domingo, 18 de octubre de 2015

El federalismo canadiense y el encaje de Quebec (por André Lecours)

Aunque el independentismo en Quebec es mucho menor hoy que hace 20 años y nadie plantea celebrar un nuevo referéndum, los quebequeses se sienten menos canadienses que nunca. Es lo que André Lecours define como ‘La paradoja de Quebec’, una de las cuestiones expuestas durante la presentación de L’Idée Fédérale el 15 de octubre de 2015 en Barcelona. A continuación reproducimos la primera parte de su exposición*





Deseo empezar hablando del federalismo en Canadá y el encaje de Quebec, una situación que es comparable en muchos aspectos con lo que ocurre hoy en Cataluña. Los últimos años han marcado una gran diferencia para Quebec. Veinte años atrás los quebequeses votaron en un referéndum, con una pregunta larga y complicada de entender, pero con la que en esencia se quería saber si Quebec quería ser un país independiente. Los resultados de la votación fueron muy ajustados y mucha gente creyó que con otro referéndum se conseguiría. Sin embargo, esto no ocurrió.
Hoy en día se ha conseguido cierta estabilidad en Canadá y nadie pide otro referéndum pero existe una paradoja: aunque el independentismo en Quebec es mucho menor que hace 20 años, al mismo tiempo los quebequeses se sienten menos canadienses que nunca. Hay estudios sobre esto, es una realidad bien documentada: el sentimiento de identidad canadiense ha bajado y ha subido el sentimiento de identidad quebequense. El federalismo ha hecho que los quebequeses se sientan menos canadienses que nunca. Es una buena y una mala noticia, depende de cómo se mire.
La causa de esta situación se puede encontrar en las bases institucionales de la condición federal de Canadá. Esta estructura de matriz federalista, convierte el argumento independentista en una cuestión poco creíble. Existe un alto nivel de autonomía legislativa y administrativa por parte de las regiones, con competencias exclusivas en educación, salud, código civil, recursos naturales, policía y orden público y relaciones laborales.
También existe un alto nivel de autonomía fiscal con un porcentaje de recaudación del 80% de recursos propios en el que el 20% restante proviene de transferencias del estado federal, con pocos condicionantes.
Sin embargo, el federalismo es más que las instituciones. Hay dos aproximaciones o puntos de vista que se corresponden a la política desarrollada por el partido liberal y la desarrollada por el partido conservador en las últimas décadas.
El partido liberal de Canadá gobernó de 1993 a 2005 y desarrolló programas nacionales y estrategias con el punto de vista de favorecer la unidad nacional. La idea era que el gobierno de Canadá estuviera presente y visible en Quebec de forma que los quebequeses desarrollaran sentimientos de identidad canadiense. Paralelamente, el gobierno de Quebec desarrolló programas nacionales en áreas donde el gobierno tiene competencias, dirigidas a reforzar la identidad nacional quebequesa.  
El partido conservador ha gobernado los últimos nueve años, con un estilo que se ha llamado federalismo abierto, que funciona como compartimentos estancos. Los conservadores creen que el federalismo es más seguro si cada nivel de gobierno de sitúa en sus competencias específicas, que están establecidas en dos artículos de la constitución. Cada nivel de gobierno es autónomo en el desarrollo de las mismas. El estado federal se comporta como si no fuera necesario hablar entre los diferentes niveles de gobierno. Así el gobierno federal se ha concentrado en sus competencias: macroeconomía, justicia, ley y orden y política exterior.
Yo no soy partidario de los conservadores pero su aproximación ha hecho disminuir la intensidad del conflicto en Quebec. Probablemente porque ha ayudado a reducir el apoyo al independentismo y los continuos conflictos con el gobierno quebequés, aunque al mismo tiempo ha disminuido el sentimiento identitario canadiense.

