viernes, 4 de abril de 2014

¿Se puede ser independentista sin ser nacionalista? (Por Adrià Casinos)

Últimamente escuchamos con frecuencia que la independencia es la única manera de profundizar en la democracia en Cataluña ¿Son legítimas las razones que se arguyen?¿Son argumentos de izquierda? Lo menos que podemos decir de la tendencia de algunos sectores de la izquierda a afirmar que se puede ser independentista y no ser nacionalista es que es preocupante


En el seno del cada más esperpéntico espectáculo en que se está convirtiendo el  llamado proceso, destaca merecidamente la actitud de un cierto sector de la izquierda histórica, en la órbita de ICV y EUiA, que, preso de un repentino ardor patriótico, ha apostado decididamente por la alianza interclasista, apuesta que a mi parecer lleva derecho al suicidio político. No pretendo hacer profecías, entre otras cosas porque en este país la de profeta es una categoría laboral de la que andamos sobrados, ya sea de émulos de Moisés o de algún que otro de Jeremías. Me limito a formular una hipótesis y el tiempo dirá si ha sido correcta. 


Una parte de la izquierda de Cataluña parece dispuesta a recorrer el camino de la pretendida "liberación nacional" que poco o nada tiene que ver con los valores del histórico PSUC del que se considera heredera


Por supuesto que ante la disposición de las citadas fuerzas políticas a recorrer el camino de la pretendida liberación nacional, con sectores que poco o nada tienen que ver con la izquierda, se puede aducir que no es la primera vez en el mundo que los representantes de los sectores populares pactan con los hegemónicos, en aras de una supuesta emancipación colectiva. Suele ocurrir que, una vez conseguida dicha emancipación, el empobrecimiento de los de abajo se acrecienta. La patria se construye en beneficio de los de siempre, mientras que los otros ponen el sufrimiento y, más de una vez, los muertos. Y con todo eso no quiero decir que no haya circunstancias históricas que hayan requerido tragarse el sapo mencionado. Por ejemplo, las coloniales. Pero ¿puede calificarse la situación catalana de colonial? ¿Cuándo se ha visto que una colonia controle una gran parte del sector financiero de la supuesta metrópoli? Y en lo que hace a los derechos políticos, ¿son los míos inferiores a los que disfruta un ciudadano de Alcorcón?

No es la primera vez en el mundo que los representantes de los sectores populares pactan con los hegemónicos, en aras de una supuesta "emancipación colectiva". Suele ocurrir que, una vez conseguida dicha emancipación, el empobrecimiento de los de abajo se acrecienta


Pero bueno, el empecinamiento en la vida, con mucha frecuencia, no tiene límites. Y supongo que es por eso que Dolors Comas se ha lanzado recientemente en “El País” a teorizar o justificar esa vía catalana interclasista iniciada por la cúpula de ICV. Según aclara en dicho artículo, Dolors Comas es presidenta de la “Fundació Nous Horitzons”. “Nous Horitzons”, por si alguien no lo recuerda o lo sabe, era el nombre de la revista teórica del PSUC de Cataluña. Que la fundación se llame así supongo que forma parte de la operación de reciclaje de las señas de identidad del partido de los comunistas catalanes, que ICV emprendió hace ya tiempo, en su condición de supuesta heredera, en ausencia de testamento y albaceas.
En su corpus teórico Dolors Comas se refiere, como no, a la afrenta que supuso la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el estatuto. No voy a entrar al trapo, entre otras cosas porque en una reflexión anterior ya expresé mi opinión sobre la cuestión. Pero tampoco lo voy a hacer porque hay afirmaciones, en dicho corpus, de más enjundia y, sobre todo, más preocupantes, teniendo en cuenta que se formulan desde la izquierda (o así se quiere).
El título ya tiene bemoles: “La agonía del régimen”. Desgraciadamente en el texto no se aclara quién es el agonizante. ¿El régimen monárquico, el parlamentario, el democrático, el de las autonomías, todo en su conjunto? Bueno, podrían cruzarse apuestas. Apunta la autora que estamos sumidos en la corrupción, en la destrucción de empleo, en la degradación de las relaciones laborales, en la expulsión de la pobre gente de sus domicilios… No puedo estar más de acuerdo. Solo que para Comas todos esos atentados son llevados a cabo por los que niegan "la posibilidad de que haya una consulta en Cataluña”. Todas esas injusticias las lleva a cabo el gobierno de Madrid. Los que gobiernan en Cataluña son un ejemplo de luchadores por la justicia social. Y por supuesto, no hay corrupción. Ya se sabe: el Palau de la Música Madrilenya, el escándalo de las ITV en la comunidad de Madrid, que afectan a uno de los hijos de uno de sus antiguos presidentes, mientras otro está encausado por una operación de blanqueo, la manera un tanto turbia en que el Real Madrid ha fichado a un jugador brasileño… Son las cosas que no pasan aquí, gracias a nuestra estricta ética de matices calvinistas, como ha dicho más de una vez el presidente Pujol.

Si alguien está por la independencia es porque, se me ocurre, considera que hay un hecho nacional que existe, y que hay que defender con una solución extrema, como es la secesión. ¿No es eso nacionalismo?


Mi capacidad de ironizar se agota ante afirmaciones más preocupantes, como negar implícitamente la naturaleza democrática del actual estado y viendo en la independencia la única manera de profundizar en la democracia. Es decir, ninguna confianza en unas futuras elecciones que pudieran desplazar al PP del poder. Razonamientos semejantes condujeron al 6 de octubre. Y en descargo de Companys (que no justificación) debemos pensar en la situación existente en España y Europa en general en 1934, que, afortunadamente, no es ni de lejos la actual. Por otro lado las alusiones constantes a un nacionalismo “cívico” que va más allá del origen geográfico de los ciudadanos, y supongo que también de la pertenencia a una determinada clase social, inciden en lo que apunté en un principio: el llamamiento a la unión patriótica, que culmina en la “perla” de que “se puede ser independentista y no ser nacionalista”. Y eso después del ensalzamiento del nacionalismo cívico.  A ver, si alguien está por la independencia es porque, se me ocurre, considera que hay un hecho nacional que existe, y que hay que defender con una solución extrema, como es la secesión. ¿No es eso nacionalismo? 
Le propongo una encuesta a Dolors Comas. Le presento una lista de dirigentes independentistas históricos, de variada procedencia y adscripción política: Garibaldi, de Valera, Bolívar, Martí, Washington, Ben Bella, Nkrumah. Me gustaría que separe los nacionalistas de los que no lo han sido. A ver sin con un algún ejemplo entiendo la sutileza.
Esa llamada al “todos somos Cataluña”, con independencia de que unos la posean y otros la sufran, la lleva a cargar con contundencia contra Susana Díaz por sus alusiones a las raíces andaluzas de muchos catalanes. No voy a defender a la presidenta de la Junta de Andalucía, pero sí a referir un hecho. Hace unos días tuve la gran oportunidad de escuchar a Stéphane Dion. Uno de las cuestiones que analizó fue el trauma afectivo que puede originar la separación de una parte de un país del resto, en la medida en que las familias quedan fracturadas. Es preocupante que una catedrática de antropología social no sea sensible a ese posible drama. ¿O todavía no ha percibido lo mucho que se habla del tiempo en Cataluña últimamente, en el transcurso de comidas familiares o cenas de amigos?

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