miércoles, 30 de octubre de 2013

El federalismo (ahora) y las izquierdas del siglo XX (Por José Luis López Bulla)


(Borrador para los amigos)
Mucho se ha escrito sobre las diferencias que, a lo largo del siglo pasado, han distinguido a las diversas izquierdas europeas. Bruno Trentin, en su obra canónica La ciudad del trabajo, izquierda y crisis del fordismo nos propone una investigación original y, se diría, a ras de tierra. El autor, en este caso, se esfuerza en documentar minuciosa y argumentadamente las similitudes que negativamente las han caracterizado. En mi opinión el pluriverso federalista debería tomar buena nota de ello para, precisamente, alejarse de esos modelos de las izquierdas del siglo XX, aquellas que el autor denomina «la sinistra vincente».
Trentin destaca una serie de principales elementos, todos ellos bien presentes en las formaciones que lideraron desde Ferdinand Lasalle y Auguste Bebel a Felipe González pasando por Togliatti y Miterrand, Willy Brand y Enrico Berlinguer, aunque pueda ser piedra de escándalo para algunos. Cierto, todos ellos diversos entre sí, pero con una matriz común: el carácter lassalleano del partido y las consecuencias que se extraen de ese troquel. Un carácter que expresa la autolegitimación del partido (socialista o comunista, tanto monta) que de instrumento transitorio de análisis y mediación pasa a ser un agente histórico autónomo, capaz de forzar el curso de la historia mediante la conquista del Estado.
Ello que implica algunas consecuencias de tono mayor: 1) la separación entre  «la política»  y las vicisitudes de la sociedad y, especialmente, del trabajo heterodigirido. O, lo que es lo mismo: se ponen las basas para el divorcio entre la política y la sociedad civil. 2) El partido (socialista o comunista, monta tanto) es el principal guía de las transformaciones; de ahí que el conjunto de sujetos críticos (por ejemplo, el sindicalismo) son la prótesis de papá-partido, bajo la siguiente regla: la política, en tanto que tal, es –sólo y solamente--  tarea del partido «de la clase»; en esa sintaxis, los adjetivos quedan reservados (siempre bajo la vigilancia del deus ex machina) al sindicalismo y los movimientos sociales. 3) Y comoquiera que el partido adopta acríticamente el sistema de organización del trabajo del ingeniero Taylor (que atraviesa culturalmente el conjunto de la sociedad) impone a su correa de transmisión ese modelo autoritario como definitivamente dado. Así las cosas, esa izquierda lassalleana estaba incapacitada para aprehender la semilla del federalismo, dado el carácter centralizador del partido lassalleano en el contexto del Estado-nación, la centralidad del partido con relación a sus adjetivos y del núcleo centralizante de la producción fordista. Dicho castizamente: de aquellos polvos de antaño vinieron estos lodos de hogaño.
¿Cuáles son las novedades de un tiempo a esta parte?:  la práctica desaparición del sistema fordista; la crisis del Estado-nación en el marco de la globalización; y la ruptura de las tradicionales relaciones entre los sujetos sociales y las izquierdas políticas (léase la llamada correa de transmisión). Que explican aproximadamente la crisis de la política y, por supuesto, de las izquierdas. Porque las izquierdas se empeñan en reproducir los esquemas arcaizantes como si siguiera vivo el fordismo y el Estado-nación estuviera en plena forma.  De ahí viene, a mi juicio, la desubicación de la izquierda del actual paradigma y, como consecuencia, su distancia de la sociedad.
  Esos rasgos negativos que han caracterizado a las izquierdas políticas y sociales del siglo XX no deben contagiar al federalismo. La acción federalista debe encuadrarse en el nuevo paradigma que, por comodidad expositiva, llamaremos postfordista. Debe ser, al mismo tiempo, postnacionalista. Tiene que establecer relaciones de igualdad en la diversidad con todos los movimientos sociales a través de la independencia y autonomía de ambas. 
Una última consideración: el federalismo (especialmente el de izquierdas) debe considerar que, más allá de la sinistra vincente hay vida, hay semillas para iniciar un nuevo itinerario. Una lectura atenta del libro de Bruno Trentin nos ilustra hasta qué punto hubo prácticas (dispersas, ciertamente) a lo largo del siglo XX y un potente almacén teórico en base a tales prácticas que estuvo atrapado --y ahogado posteriormente--  por las izquierdas (socialista y comunista). En ese sentido, la detallada exposición de Bruno Trentin en La ciudad del trabajo de personalidades como Simone Weil y Karl Polanyi, el mismo padre del autor (Silvio Trentin, un federalista de gran formato), entre otros no menos distinguidos, ilustra un elenco de grandes pensadores y gentes de acción que pueden ser muy tenidos en cuenta en este nuevo itinerario social, cultura y político que hemos emprendido en Federalistes d'Esquerres y sus amigos, conocidos y saludados. 

1 comentario:

  1. Muchas gracias por dar aquí "la bulla". No concía el libro pero me dan ganas de ir a comprarlo. Totalmente de acuerdo. Sugiero como complemento la lectura de Cornelius Castoriadis, en concreto de una recopilación que se llama Sociedad a la deriva. Quitando algún elemento que no comparto, como la crítica a la democracia representativa, Castoriaidis reivindica la democracia como emancipación basada en la autonomía individual y la autogestión colectiva. Los enemigos ; las oligarquías económicas y burocráticas. Los partidos son oligárquicos y generan élite políticas s, igual que el capitalismo a nivel económico. Ciertamente hay que democratizar los partidos y enmarcarlos en un movimiento social más amplio por una emancipación posible. Sin vanguardias, sin dirigentes. las relaciones humanas, incluidas las políticas, son complejas y se dan relaciones de poder inevitables. pero nunca estructuras jeráquicas.
    Muchas gracias, amigo José Luis, por este magnífico post.

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