriotismo desenfrenado y nacionalismo
chauvinista, además de espíritu militarista, del que por suerte nosotros
carecemos en la actualidad. Naturalmente, aquella opinión pública era agitada
por asociaciones y ligas patrióticas de todo tipo. Y también entonces, términos
como “honor” y “dignidad” estaban continuamente en boca de quienes llevaron a
Europa a la destrucción material, espiritual y humana (sólo entre los
combatientes hubo 8,5 millones de muertos, 8 millones fueron hechos prisioneros
o desaparecieron, 21 millones resultaron heridos).
Existe otro fenómeno cuyo estudio debe ser apasionante: la
conversión al nacionalismo de tantos dirigentes socialistas y/o comunistas de
la Europa del este una vez se hundió el bloque soviético y hubieron de
adecuarse a un nuevo escenario para seguir jugando un papel en la política de
sus países. Pero esa es otra historia.
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