"¿Le espera también a Cataluña una paradoja como la de Quebec? Es difícil de decir"


El apoyo al independentismo se situa actualmente alrededor del 34% en Quebec.
Este declive no se explica sólo por las políticas de los gobiernos federales, es también resultado de cambios internos en Quebec. Un ejemplo son los jóvenes. Algunos políticos soberanistas decían que los unionistas morirían y que los jóvenes serían cada vez más independentistas, pero no ha sido así. Los jóvenes que a los 20 años eran más independentistas ahora no lo son a los 30 años. Quizás porque tienen responsabilidades profesionales y familia, o han tenido tiempo para recapacitar, o por las experiencias dramáticas que se vivieron en los años noventa con las negociaciones entre Quebec y Canadá.
A pesar de todo esto, la federalización de Canadá ha debilitado el sentimiento canadiense. Algunos canadienses piensan que ha fallado la política de reconocimiento. Muchos francófonos quebequeses sienten que son una nación y preferirían ser un estado independiente, pero los anglófilos no se sienten así y es difícil reconocerlo sin afrontar unos elevados costes. Por eso la constitución no lo reconoce, aunque mucha gente piensa que si el reconocimiento se hiciera, los quebequeses se sentirían más cómodos en Canadá. Esta falta de reconocimiento se transmite a las nuevas generaciones a través de las escuelas. El poco sentido de identidad canadiense también es el resultado de la construcción nacional quebequesa a través de los símbolos, que ha sido muy exitosa. Actualmente todo se llama nacional en Quebec: la capital, la asamblea... y aunque el partido liberal que gobierna Quebec no es independentista, sí piensa que Quebec es la nación y Canadá es el estado.
En relación a la situación de Cataluña, siento aquí como si estuviera viviendo lo mismo que sucedió en Canadá hace veinte años. Pienso que es necesario el compromiso y avanzar en algunos aspectos. Pero hay que marcar límites. En Canadá se tiene muy claro que no se puede ir más allá en la descentralización y las discusiones sobre la constitución son importantes, pero muy peligrosas. En Canadá existía una fuerte convicción debque el independentismo cambiaría con la reforma constitucional, en un momento en que un 60% de los quebequesese querían la independencia.
Cuando veo España pienso que hacen falta más relaciones intergubernamentales y a pesar de que en Canadá no se habla entre los gobiernos, existen redes establecidas entre diferentes niveles administrativos, donde la comunicación es permanente y existen contactos y oficinas intergubernamentales. Se ha dicho que todo es perfecto en el federalismo quebequés pero hay cosas que no me gustarían para Cataluña.

¿Le espera también a Cataluña una paradoja como la de Quebec? Es difícil de decir. En relación al federalismo, es verdad que aún hay cosas que no funcionan pero es un proceso en construcción que sirve para gestionar problemas complejos, las soluciones no son fáciles ni rápidas. Hay que mirar a largo plazo. Lo más importante es ir generando cultura federal, que se basa en las reclaciones intergubernamentales y el diálogo, en definir las reglas compartidas y en la cooperación. Estas son cuestiones que no se solucionan sólo con la reforma constitucional.


*Transcripción y adaptación de Mireia Esteva y Beatriz Silva

domingo, 4 de octubre de 2015

El federalisme, més que mai alternativa davant de l’esgotament de l’estat-nació (per Francesc Trillas)

L’estat-nació ha quedat obsolet i no serveix per resoldre els grans problemes de la humanitat. No té massa sentit dir que es volen resoldre els grans problemes socials i declarar-se agnòstic respecte a com organitzar les sobiranies. Encara menys sentit té pensar-se que creant un nou estat-nació es pot “canviar tot”




