miércoles, 13 de enero de 2016

Federalismo y ética (Por Victoria Camps)

¿Es más ético ser federalista?¿Lo son valores asociados al federalismo como la justicia redistributiva o la moderación? La autora reflexiona sobre estas cuestiones y llega a la conclusión que cualquier camino implica hablar, pactar y acordar cómo queremos vivir. Este texto es una transcripción de parte de la intervención de Victoria Camps, catedrática emérita de ética de la UAB, en un debate que tuvo lugar en el Colegio de Psicólogos de Cataluña con representantes de la ANC*




A menudo me preguntan qué posición es más ética. ¿La del independentismo? ¿La del federalismo? Estamos en una sociedad que ve la realidad en términos de blanco o negro, que busca posiciones claras y tiende a desdeñar los matices y las dudas.
Mi respuesta es que ésta no es una cuestión que tenga que ver con la ética, es una cuestión puramente política. Querer la independencia de Cataluña es una opción política legítima. Tan legítima como querer una España federal.
Esto no quiere decir que en lo que aquí en Cataluña se denomina “el proceso” no existan elementos que se puedan analizar desde un punto de vista ético.
Personalmente creo que la posición federalista es más justa porque propugna una distribución de recursos más amplia: los federalistas no queremos sólo ser justos con los que están dentro de Cataluña que es un concepto más estrecho. Queremos la justicia redistributiva a nivel español, europeo y mundial. Nos preguntamos: ¿por qué ajustarnos sólo al marco catalán? Es algo que ahora resulta evidente con la crisis de los refugiados que estamos viviendo en Europa y que excede a las fronteras.
Creo que otro valor federalista importante es el de la moderación que propugnaba Aristóteles. El federalismo no está en ninguno de los extremos y favorece el debate, el diálogo, la convivencia y el pacto. Es una postura más moderada.
A pesar de todo esto, no es más ético querer que Cataluña sea una comunidad autónoma, un estado independiente o parte de una España federal. Todos estimamos Cataluña, todos queremos un reconocimiento claro de nuestra identidad y un reparto más justo de los recursos. Compartimos muchas cosas. Lo que no compartimos es lo que deducimos a partir de todo esto. Porque no es una cuestión puramente racional, es también sentimental.
Lo que sucede con los argumentos a favor de la independencia o del federalismo es que a partir de unos hechos, unos deducen que las cosas se debe hacer de una manera y otros, de otra. Unos creen que no hay nada que hacer y prefieren irse y otros preferimos seguir dialogando aunque sea difícil. Hay una insatisfacción compartida pero no nos ponemos de acuerdo sobre lo que hay que hacer. Ninguna de las dos opciones es racional, lo que hay detrás son sentimientos. Y sentimientos no compartidos por todos, por eso es complicado.
Creo que en Cataluña nos hemos equivocado en los últimos tiempos, hemos entrado en un camino sin salida. No nos entendemos porque hablamos desde las emociones y esto hace que estemos enrocados en nuestras respectivas posiciones sin una voluntad de entender la del contrario. De nada sirve dialogar si una de las partes dice: “ya no hay nada de qué hablar”. No es una postura razonable y la razonabilidad es importante para poder dialogar. Es, como dice el filósofo John Rawls, la virtud fundamental de la democracia.



¿Qué significa ser razonable? Significa escuchar al otro con empatía, exponer nuestras razones de manera que resulten entendibles para nuestro interlocutor. Se trata de persuadir (no convencer) a la otra parte de que nuestra posición es mejor. Se trata de no partir desde posiciones inmovilistas como si fueran dogmas religiosos ya que esto último hace imposible el diálogo.
Hay una cosa que sí está clara en la situación que atraviesa Cataluña: no hay más remedio que ponerse de acuerdo. Dentro de Cataluña y entre Cataluña y el resto de España. Incluso si llegamos algún día a la independencia no podremos hacerla de ninguna manera que no sea hablando, pactando y acordando cómo vamos a ser independientes, qué se queda cada uno, cómo nos repartimos lo que haya que repartir. A una hipotética independencia de Cataluña sólo se puede llegar mediante el acuerdo.
Esto no es muy distinto a lo que proponen los federalistas. Federarse es unirse para poner en común todas aquellas cosas que las partes que se unen piensan que tienen que poner en común y al mismo tiempo respetar las diferencias que siguen manteniendo. Esto implica discutir que tenemos en común y qué queremos ceder al gobierno central, a Europa o a un gobierno mundial si existiera. Es decir, cualquiera de los caminos, el federalismo o la independencia, implicar hablar, pactar y acordar como queremos vivir.

*Transcripción y edición de Santiago Vallejo y Beatriz Silva


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