sábado, 28 de diciembre de 2013

“¡Viva Québec Libre!” Libertad y federalismo (Por Jean Leclair*)

El pensamiento federal reconoce al sujeto la capacidad de tomar decisiones, de cambiar de opinión si lo desea y de hacer todo eso sin ser acusado de negarse a sí mismo. El federalismo reconoce también que una comunidad puede estar compuesta no sólo por una pluralidad de identidades monistas, distintas las unas de las otras,  sino también por identidades superpuestas, verdaderamente plurales en su esencia



“¡Viva Québec libre!” Esta famosa frase, lanzada desde un balcón por el general de Gaulle, refleja el carácter polisémico de la palabra “libertad”. Aunque de Gaulle se refería en su discurso de 1967 a la libertad de una comunidad política, nosotros utilizamos esta palabra con más frecuencia para describir la libertad de un individuo.
La libertad puede ser vista desde distintos ángulos. Dos versiones de la misma palabra son la libertad individual y la libertad nacional. Sus significados, como veremos más adelante, inciden sobre la reflexión federal.



En un ensayo de 1819, Benjamin Constant distingue entre la libertad de los antiguos y de los modernos. La primera, dice el autor, “consiste en ejercer colectivamente pero de forma directa varias partes del conjunto de la soberanía”. Constant constata como los antiguos creían que era compatible la libertad colectiva y la completa sumisión del individuo a la autoridad del conjunto de individuos.
La libertad moderna es, sin embargo, una cosa bien distinta. Se fundamenta en la capacidad, reconocida a todos los individuos en igualdad de condiciones, a actuar de acuerdo a sus propios deseos. Se define como un espacio donde todos pueden ejercer su libre albedrío.
Al lado de esta libertad individual moderna se sitúa la llamada “libertad nacional” que tiene que ver con un fenómeno distinto: algunos hombres no tienen la sensación de ser libres si sus líderes no pertenecen a su misma raza o comparten una misma lengua. En este sentido, la concepción de libertad nacional se encuentra mucho más cerca a lo que Benjamin Constant consideraba la libertad de los antiguos.
Estas dos concepciones de la libertad- individual y nacional- se encuentran en el origen de todas las teorías políticas e identitarias caracterizadas por su carácter monista, lo cual, tiene consecuencias a la hora de pensar el federalismo.

En la concepción nacionalista, el individuo deja de estar reducido a la condición de simple sujeto de derechos. Su identidad, y por lo tanto, el espacio donde puede ejercer su libre albedrío, queda determinado por su herencia cultural


En la “libertad nacional”, la nación se moviliza para garantizar la independencia del grupo en contra de la amenaza planteada por “los otros”. En lugar de hablar de “libertad nacional”, algunos prefieren a menudo términos como “soberanía nacional” y “autodeterminación” que tienen en común la capacidad de borrar la dimensión relacional de los conflictos sociales y políticos.
Una vez transformadas en “derechos” - o “en soberanía indivisible” – las reivindicaciones nacionalistas requieren la entrega total del adversario. La nación, para aquellos que así la conciben, trasciende la abstracción cívica porque hunde sus raíces en una historia y una cultura singulares. El individuo deja de estar reducido a la condición de simple sujeto de derechos. Se convierte por encima de todo en el producto de esta historia y esta cultura. Su identidad, y por lo tanto el espacio donde puede ejercer su libre albedrío, queda determinado por esta herencia.
El precio que se paga frecuentemente con esta concepción es que todo aquello que se quiere proyectar en nombre de la libertad individual, más allá de la frontera identitaria, es calificado de no-auténtico.

