Artur Mas se presentó en 2012 en La Moncloa pidiendo un pacto fiscal semejante al llamado concierto vasco y amenazó con echarse al monte independentista si no se le concedía ¿Realmente quería Artur Mas un pacto fiscal a la vasca? Modestamente creo que no. Los privilegios de Euskadi y Navarra no tienen futuro dentro de la fiscalidad europea y son más bien un anacronismo destinado a desaparecer
Rememoremos. El tour de force en
el que se encuentra inmerso el gobierno de Artur Mas respecto al ejecutivo
central, se remonta a setiembre de 2012. Como consecuencia de la manifestación
del 11 de dicho mes y año, el político catalán decidió “hacer la ola” con la Assemblea Nacional Catalana y demás
convocantes. Se presentó en la Moncloa con una petición que revestía el
carácter de ultimátum. Se trataba de que se concediera a Cataluña un pacto
fiscal semejante al del concierto económico vasco. En caso contrario el
presidente de la Generalitat amenazaba
con echarse al monte independentista, que es lo que finalmente hizo. Fue una
opinión generalizada que Artur Mas iba a Madrid a forzar la ruptura. Pedir el
cielo es la mejor manera de obtener un no rotundo.
A ese propósito, y ahora que
estamos de conmemoraciones, y no solo la de 1714, me viene a la mente el
ultimátum con el que el imperio austro-húngaro justificó la declaración de
guerra a Serbia en julio de 1914. La opinión de los historiadores es
prácticamente unánime: se redactó de tal manera que se hiciera inasumible por
el gobierno de Belgrado.
La negativa de Rajoy se debatió largo y tendido. En los medios, se adujeron
diversas razones para justificarla, tales como la manera de ser planteada, la
premura con la que se exigía la respuesta, el hecho de que, para el estado, aceptar
la demanda supusiera la quiebra, dado el peso considerablemente superior, desde
el punto de vista tributario, de Cataluña, en comparación con Euskadi,…A mi
modo de ver, y en términos generales, los análisis obviaron una faceta
importante del problema, que se puede empezar a formular a partir de la siguiente pregunta: ¿de
verdad quería Artur Mas que un posible pacto fiscal catalán se asemejara al
llamado concierto vasco?
Veamos. De entrada hay un problema semántico. Entre paréntesis, reconozco
que soy un maniático de los términos, por la sencilla razón de mi
convencimiento en que si se precisa el lenguaje, muchos conflictos desaparecen.
Y el problema es el siguiente. Con no demasiadas excepciones, cuando se habla
del concierto vasco se asume que éste es un pacto entre Euskadi y el gobierno
de Madrid. Y eso es rotundamente falso. La capacidad normativa y recaudatoria
de todos los impuestos (IVA, IRPF, impuesto de sociedades), fruto del
concierto, no la tiene el gobierno vasco, sino las tres diputaciones forales de
Álava, Guipúzcoa y Vizcaya por separado. Y no puede ser de otra manera. El
primero de dichos conciertos data de 1878; en cierta manera fue formulado como
una compensación a la anulación de los fueros, llevada a cabo dos años antes. Y
no se podía otorgar a Euskadi por la sencilla razón de que legalmente no
existía. Como no existía Cataluña, Aragón o Andalucía. Me explico. La primera
constitución española que reconoce la existencia generalizada de unidades
supraprovinciales es la actual. Incluso la de la segunda república, lo que en
último extremo contemplaba era la posibilidad de la formación de regiones, así
como su correspondiente autonomía. Es más, en el caso de Euskadi ni siquiera
existía en la fecha citada de 1878 nominalmente, ya que el denominador fue
un neologismo creado por Sabino de
Arana años después.
¿Evidencia empírica de lo dicho? La sentencia de los tribunales europeos
sobre las vacaciones fiscales: se condenó a las tres diputaciones vascas y,
como responsable subsidiario, al gobierno español, mientras que el vasco salió
de rositas.
Como es sabido, las tres provincias vascas no son los únicos territorios
que gozan de esa capacidad en el contexto tributario. La llamada Comunidad
Foral de Navarra también la tiene. ¿Podría entonces afirmarse que en ese caso
sí se trata de un privilegio de la comunidad autónoma? A mi modo de ver,
tampoco. Cuestión diferente es que al ser Navarra una autonomía uniprovincial,
el asunto se embrolle. Porque antes de la constitución de 1978 tampoco era
Navarra otra cosa que una provincia. Y es esa provincia la que lleva a cabo un
pacto con el estado en 1841, origen del presente privilegio fiscal. Debe
recordarse que se trata de la única región que no tiene aprobado un estatuto de
autonomía propiamente dicho. Se rige por la llamada Ley de Reintegración y
Amejoramiento del Régimen Foral, que implica la adecuación del fuero de la antigua
provincia homónima a la nueva realidad territorial.
¿A qué nos lleva todo eso? Muy sencillo, a que la reclamación que llevó
Artur Mas a, digamos, negociar a la Moncloa, ya de por sí difícil, lo era más
en la medida en que no existían precedentes: Cataluña hubiera sido la primera
comunidad autónoma, como tal, en gozar de un concierto económico, pacto fiscal,
o como quiera se califique. A no ser que el gobierno catalán hubiera admitido que
dicho pacto se hubiera llevado a cabo entre el ejecutivo central y cada una de
las cuatro diputaciones catalanas. ¿Pero alguien se imagina al presidente de la
Generalitat aceptando que fueran las
tan denostadas, por su espurio origen jacobino, provincias, las que dispusieran
de las “pelas”, que luego él tendría que mendigar? Yo, claramente, no.
Por supuesto que cae dentro del dominio de la futurología preguntarse si en el proceso, que veo imparable, de uniformización de la fiscalidad europea, los privilegios de las tres provincias vascas y Navarra tienen futuro. Modestamente creo que no; principalmente por su anacronismo. Fueron pactados en tiempos en los que IRPF o IVA eran, incluso, conceptualmente impensables. El tiempo dirá si ando errado, pero lo que me parece fuera de toda lógica es imaginar que el imbroglio se amplíe con Cataluña. En ese sentido creo que la principal patronal catalana, Fomento del Trabajo Nacional (¿a qué nación se referirá el tal adjetivo?) debería bajarse del guindo al que, supuestamente, se ha encaramado, al reclamar la extensión del concierto como solución el manido “encaje” catalán.
Por supuesto que cae dentro del dominio de la futurología preguntarse si en el proceso, que veo imparable, de uniformización de la fiscalidad europea, los privilegios de las tres provincias vascas y Navarra tienen futuro. Modestamente creo que no; principalmente por su anacronismo. Fueron pactados en tiempos en los que IRPF o IVA eran, incluso, conceptualmente impensables. El tiempo dirá si ando errado, pero lo que me parece fuera de toda lógica es imaginar que el imbroglio se amplíe con Cataluña. En ese sentido creo que la principal patronal catalana, Fomento del Trabajo Nacional (¿a qué nación se referirá el tal adjetivo?) debería bajarse del guindo al que, supuestamente, se ha encaramado, al reclamar la extensión del concierto como solución el manido “encaje” catalán.
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