Ara que les campanyes electorals ens donen un respir, potser és el moment de recordar algunes nocions fonamentals sobre la idea federal al segle XXI. El federalisme no és una “qüestió territorial”, sinó que és un pre-requisit fonamental per regenerar la democràcia i per impulsar polítiques d’igualtat adaptades a una economia interconnectada. L’estat-nació ha quedat obsolet i no serveix per resoldre els grans problemes de la humanitat. No té massa sentit dir que es volen resoldre els grans problemes socials i declarar-se agnòstic respecte a com organitzar les sobiranies. Encara menys sentit té pensar-se que creant un nou estat-nació es pot “canviar tot”.
La idea federal combina el principi de subsidiarietat amb el respecte a les diferències i la solidaritat. Pel principi de subsidiarietat, allò que es pugui resoldre en un nivell de govern més proper als ciutadans, no s’ha de resoldre a nivells superiors. Els problemes col·lectius tenen diferents grandàries: per a alguns problemes les institucions actuals seguiran sent útils i seguiran sent el primer candidat per a resoldre’ls, però per a un nombre creixent de problemes, potser per als més importants per al benestar de les classes populars, ja no.
El respecte a les diferències implica fer de la diversitat una riquesa, sense que això impedeixi la solidaritat i la cooperació. Per exemple, al Canadà i a Suïssa, tots els idiomes són oficials en el nivell federal, i els principals funcionaris (no tota la població) tenen l’obligació de conèixer dos d’aquests idiomes. Això facilita la solidaritat i la cooperació, sentir-se part d’un tot interconnectat.
Fa cinc-cents anys els estats-nació van guanyar la batalla evolutiva institucional per sobre d’altres rivals, com les lligues de ciutats o les ciutats-estat, o el feudalisme, o els imperis sense fronteres precises. Els estats-nació basats en el monopoli de la sobirania i la força dintre d’unes fronteres precises, eren funcionals al creixement economic d’aquella època I als interessos de les classes dominants, creant mercats amb economies d’escala protegides per la força.

Els estats-nació són viables, com també ho són els condominis amb seguretat privada: poden aïllar durant un temps a una minoria exigua de la humanitat dels grans problemes


Avui els estats-nació han deixat de ser funcionals davant dels grans problemes de la humanitat. Són viables, com també ho són els condominis amb seguretat privada: poden aïllar durant un temps a una minoria exigua de la humanitat dels grans problemes que ens afligeixen, però només creant grans agregats democràtics els ciutadans d’aquests estats poden influir seriosament en la solució dels grans problemes. Aquests grans problemes els coneixem, i a Catalunya els compartim amb la resta d’espanyols i europeus: l’atur, les desigualtats, la corrupció, el frau fiscal, el canvi climàtic, la inestabilitat financera, les migracions, les noves i velles formes d’inseguretat.
Com s’organitza la sobirania no és una qüestió més, és un pre-requisit per resoldre els grans problemes de la humanitat. L’arquitectura institucional òptima per al món del segle XXI no la coneixeríem amb exactitud ni creant les millors comissions d’experts, però no pot ser la de l’any 1789, ni la de 1914. A Europa, ni tan sols Alemanya és sobirana: de vegades no pot imposar la seva política desitjada al Banc Central Europeu. I en realitat ho accepta, perquè sap que tota sola no pintaria res al món.
Totes les federacions admeten ritmes diversos i diferents velocitats (ja passa a les federacions en construcció que són Espanya i Europa), i per això les possibles singularitats competencials no han d’anar en perjudici de la igualtat, del principi que tots els ciutadans tenen els mateixos drets i oportunitats.
Espanya i Europa estan des de fa dècades en un camí federal. Aquests camins pareteixen de punts molt diferents: el punt de partença en el cas espanyol és una dictadura centralitzada, mentre que el punt de partença en el cas europeu és una organització intergovernamental d’estats democràtics sobirans. Però el punt d’arribada és el mateix: una arquitectura institucional on tots els nivells de govern rellevants responguin directament davant de la ciutadania, amb competències i finançament clars, amb una solució a cada problema adequada al seu abast geogràfic, sense que ningú tingui el monopoli de la sobirania. És com s’organitzen ja la major part dels ciutadans que viuen en democràcia al món, al Canadà, els Estats Units, Alemanya, Suïssa, Austràlia, Índia, Sudàfrica, Brasil… És la forma de govern que permet combinar millor solidaritat i diversitat, eficiència i equitat, en un context de solidaritat, pau i respecte.