Uno de los problemas que plantea el nacionalismo es que como su finalidad es garantizar la cohesión de un grupo cultural en particular, pone énfasis en las diferencias y no en los aspectos que les unen con otros grupos que son las que dan origen a la solidaridad


 El nacionalismo plantea varios problemas. Uno de ellos es que como su finalidad es garantizar la cohesión de un grupo cultural en particular, pone énfasis en las diferencias culturales que surgen de la historia común del grupo y no en los aspectos que les unen con otros grupos que son las que dan origen a la solidaridad.
Desde mi punto de vista, el enfoque nacionalista no da respuesta a la realidad que es una cosa mucho más compleja. Si aceptamos que la identidad de una persona no es un recipiente con los bordes bien definidos sino más bien un espacio donde se superponen una serie de registros. Y reconocemos que estos registros no se movilizan todos en el campo político, que muchos de ellos pueden predisponer a un individuo a pertenecer a más de una comunidad política, es el momento de abrir la puerta a la reflexión federal.
La mayor fuerza del federalismo es que, a diferencia del nacionalismo, apela a seres humanos y no a superhombres. Abraham Lincoln ya decía que el mayor mérito del federalismo es que no nos idealiza, nos acepta a todos con nuestros defectos y nuestras cualidades.
El pensamiento federal se basa en una antropología moral que reconoce al sujeto la capacidad de tomar decisiones, de cambiar de opinión si lo desea y de hacer todo eso sin ser acusado de negarse a sí mismo. Admite que la elección de los sujetos, sin estar totalmente determinada por el contexto, tampoco es impermeable a él.
http://www.droit.umontreal.ca/professeurs_personnel/corps_professoral/jean.leclair.html
El federalismo reconoce la importancia de multiplicar las comunidades políticas. Constata también que una comunidad puede estar compuesta no sólo por una pluralidad de identidades monistas, distintas las unas de las otras,  sino también por identidades superpuestas, identidades verdaderamente plurales en su esencia. Si aceptamos esto, podemos concluir también que no hay nada raro en que en el ejercicio de su libertad individual, el sujeto abrace una doble o triple pertenencia identitaria.

El pensamiento federal trata no sólo de considerar seriamente la gestión de las diferencias sino que también trata de estructurar las relaciones políticas para que las partes estén obligadas a entender el principio de solidaridad


En otras palabras, el principio federal trata de pensar y institucionalizar la relación compleja, y a veces tensa, que existe entre la libertad individual y la libertad  nacional.
El federalismo obliga a todas las partes a considerar el alcance y los límites del poder de forma simultánea. Cierra el paso a cualquier pretensión totalizadora. Y es por eso que si concebimos la libertad individual como un atributo del sujeto, como un espacio donde cada uno puede ejercer su libre albedrío, el federalismo parece ser una forma política menos restrictiva que el nacionalismo.
Debido a su dimensión simbiótica, la identidad nacional tiende a absorberlo todo, a dictar más que proponer. El pensamiento federal, en cambio, trata no sólo de considerar seriamente la gestión de las diferencias sino que también trata de estructurar las relaciones políticas para que las partes estén obligadas a entender el principio de solidaridad.
Algunos de los principales teóricos del federalismo, como Alexis de Tocqueville o Alexander Hamilton, estaban convencidos que el compromiso de los ciudadanos con su administración local sería siempre más fuerte que los lazos que los unen con la administración central. No concibieron el principio federal como una manera de gestionar las diferencias culturales. Los Estados Unidos tuvieron que pasar por una sangrienta guerra civil antes de darse cuenta del potencial que tenía el federalismo como modelo de convivencia.
Sin embargo, si la federación canadiense perdura, puede deberse a que los quebequenses y los canadienses angloparlantes no creen que la cultura sea una túnica cortada de una misma pieza de tela. O quizás no creen que esta cultura merezca ocupar todo el espacio político. Es posible que dentro del ejercicio de su libertad individual, jerarquicen de forma distinta a como algunos desearían sus múltiples señas de identidad. La democracia, y más aún, la eficiencia económica, son probablemente preocupaciones más importantes para ellos.


*Traducción y edición de Beatriz Silva. Para un análisis más en profundidad del tema, consultar el artículo de Jean Leclair 'Vive Le Québec Libre !' Liberté(s) EtFédéralisme, 3 Revue Québécoise de Droit constitutionnel, 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario